Macaón y Podalirio, que atendían a los heridos griegos en la guerra de Troya, son los dos primeros médicos griegos cuyo nombre se conocen. La Ilíada los recuerda como "dos buenos médicos" en el ejército del rey Agamenón. Eran hijos del famoso Asclepio (en latín Esculapio), más tarde venerado como dios de la medicina, y héroes muy apreciados tanto por su valor guerrero como por su servicial saber quirúrgico.
Aquiles vendando las heridas de Patroclo durante la guerra de Troya. La curación de las heridas de guerra impulsó el desarrollo de la medicina. Copa de Sosias. Siglo V a.C.
Pero la figura que marca con su magisterio y sus escritos la etapa llama 'técnica' o 'científica' de la medicina griega es la de Hipócrates, que vivió más o menos entre 440 y 360 a. C.
En su isla natal de Cos fundó la escuela profesional que llevaría su nombre y donde compuso los primeros 'tratados hipocráticos', origen del Corpus hipocrático, una variada colección de casi sesenta textos médicos que formaron una biblioteca pionera especializada en la teoría y la práctica de la curación.
El Corpus recoge y examina, con una perspectiva metódica y racional, numerosos datos sobre enfermedades y aspectos varios del arte médico: anatomía, fisiología, ginecología, patología, epidemiología y cirugía.
Frente a esta terapéutica metódica y racional (la de escuelas médicas como la de la isla de Cos; la de la costa de Cnido, en Asia Menor, o la de Crotona, en la península Itálica) aparecen en Grecia otros lugares donde se practica una medicina religiosa en torno a los santuarios del divinizado Asclepio.
Es asombrosa la fama del culto de Asclepio y de sus santuarios –en Cos, Epidauro, Atenas y otras ciudades– desarrollada a partir del siglo V a.C. y aumentada en época helenística. Asclepio, hijo de Apolo, era un dios benévolo y de aire compasivo. Las ruinas de algunos santuarios atestiguan su prestigio y su riqueza, como sucede con el de Epidauro, con su magnífico teatro.
El aprendizaje de la técnica médica estaba ligado a un estrecho vínculo personal entre discípulos y maestros, tanto en las escuelas como en la vida profesional. De ahí el interés histórico de un documento como el denominado «juramento hipocrático», que precisa los deberes del médico para con su maestro y su familia, y, por otro lado, los del médico con los enfermos. El futuro médico jura solemnemente –por Asclepio y sus hijas Higiea y Panacea– «respetar a su maestro como a su padre, compartir con él sus bienes, atender a su familia y enseñar a sus hijos la medicina, si quieren aprenderla, así como a otros discípulos, y a nadie más».
Der.: Ruinas del famoso santuario de Asclepio en Pérgamo, la ciudad de los médicos, donde Galeno comenzó sus estudios de medicina.
Por otro lado, se compromete a ejercer el oficio guardando las normas: no dar veneno ni remedios abortivos –ni aunque lo soliciten los pacientes–, no revelar secretos de los enfermos, abstenerse de relaciones sexuales en las casas que se visiten, no hacer operaciones quirúrgicas si no son especialistas...
Los hipocráticos cuidan mucho la relación de los médicos con los enfermos; consideran que la buena disposición anímica del paciente ayuda a su pronta curación.
La tradición médica cobró una nueva perspectiva en Alejandría. Allí, en el Museo, destacaron Herófilo de Calcedonia y Erasístrato de Ceos, que progresaron en los conocimientos de la anatomía y el sistema nervioso, influidos por estudios del filósofo Aristóteles (inventor de la anatomía comparada) y por sus propios análisis, ya que en Alejandría se practicaron disecciones de cuerpos humanos. En Grecia no se hacían, por respeto a prejuicios religiosos. Los griegos diseccionaban sólo animales, especialmente cerdos y monos, pero allí diseccionaron cuerpos vivos de condenados a muerte, para observar mejor el funcionamiento de la sangre y los órganos internos.
En Alejandría y en Roma hubo diversas corrientes médicas, con distintas bases filosóficas: metódicos, empíricos, neumáticos, eclécticos. Pero todas quedaron superadas por la amplia obra y fama de Galeno de Pérgamo, que vivió en el siglo II d. C. Galeno escribió muchísimos libros, tuvo una carrera de inmenso éxito y fue médico de varios emperadores romanos. Sus obras fueron copiadas y comentadas durante siglos por griegos, romanos, árabes y cristianos, y el nombre de Galeno ha quedado como sinónimo del médico por antonomasia.
Fuente: National Geographic
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