Durante el Imperio Asirio se tiene constancia del gran protagonismo que tuvieron algunas de las esposas de los reyes. Conocemos a la mítica Semíramis, esposa del rey Nino de Nínive, quien se convirtió en reina, sucedió a su esposo y gobernó durante 42 años. Naqi'a, la pura, también tiene un lugar especial en los libros de historia. La esposa de Senaquerib, tras ostentar un papel prominente como consejera política, fue nombrada reina por su hijo.
Sin embargo, ni siempre fue así ni todas las mujeres que pertenecían o estaban en contacto con la corte tenían la oportunidad de jugar estos roles políticos de primera línea.
A lo largo del periodo asirio, la reina y las mujeres relacionadas directamente con el rey conformaban su harén, donde convivían entre ellas y con sus hijos. Y no solamente en el Imperio Asirio, desde la antigüedad otros grandes imperios y monarquías, como los persas, los egipcios o los mongoles, siguieron estas mismas prácticas.
Los harenes en Asiria. El rey asirio Assurbanipal y su esposa beben bajo un emparrado. Relieve asirio. Siglo VII a. C. Museo Británico. En Oriente, muchas casas reales usaban los harenes para garantizar la perpetuación de su dinastía.
Los asirios. La esposa principal del rey de Asiria tenía gran relevancia dentro de la corte. Sin embargo, salía de palacio solo para participar en ceremonias religiosas, asistir a actividades políticas o realizar giras de inspección relacionadas con la gestión de su patrimonio. Pero la mayor parte de su vida transcurría en sus apartamentos privados en palacio, una zona que recibía el nombre de bitanu. Allí convivía con las esposas secundarias del soberano y con sus hijos. El acceso al bitanu se hallaba muy restringido y vigilado, y la vida en él se regía por un estricto reglamento.
Los persas aqueménidas. El Gran Rey de Persia tenía varias esposas y concubinas que constituían su harén. Darío I, por ejemplo, tenía seis esposas. Aristona era la preferida, y cuenta Heródoto que el rey hizo colocar una estatua de oro suya en palacio. La reina podía tener propiedades y bienes, y si era la madre del sucesor recibía el título de Reina de Reinas, lo que le otorgaba gran poder e influencia; era el caso de Atosa, madre de Jerjes. El harén aqueménida llegó a albergar unas 400 mujeres, custodiadas por eunucos; y cuando viajaban junto al rey no podían ser vistas por nadie. Partos y sasánidas continuarían la tradición del harén en Persia.
La India mogol. Tras la conquista musulmana de la India por parte de los mogoles, a partir del siglo XII se instauró la costumbre de recluir a las mujeres en una zona de la vivienda destinada exclusivamente a ellas, llamada zenana, donde se consideraba que estaban a salvo de miradas indiscretas. Los emperadores mogoles hicieron lo mismo en los palacios reales, donde las zenanas se convirtieron en verdaderos universos femeninos. Se cree que en el palacio de Fatehpur Sikri llegaron a convivir más de cinco mil mujeres. En la imagen una mujer fuma en narguilé mientras es atendida por otras en un harén. Miniatura india de 1750.
Imperio Otomano. El harén era una institución de vital importancia y estaba regido por el jefe de los eunucos. Las mujeres vivían allí bajo rígidas normas y una estricta jerarquía. En primer lugar estaba la sultana valida, madre del sultán; tras ella, la primera esposa del soberano o la madre de su primogénito, y después venían sus esposas secundarias y favoritas. En último lugar estaban las concubinas. En total, el harén podía estar formado por más de mil personas, entre esclavas, eunucos y los hijos de todas las mujeres.
Odalisca. Portando una bandeja en un harén otomano. Óleo por Jules Joseph Lefebvre. Siglo XIX. Museo Pera, Estambul.
Fuente: National Geographic
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