martes, 10 de julio de 2018

¿Quién ayudó a ‘los niños de la cueva’?


Lo ocurrido con los doce 'Jabalíes salvajes' y su entregador, que vivieron 17 días atrapados en el interior de una cueva de Tailandia, y hoy felizmente sanos y salvos, nos motiva algunas disquisiciones que ojalá en algún momento tengan una explicación, que, adelantamos será difícilmente creíble. Compartamos algunas interrogantes que nos asaltan.

Según las informaciones difundidas, los 12 niños, de entre 11 y 16 años, y su entrenador, de 25, recorrieron una distancia de casi 4 km hacia el interior de la cueva. La distancia es similar a la que separa las primeras cuadras de la avenida Tacna, en el centro de Lima, con el cruce de las avenidas Arenales y Canadá, en Lince. Ese tramo fue recorrido a pie y sin calzado, en medio de la oscuridad y por pasajes sumamente estrechos, de entre 40 y 70 cm de alto, y rodeados de aguas tempestuosas.


Surgen, pues, las primeras preguntas: ¿cómo lo lograron, qué 'mano' los guio, quién iba adelante: el entrenador o uno de los menores, cómo llegaron a ese lugar seguro donde fueron hallados?


Las imágenes difundidas por el Thai Navy Seals (la marina tailandesa) muestran las dificultades para atravesar algunos pasajes, por donde era dificultoso el paso de un buzo con su balón de oxígeno, por lo que hubo que taladrarlos para ampliar su altura. ¿Cómo pasaron por esos mismos pasajes los doce niños y su entrenador, uno por uno, sin ningún equipo?

Sorprende, además, que ninguno de ellos se desviara de la ruta común, pese a que al interior de la cueva hay varios túneles con diferentes rumbos. Esta fue una de las dificultades que tuvieron que sortear los dos buzos británicos que fueron los primeros en llegar hasta ellos. La cosa es que los 13 se mantuvieron juntos, y juntos fueron encontrados. ¿Qué explicación hay a todo esto?

Para hacer una comparación (forzada, en todo caso y guardando las distancias del caso)) recordemos lo que sufrían los delincuentes del antiguo penal de la isla El Frontón, cuando eran encerrados en la llamada 'lobera', una celda aislada, cerca del mar, oscura y apartada. Pasados dos días, los castigados llegaban al borde de la desesperación o la locura. ¿Cómo es que niños de 11 a 16 años pudieron superar una situación similar?

Al respecto, recordemos que cuando fueron hallados se mostraron tranquilos, algunos hasta esbozaron alguna sonrisa. Parecían estar casi seguros, diríamos, de que serían encontrados y recibirían ayuda desde el exterior. ¿'Qué' o 'quién' los mantuvo con ese ánimo? ¿Qué fuerza interior –o exterior- los mantuvo con esa esperanza? (Si por ahí estuvo 'la mano de Dios' es un tema sobre el que solo caben especulaciones y no queremos ahondar en eso… aunque da que pensar, ¿no?)

Tal era el buen estado ánimo de los niños que el menor de ellos, Chanin Wibulrungruang, escribió un mensaje a sus padres con el texto: "Papá y mamá, no se preocupen. Estoy bien. Por favor díganle al hermano Yod que se prepare para llevarme a la tienda de pollo frito. ¡Los quiero!", escribió; y oto niño, Duangphet Promthep, pidió que no se olviden de su fiesta de cumpleaños.

 

Se ha comentado que en ese estado de ánimo mucho tuvo que ver el joven entrenador, Ekapol Chanthawong, quien distribuyó los pocos alimentos y el agua que portaba, entre los niños. Bien, pero lo que llevaba él, y algunos niños en su lonchera, era para un día y para uno solo… y ellos eran 13 personas y permanecieron ¡diez días! aislados. Pregunta suelta: ¿Se repitió el pasaje bíblico de la multiplicación de los panes y los peces?

Se especula que los atrapados bebieron  el agua que se filtraba de los techos de la cueva, pues el líquido de las corrientes bajo sus pies era imbebible. ¿Cómo sabían lo que bebían en medio de la más absoluta oscuridad? Más aún: cómo hacían sus necesidades fisiológicas, dado que no podían alejarse unos de otros, pues desconocían los peligros que los acechaban.

En un primer momento se habrían iluminado con la linterna que cada uno llevaba en su lonchera, pero sabemos que las pilas no duran más de 24 horas. ¿Qué hicieron una vez que se quedaron en total oscuridad? ¿Qué sintieron en esos momentos: angustia, inseguridad, desesperación, pánico…? Todo parece indicar que no hubo nada de eso. Por el contrario, aparentemente, una paz interior (¿o 'exterior'?) los mantuvo con la esperanza viva de superar el difícil trance.

Por lo pronto los marines tailandeses han tuiteado: "No sabemos si esto es un milagro, ciencia o qué. Los 13 Jabalíes salvajes están ahora fuera de la cueva".

Lo único que tenemos de cierto es que para estos doce niños, su entrenador y para todos los habitantes de  Mae Sai, la vida ya no será la misma.

Inquietudes finales


Nos preguntamos si en todo esto tenga algo que ver la formación escolar, y religiosa que reciben los niños tailandeses, al punto que muchas instituciones internacionales consideran que la educación en Tailandia, de casi 66 millones de habitantes, es la mejor de Europa, a la vez que es el país del mundo que más gasta en educación (representa el 4 % del PBI, el 20% del presupuesto del gobierno).

La educación es obligatoria y gratuita para niños de edades comprendidas entre 7 y 14 años, pero las instalaciones tanto públicas como de los monasterios budistas continúan siendo hoy insuficientes para poder proporcionar una buena educación elemental. La tasa de alfabetización es aproximadamente del 96.4% de adultos, una de las más elevadas de los países eurasiáticos.

Muchos jóvenes escogen ser aprendices de monje o nehn, en un punto de sus vidas (no ocurre lo mismo con las mujeres). Es habitual que pasen 3 meses en un templo aprendiendo los principios del budismo y llevando la misma forma de vida que los monjes.

Además, la religión en Tailandia claramente mayoritaria es el budismo con un 95 % de seguidores. El 4% de la población es musulmana, y el 1 % restante son confucionistas, taoístas, cristianos e hindúes.

Algunas de sus máximas dicen: "La existencia es sufrimiento", "El deseo provoca el sufrimiento", "Elimina la causa del sufrimiento y el sufrimiento dejará de existir", "El camino de las ocho vías es la forma de eliminar el deseo".

El concepto central del budismo es el del karma, la evaluación de todos los actos de la vida y, después de morir, el renacimiento de ese karma en una nueva existencia. De esta forma, está en nuestra mano el determinar nuestra próxima vida, a mejor o a peor. El proverbio tailandés "Haz el bien y recibe el bien, haz el mal y recibe el mal", resume bien este concepto.

¿Cuánto de todo esto ha influido en el comportamiento de los doce 'jabalíes salvajes' rescatados en ese país? El tiempo lo dirá.

(Ambia y detallada información sobre el caso en mi blog:

www.cuatrobocaspe.blogspot.com

 


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