sábado, 4 de agosto de 2018

Historia de un papel

Por César Augusto Dávila


Ese romance era un secreto a voces, pero todos mirábamos para el techo. Quién sabrá nunca porqué, pero la joven reportera se había enamorado perdidamente del director del Diario y este, cual 'Caballo viejo de la cumbia, entendía que en esta vida "no hay que perder la oportunidad".

Y así marchaban las cosas. Entre cierrapuertas de  la dirección -con reportera dentro- y saliditas precipitadas con arreglo de peinado y estirón de falda, que todo el mundo entendía, si bien -periodistas solidarios al fin- nadie comentaba.

Pero cierta día, otra coleguita más avispada y mayor kilometraje que la princesa del cuento, la instruyó adecuadamente, y entonces la bella chica ilusionada, cuadró a su elusivo amante contra las cuerdas, exigiéndole que se divorciara de su legítima esposa para -obviamente- casarse con ella, y fin de la trampa, mis queridos sapolines.

Lamentablemente, los libretos de estas telenovelas no están escritos para el happy end y el hombre hizo un juego de sombras, apelando al viejísimo truco de las postergaciones y otros tangos, más antiguos que 'Besos Brujos' cantado por Libertad Lamarque, hasta que la chibola no aguantó más y lanzó su ultimátum: "O te divorcias o se acabó todo entre nosotros."

Pero los viejos jugadorazos no pierden el pleito así nomás, y, como es de suponer, el men tenía un as bajo la manga.

Se acolleró con otro colega que hacía Judiciales en otro diario y, chelas de por medio, consiguió que el pata le publicara  un 'sueltito' anunciando que don Fulano -el dire del cuento- y doña Fulana, es decir, su esposa, habían iniciado trámites ante el juzgado tal y patatín patatán, hasta el Día de San Juan.

Entonces, el presionado súper galán, recortillo en mano, sorprendió a su incauta princesa y reanudó a todo forro el interruptus y alborotado romance, mientras se tramitaba el bamba divorcio, que -en este segundo acto, íntimo además- demoró algo así como diez años.

La niña (es un decir) guardaba en su cartera el dichoso y falso papelito, que mostraba a sus compañeras de chamba y también a una sorpresiva, curiosa tía que llegó a interesarse por el long play telerromance que parecía vivir esta 'Milechi' sin cortes comerciales.

Pero, el Gran Padre Tiempo, que no cree en cuentos, puso cierta tarde en trance de cáncer  al galán de este reality y, en su momento, lo disparó a la 'Dimensión desconocida', dejando a la -ya no tan- chibola, llorando a mares, sin divorcio posible y  casorio menos, porque así son las cosas, mi estimado,

Años más tarde, la ya exmuchacha de la historia me visitó en mi oficina bancaria, en busca de un avisacho para la revistacha en la cual refugiaba su dolida viudez heterodoxa, para decirlo en fino.

Hablando de todo un poco, quiso maldecir a su antiguo, mentiroso amante, cosa que no le permití, pues yo creo que aquello que se ha querido alguna vez debe guardarse sin bronca, en el zoncal de los remembers y "cántame ese vals, patita, que pusiste el otro día"… y nada más, compadrito.

"Tienes razón", me dijo, y como reviviendo una de esas pelis sin palabras, puso ante mis ojos el trajinado, amarillento y resobado  recorte falsifaz de un 'divorcio' que el viento se llevó, y dejó escapar una traviesa lágrima, por esas cosas del ayer, obligándome a consolarla a medias. En fin.

No tuve valor para decirle que eso también había sido una mentira. Pero estoy seguro de que nadie le quitará, como se dice, lo bailado. Y le di el avisacho también. "A ver si de algún modo se consuela", pensé. Porque así es la vida… y al fondo hay sitio, como nos explicó triunfalmente el jugador Efraín Aguilar, mi pata de todos los tiempos. Sin mentiras.

 

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