martes, 17 de julio de 2018

El punto de oro

Por César Augusto Dávila

No. No es el que pretendió aplicarse Susy Díaz después de su retumbante romance con 'El Mero Loco' para solo conseguir un laborioso 'punto cruz' con remate de doble pespunte, porque hay cosas que ni el milagro compone, conforme  averiguan las potiprontas al final de su carrera.

No, pues. El auténtico 'punto de oro' es el que todos andamos buscando y algunos  lecheros encuentran de cazuela, emergiendo como poderoso industrial heredero de quién sabe cómo, siempre anheloso de fundar un periódico, para –por esa vía-llegar a Presidente de la República.

Por lo general, es el único vacilón que el 'punto' se queda sin conseguir, porque así es la vida y la política peruana es tan caprichosa que analfas, mamanis, yesenios o avengers terminan tumbando a pepekas, graduados en Harvard con fin de fiesta en Princenton, porque acá nada está escrito, como ustedes ya saben o terminarán averiguando un día de estos.


"Así es la nuez", como dijo don Bruno antes que lo defenestraran de su ministerio, o predicaba doña Nadine, antes que le robaran las agendas, que "nunca fueron mías".

Quien encuentra un punto de oro -periodista o aventurero- tiene que cuidarlo como mina en tiempos de la fiebre  de California, y hace bien, porque esta no solo es tierra de pachangueros imitadores, sino también  de inescrupulosos arrebatadores de ambos sexos que aprovechan una sencilla idita al baño para serrucharle el piso al más pintado descubridor o a la más  rumbosa vampiresa, conforme averiguaron las golden girls en mis años de bohemia, o el primo ese que tenía el tío Vlady y terminó arrimado a la vereda, después de presentarle el ponja a su habilidoso pariente.

El punto de oro financia cualquier proyecto -desde luego, prefiriendo el del periódico propio- o es capaz de pasear a su 'princesa' por medio mundo, colmándola de costosos regalos, hasta que se le acaba el antojo y el único caprichito que no le liga es el de la banda presidencial, frustración que ofrece como premio consuelo una curul parlamentaria o, a veces, un fajín ministerial, que servirá para desengañarlo acerca de sus sueños de poder y la fugacidad del mismo, riesgo de cana included, como se usa en nuestro territorio, pero, "algo es algo", como se dice cuando uno termina levantándose a la prima fea de la churrísima candy que no pudo conquistar.

Y entonces pues, adivinos bolavidriosos al margen y solo como divertimento presagioso, estamos en condiciones de averiguar desde ahorita mismo, quién será el próximo presi de nuestro amado country, sin dudas ni encontrones, como se dice en fino.

Analizando -a la volástica nomás- lo que solía decir Napoleón cuando saboreaba el exilio premonitor de su coronación como emperador de la Francia inmortal: "La guerra se gana con tres cosas: dinero, dinero…  y más dinero".

Porque aquí entre nos y a la francachela, considerando que ya no se puede -por lo menos, legalmente- recibir bille de la quebrada Venezuela o la 'misteriosa' Colombia, sin encender las luces de acuciosos investigadores que consuelan su carrera de misios sin destino, en tanto, los cholos con plata terminarán pronto correteados por la DEA y ya no liga el keikocuento de las polladas o cocteles. Entonces, ¿quién tendrá vento para los carísimos TVspots o las portátiles, sanguchazos, gritones, camioneros, banderolas o bailachinos de esos que inventaba el Mapache?

Solo hay uno nomás. Y ese es el único 'punto de oro' que se avizora en nuestro futuro inmediato. Pero, mucho ojo 'mermeleros profesionales', porque el tío ya está medio escaldado de tesis bamba, libracos a la copiandanga y otros milagros o cachimbeos del repertorio.

Y nada, pues, como dicen las invitadas de Gisela, cuando las obligan a exprimir sus cerebrutos. Solo queda uno… y a los demás ilusos, apenas les resta remendarse  la ilusión del 'punto de oro', que no llegaron a ser. Paciencia, brothers. Todavía existe el Vitocho que alucina el hemicirco, o el consuelo fugaz de un ministerio sin Mamanis. ¡Perú Campeón! ¿Cómo no voy a  quererte?


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