miércoles, 4 de julio de 2018

La incomunicación de los comunicados


La facilidad, rapidez y economía que representan los nuevos medios de comunicación suelen ser su nota más distintiva. Ahora bien: ¿nos comunican o terminan por dejarnos incomunicados?
Pasaré a contarles, a modo de ejemplo, cómo transcurrió el día sábado inmediato anterior en la vida de una amiga mía:

Nueve de la mañana. Se despertó con la música de la radio, la cual programa en su computadora para hacer las veces de alarma despertador. Tenía ganas de darse el gusto de su plan dietario: un riquísimo capuchino con tres medialunas saciaría su antojo. Ingresó a la red, y, en Favoritos, seleccionó una famosa cadena de comidas que cuentan con el gran servicio de enviar a domicilio desayunos, con el único requisito de domiciliarse a no más de dos cuadras de su negocio. Llenó el formulario, seleccionó su pedido y, apenas transcurridos no más de 15 minutos sonó el timbre de la puerta. Era su pedido.
Mientras su paladar degustaba el exquisito desayuno, recordó que, como todos los sábados, le tocaba realizar las compras en el súper. Entonces que se dirigió a la máquina, que por supuesto seguía encendida. Volvió a ingresar a Internet y se inmiscuyó en la dinámica página de una cadena de supermercados, que invitaba a pasear por sus góndolas en forma virtual. Seleccionó lácteos, carnes y verduras. Y no pasó por alto ingresar en el carrito la comida de su adorable y fiel compañero Felipe, un labrador retrivier. Prefirió abonar con tarjeta de débito, por lo que luego de darle el último enter a sus compras ingresó a la página de su banco para terminar de efectivizar su transacción comercial.
Después de 'ir' al súper, mi amiga tenía muchas ganas de darse un lindo gustito, de esos que las mujeres adoramos con profundidad: ¿por qué no ir de shopping?, se dijo. Entonces, no hizo más que poner un lindo almohadón comprado on line en una tienda de Estados Unidos, y se acomodó en su poltrona: una de sus páginas más favoritas estaba por abrirse. Recorrió negocios, buscó precios y seleccionó un lindo par de zapatos de su talla de una afamada marca comercial. ¡El lunes los tendría en casa!


Tantas compras, tanta actividad, mi amiga no podía creer cuando vio la hora: 2 de la tarde. !Hora retrasada de almorzar!
Decidió entonces correr al sillón y en un buscador conocido escribió: 'comida vegetariana a domicilio'. Su intención era no abrumar tanto a su estómago. Se encontró con un abanico de posibilidades, pero como el hambre la invadía, optó por no ir más allá de la segunda página y se registró en una de las empresas cuyo diseño y colorido realmente la incentivó: ¿la comida acaso no entra por los ojos?
"Gracias. En unos instantes le enviaremos su pedido", rezaba el cartel a modo de despedida. Y fue así como al cabo de media hora, durante la cual mi amiga aprovechó para mandarle una tarjeta electrónica de cumpleaños a una amiga suya, llegó el menú esperado. Mientras lo degustaba, recordó que en la fecha sus padres celebraban su 40 aniversario de casados: ¿Qué mejor que una merienda sorpresa?, pensó, y fue así que ni bien cruzó los cubiertos sobre el plato, se dispuso a buscar por Internet empresas dedicadas a ofrecer ese servicio. Encontró varias, por lo que, tras comparar entre precio y calidad, se decidió por una: hizo el pedido on line, optó por pagarlo operando a través de su banco amigo y en pocas horas sus padres apreciarían de una exquisita canasta decorativa, llena de tentaciones y con un vino incluido.
Ya entrada la tarde, mi amiga, súper fanática de Miguel Mateos, decidió chatear con sus colegas fans e intercambiar información. Luego recordó que mientras el día transcurría un fuerte dolor de muelas la aquejaba; empezó a buscar información sobre el tema leyendo muchos artículos especializados e interesantes y muchos otros que no lo eran, dado el escaso sustento académico que presentaban. Envió varios mails a diferentes centros odontológicos para asesorarse respecto de turnos y costos.


La tarde iba cayendo y, su novio, fanático de Depeche Mode, estaba por llegar. Qué mejor que regalarle un par de temas, pensó mi amiga romántica. Así fue como compró on line algunas canciones de este grupo y hasta le bajó un ring tone para su celular.
A las 9 de la noche llegó el susodicho. ¿Cuáles serían los planes para la noche? Un buen sushi representaba una excelente opción a la que se sumaría como postre un riquísimo helado artesanal. Y por supuesto todo este menú gourmet solicitado a través de la red. Los casi 35 grados de sensación térmica que informaban las portadas de los diarios en Internet invitaban a no apagar el aire acondicionado y a no soltarse el rodete del cabello.
Fue así como el día transcurrió y mi amiga proclamó: "Hoy hice de todo", y no era mentira: satisfizo su estómago, agasajó a su novio, se hizo un mimo a su autoestima, compartió su fanatismo, saludó a una amiga, sorprendió a sus padres, se comprometió a proteger su salud bucal… ¡cuántas tareas cumplidas! Y cuántas operaciones y comunicaciones efectuadas desde su sillón!
Lo cierto es que durante todo el sábado, mi amiga no sacó sus narices a la calle, no miró a los ojos a nadie -a excepción de su novio porque fue él quien vino a su casa- ni articuló vocablo alguno en su boca. 
Sin embargo, no era menos cierto que realmente efectuó un sinnúmero de tareas y de transacciones comerciales que, de no ser a través de la red, difícilmente hubiera podido realizar en un solo día.
Esta chica es una ferviente fanática de los nuevos medios de comunicación. A ella le encanta estar comunicada, pero, ¿lo estuvo realmente o la incomunicación reinó en su vida? 


El debate queda abierto. Los dejo, porque me voy a chatear con mi amiga!

 


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