lunes, 9 de julio de 2018

¿Irresponsable o enviado divino?

Un ex monje de 25 años mantuvo con vida a los 12 niños atrapados en una cueva de Tailandia. Será el último en ser rescatado.

Algunos critican a Chanthawong Ekapol por haber llevado al equipo de fútbol a la cueva. Pero para otros, el joven que abandonó su vida monástica hace tres años, es casi una fuerza divina enviada para proteger a los niños.


La atención se centró en el único adulto, el exmonje novicio Ekapol, de 25 años, y en el rol que jugó tanto en esa situación difícil como en su supervivencia.

Mientras continúa la carrera desesperada para desentrañar cómo rescatar al grupo, algunos criticaron a Ekapol por haber llevado al equipo a la cueva. Aducen que un gran cartel en la entrada advierte sobre el riesgo de ingresar en la cueva en esta época cercana a la temporada de lluvias, y concluyen que Ekapol debería haberlo sabido.

Pero para muchas personas de Tailandia, Ekapol, que abandonó su vida monástica hace tres años, y poco tiempo después se incorporó a los Jabalíes como asistente del cuerpo técnico, es casi una fuerza divina enviada para proteger a los chicos mientras atraviesan el calvario que les toca vivir.

En una ilustración que se viralizó, puede verse a Ekapol sentado en la posición de loto, como hacen los monjes en meditación, con 12 pequeños jabalíes en sus brazos.

Según los oficiales del rescate, Ekapol es uno de los más débiles del grupo, en parte porque en los primeros días les dio a los chicos la ración de comida y de agua que llevaba consigo. También les enseñó a los chicos a meditar y a conservar la mayor cantidad de energía hasta que los encontrasen.

"Si Ekapol no hubiera ido con ellos, ¿qué le habría pasado a mi hijo?", dijo en una entrevista con un canal de televisión tailandés la madre de Pornchai Khamluang, uno de los chicos de la cueva. "Cuando salga, tendremos que ayudarlo a sanar su corazón. Querido Ek, yo nunca te culparía", dijo la mujer.


Según sus amigos, Ekapol es un huérfano que perdió a sus padres cuando tenía 10 años. Después se inició para ser monje, pero dejó el monasterio para cuidar a su abuela enferma en Mae Sai, al norte de Tailandia. Allí dividió su tiempo trabajando como asistente en el templo del monasterio y entrenando al equipo Moo Pa, que había sido recientemente conformado.

Ekapol logró construir una fuerte afinidad con los chicos, muchos de los cuales nacieron pobres o pertenecen a minorías étnicas, frecuentes en esa zona fronteriza entre Myanmar y Tailandia.

"Los amaba más que a sí mismo", dice Joy Khampai, un amigo de larga data de Ekapol que trabaja en un stand de café en el monasterio de Mae Sai. "No toma, no fuma. Es una persona que se cuida y que les enseña a los chicos a hacer lo mismo."

Ekapol ayudó a Nopparat, el director técnico, a diseñar un sistema en el que la pasión de los chicos por el fútbol pudiese motivarlos a destacarse académicamente. Si obtenían ciertas notas en la escuela, obtendrían como recompensa objetos relacionados con el fútbol, como tapones nuevos para sus botines o un pantalón corto nuevo.

Ambos pasaron mucho tiempo buscando patrocinadores y utilizaron al equipo Moo Pa para demostrarles a los chicos que podían convertirse en algo más que lo que podría esperarse de su pequeña ciudad, y que incluso algún día podrían llegar a ser deportistas profesionales.

"Les dio mucho de sí a ellos", dice Nopparat. Cuando los padres no podían, pasaba a buscar a los chicos y los llevaba de vuelta a sus casas, y se hacía responsable de ellos como si fueran su propia familia.

Según profesores de educación física de la escuela donde entrenaban, Ekapol también obligó a los chicos a seguir un estricto programa de entrenamiento que incluía andar en bicicleta por las colinas que rodean Mae Sai.

"Lo conozco, y sé que se va sentir culpable", dice Joy, un amigo suyo del monasterio.

En la mañana del sábado, la Marina tailandesa publicó fotos de cartas escritas por el grupo a su familia y al mundo exterior. Ekapol, que trazó unos garabatos sobre un trozo de papel amarillento extraído de un cuaderno, fue breve, pero incluyó una promesa y una disculpa. 

"Prometo darles a los chicos el mejor de los cuidados", escribió. "Quiero agradecer por todo el apoyo, y quiero pedir disculpas."

Fuente: La Nación de Argentina / GDA


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