El intelectual y conductor  de televisión, una de las mentes más brillantes de nuestro país, falleció  este viernes a los 80 años, tras complicaciones en su salud. La siguiente es la  entrevista que concediera a realizada por la periodista Maribel de  Paz y publicada en el suplemento Luces del diario El Comercio el 20 de marzo de  2017:
    
    — Usted ha dicho  que hay una declinación indefinida de la inteligencia. 
Eso  era previsible y no está sujeto a ningún lamento. Peter Medawar, el premio  Nobel de Medicina, dijo en 1974 que desde la década de 1940 la inteligencia ya  había comenzado a declinar, y que seguiría declinando […]. Estamos en plena  levedad del ser, de la cual habla Lipovetsky en su libro "La era del vacío".  Nos guste o no, la sociedad cibernética, la era digital, son realidades que han  venido para quedarse. Y ahora con esto de las redes ahí el ser humano hace lo  que quiere, no tiene ningún atajo en absoluto.
    — Hay esta  demencial atracción tanática, por ejemplo, de irse a tomar fotos con el huaico. 
  La  atracción tanática está en función de cierta uniformidad existencial. La  inminencia de un huaico, o el vaticinio de un terremoto, es una especie de  sacudón emocional que se está buscando, aun cuando el costo sea altísimo. Creo  que eso nos puede llevar a apretar el botón rojo, a que se produzca el "orgasmo  cósmico", que explote todo y volamos todos. Es esa 'busca' de las emociones  fuertes, paroxismales, extremas. Como la vida es tan chata, y los seres humanos  son tan chatos, un terremoto, un maremoto o un huaico nos sacan de esa chatura,  por supuesto.
    — En los años 70  usted solía leer dos libros al día. 
  Sí,  pero ya no. Primero, porque el paso del tiempo limita a la persona, y a mí me  ha limitado la visión; y, luego, porque uno termina cumpliendo el mandamiento  de Martín Adán. En "La casa de cartón" dice: "Límpiate los ojos de  entusiasmos". Y, claro, en esa época no me los había limpiado, estaba  entusiasmado. El entusiasmo es una palabra griega que quiere decir que está  inspirado por los dioses. Entonces, uno está, pues, con una inspiración divina…  Yo no volvería a hacer las cosas que he hecho en la década del 70 en temas de  divulgación.
    — ¿Es indefectible  esa declinación del entusiasmo?
  En  mi experiencia sí. Lo que yo lamento es que de los 80 para aquí hayan  desaparecido programas que debieron seguir, y voy a mencionar un par: Eduardo  Lores tenía un programa llamado "La luz de la ciudad" que era muy bueno. Luego,  el doctor César Miró tenía un programa de una hora el día viernes. Estamos  hablando de hace 40 años, y a partir de ahí ya no he visto nada que se parezca.
    — Ha dicho alguna  vez que el hombre tiene una interioridad cada vez menor. ¿Cómo salvaguardar su  propia interioridad en esta época del imperio de las redes sociales?
  Yo  tengo poca interacción con los otros seres humanos, y no me interesa tenerla  tampoco, así como a ellos tampoco les interesará. No le podría contestar  cabalmente esa pregunta, porque eso significa que una persona esté en  permanente relación, que esté en el ida y vuelta. Yo no.
    — En su penúltima  columna ha escrito sobre la caracterización formal del ser humano. ¿Cómo  definiría usted al ser humano en su esencia? 
  Planteado  así es una pregunta filosófica… Hay seres humanos rescatables, pero para que  uno sea rescatable en el campo humano tiene que tener significancia. Pablo  Macera tiene una frase muy buena: "El tamaño de la promesa de una historia  cualquiera depende siempre de nuestro propio tamaño". Claro, si somos  pequeñitos, lo que hagamos y lo que seamos será pequeñito. Hay que reformular  el asunto en esos términos: ¿cuál es nuestro tamaño, cuál es nuestra promesa,  qué pretendemos? Y en esa medida nos acercaremos algo más a la verdad.
    — ¿Cuál es el peor  desliz del habla peruana, el haiga o el nadies?
  Bueno,  el haiga ahora es un barbarismo, pero tiene una raigambre clásica, no sabría  qué decirle… lo que pasa es que la mayor parte de mis interlocutores han sido  gente culta. Yo he entrevistado más de una vez, por ejemplo, al doctor Luis  Alberto Sánchez, cuando todavía veía algo, y me decía [sobre sus problemas de  la vista]: es como si me hubieran puesto una cañita de gaseosa, y yo veo eso.
    —Usted tiene  también la visión disminuida. 
  Sí,  prefiero que me lean, aunque no es lo mismo. Pero hay una cosa, que como yo ya  he leído tanto, entonces no me problematizo.
    — A los 78 años,  ¿tiene un poquito más de esperanza en el género humano?
  No,  pero hay una razón. La escuela etológica contemporánea ha demostrado que en la  medida en que un ser como el llamado ser humano pierde el caudal instintivo,  entonces asume la llamada inteligencia superior, que es lo que nos distingue  del resto de animales. Esto en teoría es una definición notable, pero el hecho  de que la inteligencia superior nunca ha tomado en cuenta que nosotros no  tenemos un cerebro, sino tres, y con tres cerebros, el rector en realidad es el  cerebro emocional –el sistema límbico– y el paleoencéfalo –el sistema reptiliano–,  y no el neocórtex. Entonces, estamos sujetos al imperativo emocional, y eso ya  no tiene compostura.
    — Doctor, ¿hay  recodos de felicidad para usted?
  A  estas alturas, para mí una vida feliz es una vida sin achaques.
    — Toma con calma su  problema con la vista. 
  Sí,  ¿pero qué voy a hacer? El glaucoma es el asesino silencioso. Cuando uno se da  cuenta ya solo tiene visión periférica. Claro, sería trágico que estas cosas  ocurran cuando se tiene 40 años, no ya a esta edad, pues, como dicen los  chinos, cuando uno ya está pronto para saludar al mundo. Hay dos cosas que  indican en chino que el paciente está a punto de morir: uno, que va a saludar  al mundo y, la otra, que ya no fuma. Por otro lado, en chino no existe la  palabra amor, ni la palabra felicidad. Son énfasis culturales de occidente.  Parece que es la maravilla de las maravillas. No, pues, la gente no tiene en  cuenta todas las desgracias que trae consigo el amor.
    — ¿Conscientes pero  reincidentes a propósito?
  Sí,  pero a partir de los trovadores con el loco amor, de las personas que se matan  por amor, toda esa huachafería… La canción popular es de amores desgarrados. El  amor feliz no tiene historia. Como el matrimonio, tiene que ser desgarrado,  infeliz, para que tenga historia, sustento, si no es muy aburrido.
    — ¿La vida feliz es  acaso una vida tonta?
  El  sufrimiento es útil, lo que no está bien es el sufrimiento estúpido, y la mayor  parte del sufrimiento es estúpido… El famoso explorador del Ártico, Rasmussen,  conoció a un gran chamán, Igjugarjuk, a quien le preguntó: "¿Cómo ha logrado  usted llegar a ese nivel?". El chamán le dijo: "Viviendo apartado de los seres  humanos".