Aparte de encargarse de traer desde París a los recién nacidos y entregárselos a sus nuevos padres de cualquier parte del mundo –misma Air France-, la cigüeña (Ciconia ciconia) es un ave fascinante por muchas razones.
Pueden ser avistadas tanto en espacios abiertos como dehesas, pastizales, regadíos y humedales; como en campanarios y algunos de los puntos más altos de algunas localidades. Por su porte y elegancia, las cigüeñas blancas se han convertido en una de las aves más icónicas de gran parte de los países hispanohablantes.
Ave inconfundible, de gran tamaño y notable envergadura, luce un característico plumaje blanco en el cual se diferencian en negro las plumas de vuelo. Su pico largo y apuntado presenta una tonalidad rojiza o anaranjada, al igual que sus patas.
La especie se distribuye por el norte de África; centro, suroeste y sureste de Europa, y algunas regiones de Asia central.
Las cigüeñas no presentan dimorfismo sexual, lo que significa que machos y hembras son idénticos en forma, coloración y tamaño
Las puestas de las cigüeñas normalmente son de cuatro huevos; sin embargo se han registrado nidadas de hasta 7 polluelos en potencia. Ambos padres participan en la incubación, pues disponen de placa de incubación -un parche de piel carente de plumas, visible en su región ventral- por lo que se turnan de manera que los huevos nunca se enfrían. Estos son de color blanco algo más grande que el de una gallina y necesitan 33 días de incubación constante para eclosionar. Al nacer, los cigoñinos tienen un diente en el pico para romper la cáscara del huevo.
Se trata de una especie frecuentemente colonial, que suele reunirse en grandes congregaciones para criar. El nido se sitúa con frecuencia en todo tipo de construcciones, sean iglesias, casonas silos, depósitos de agua, chimeneas, torretas de electricidad y antenas, amén de transformadores eléctricos, casas de campo, ruinas y edificios monumentales, aunque un buen porcentaje se sitúa en árboles y, en menor medida, en rocas.
Año tras año, la misma pareja vuelve al mismo nido para criar y en su afán por conseguir el mejor lugar para sus cigoñinos coloca y coloca palos hasta alcanzar grandes nidos de 2 m de diámetro y mucho peso, generalmente de 200 y 400 kg, y en ocasiones superar la tonelada.
Su alimentación está basada en grandes artrópodos, principalmente saltamontes y escarabajos, aunque en su dieta se incluyen también invertebrados, en particular, lombrices de tierra, y vertebrados (roedores, culebras, lagartijas, ranas, peces y hasta pollos de otras aves).
En general, la cigüeña blanca es un ave bastante silenciosa, aunque emite algunas vocalizaciones ásperas de alarma cuando se excita o en presencia de individuos extraños en las inmediaciones del nido. El sonido más característico de la especie es un sonoro castañeteo producido al entrechocar las mandíbulas, conocido como 'crotoreo', que el ave ejecuta como salutación hacia su pareja.
Origen de la leyenda de la cigüeña y los niños
En el siglo XIX ya existía la leyenda según la cual estas traen a los bebés, y fue recogida por Han Christian Andersen en su relato Las cigüeñas.
Posteriormente la leyenda se fue modificando y se incorporó la afirmación de que estas aves traían los niños desde París hacia cualquier parte del mundo.
¿Por qué según la leyenda las cigüeñas vienen de París? Se dice que unas cigüeñas solían emigrar a una zona cerca de París, en lugar de hacerlo hacia África. Tenían su nido sobre una casa y su llegada coincidió con el nacimiento de un bebé de la pareja que la habitaba. De esa forma, se difundió la tesis de que fueron las aves quienes trajeron al bebé de París.
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