jueves, 24 de mayo de 2018

La bomba del ‘Negro Bomba’ (I)

A 54 años de la mayor tragedia de la historia en un campo deportivo

La siguiente es una crónica, dividida en cinco capítulos, sobre la tragedia que ocurrió en nuestro Estadio Nacional la tarde del 24 de mayo de 1965 y enlutó al deporte mundial, después del partido de fútbol que enfrentó a los seleccionados de Perú y Argentina.


            Lima, 24 de mayo de 1964. Hora: 2 pm

            Leonardo Cevallos Quiroz ha pedido permiso a sus patrones de lancha en el puerto de Supe, y dejado por hoy sus faenas de pesca. Tiene 37 años y cinco hijos. El mayor, Francisco, de 9, le ruega que lo lleve al Estadio para ver al Perú que hoy se juega su clasificación para las Olimpiadas de Tokio, frente al representativo de Argentina.

            Su esposa Dora prepara el almuerzo temprano, alista a sus otros hijos: Lidia, de 6 años; Juan, de 4; Hugo, de 3, y María, de un mes de nacida; y decide acompañarlos para pasar la tarde juntos.

            Llegaron a la 1 y 10 de la tarde a la tribuna Norte del Nacional para encontrar una buena ubicación.

            En la tribuna de Oriente, el corpulento albañil Víctor Vásquez Campos, también ha llegado temprano para alentar al equipo peruano y dar rienda suelta a su desenfrenada pasión por el fútbol, acrecentada a sus 29 años.

            Exladrón de joyerías, excuartelero de los prostíbulos de la avenida México, en La Victoria, y más conocido como 'Negro Bomba', está acompañado de un compadre de juergas. Llegaron temprano y se dirigieron directamente al bar del Estadio para tomarse unas cuentas cervezas. Hay que ir calentando cuerpo y hacer tiempo hasta que empiece el partido, pues.

            Estadio Nacional, 3 y 30' pm

            El gramado y las tribunas del llamado 'Coloso de José Díaz' está iluminado por un tímido sol vespertino.

            Aparecen por el túnel de la tribuna Sur el árbitro uruguayo Ángel Eduardo Pazos, acompañado de sus linesmen Saúl La Rosa, de Colombia; y Jorge Cruzat, de Chile.

            Se acercan al comandante de la Guardia Civil Jorge Azambuja, y su segundo, el capitán Jorge Monge. Todo está debidamente calculado: mil 40 guardias y 24 perros policías están listo para evitar cualquier desmán, dice la autoridad policial.

            Los 47,157 espectadores que pagaron sus entradas, se agitan, aplauden, gritan, cantan, vivan y viven no tan apartados de aquellos que están dentro de las instalaciones y que no figuran en las cifras oficiales.

            Futbolistas titulares y suplentes, integrantes de otros seleccionados con pase libre, dirigentes, familiares, amigos, zampones, los que pagaron por lo bajo, policías, empleados y obreros propios, vendedores concesionarios y ambulantes, hacen que sumen más de 50 mil las personas dentro del Estadio.


            Unos minutos después, las tribunas entran en ebullición: ya están en el campo las selecciones que hoy deben asegurar uno de los dos cupos reservados a América del Sur para participar en la XVIII versión de los Juegos Olímpicos de la Era Moderna a desarrollarse en Tokio, del 10 al 24 de octubre próximos.

            Los argentinos, encabezados por el espigado Agustín Cejas, su arquero y capitán, pelotean en medio del campo. Se camotean, hacen malabares los defensas Horacio Morales, 'Cabezón' Bertolotti y Emilio Pazos; los medios Mori y Roberto Perfumo, y los delanteros Cabrera, Malleo, Domínguez, Manfredi y Ochoa.

            Al otro lado de la cancha, los jugadores de la franja roja prueban las reacciones de su arquero Barrantes. Patean desde todos los ángulos Guerrero, Javier Castillo y Héctor Chumpitaz, que lo ayudaran en la custodia de su portería; Sánchez y Lara, que tratarán de contener a los adversarios y armarán juego para los atacantes Rodríguez, el capitán Luis Zavala, Enrique Casaretto, Inocencio La Rosa y 'Kilo' Lobatón.

            A las 3 y 35 el árbitro llama a los capitanes de ambos equipos, sortean el campo. Perú escoge el arco Sur. Argentina pondrá la pelota en movimiento.

            En las tribunas todos contienen el aliento, ponen en alerta oreja, pestaña y ceja. La cosa va a empezar.


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