8 Meses y 22 días después del trasplante. Al conocer a Katie, Sandra estudia su rostro, el que fue el de su nieta. "Estás preciosa", le dice. Katie no es idéntica a su nieta, Adrea, pero Sandra vio a Adrea en su nariz y su boca. Antes de conocerse, Katie había llorado de puro nerviosismo. Después dijo: "me sentí como si fuese mi abuela. Me sentí muy querida". Sandra explicó posteriormente que tenía ganas de decir a Katie que la llamase 'amma' como hacía Adrea.
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1) Trece meses después del trasplante. Katie puede cerrar los ojos, arrugar la nariz, fruncir los labios y, como dice Gastman, "tiene una sonrisa en proceso". Desde entonces los médicos le han ajustado el maxilar inferior y probablemente le afinarán la cara, le atenuarán las cicatrices y le mejorarán los párpados. Con el tiempo su rostro irá recuperando la funcionalidad. "No es como mi cara normal, pero parte de mí piensa: 'esta es mi cara, ahora es mi cara'", dice Katie.
1) Sandra Bennington, abuela de la donante, Adrea Schneider, llora mientras habla de su nieta. Sandra decidió donar el rostro de Adrea cuando esta no superó una sobredosis de drogas. Adrea no lo tuvo fácil en la vida, recuerda su abuela. Su madre era toxicómana y Adrea nació con drogas en el organismo. Antes de morir se sometió a programas de desintoxicación y había recuperado la relación con su abuela. "Venía de visita, nos reíamos y hacíamos el tonto", dice.
Esta historia empieza con dos tragedias. La primera es la de Katie, y la de cómo un momentáneo impulso adolescente cambió para siempre su vida y la de los suyos. Fue un intento de suicidio con escopeta. Un disparo que le destrozó la nariz, la boca, la mandíbula, la cara, parte de la frente y casi toda la visión. Ocurrió el 25 de marzo de 2014.
La segunda tragedia, ocurrida unos tres años más tarde, fue la de Sandra Bennington, que perdió a su nieta Adrea, de 31 años de edad, por una sobredosis. Adrea había expresado el deseo de donar sus órganos, pero fue Sandra quien tuvo que tomar la decisión extraordinaria de donar a Katie el rostro de su nieta.
Adrea "ya no necesitaba su cara –dice Sandra–. Cuando nos vamos al cielo recibimos un cuerpo nuevo […]. Fue difícil, pero pensé: Dios mío, una chica tan jovencita que necesita una cara. Sería maravilloso. Simplemente me pareció que era lo debido".
Fuente: National Geographic
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