Publicado en el diario oficial El Peruano el 19.08.18
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A lo largo de la historia muchas mujeres fueron relegadas a un segundo plano. Su discriminación hizo estragos en todos los ámbitos: social, político, económico, en fin. En pos de la primacía masculina se ha marginado, burlado, ignorado, ocultado, e incluso, torturado a cientos de mujeres.
Uno de los campos más discriminatorios ha sido la ciencia. Siempre se buscó, ex profeso o no, minimizarlas, privándolas del éxito que su genio y sus logros merecían.
Peor aún. Otros se atribuyeron sus descubrimientos y fueron galardonados sin que ellas fueran siquiera mencionadas. Es decir, les robaron la titularidad de sus creaciones, y se apropiaron de los logros que ellas alcanzaron con su mente brillante.
Un primer caso fue el de la Rosalind Elsie Franklin, biofísica y cristalógrafa inglesa especializada en el campo de la biología molecular, que descubrió la estructura del ADN, un modelo que se atribuyeron, sin su permiso ni conocimiento, James Watson y Francis Crick, quienes resultaron premiados con el Nobel de Fisiología o Medicina 1962, que habían seguido por años sus investigaciones.
Otros hallazgos de la misma científica consolidaron la base para que otro compañero suyo, Maurice Wilkins, se hiciera también con la misma distinción.
El trabajo de Franklin no fue reconocido porque murió prematuramente de cáncer de ovarios. Se sugirió al Comité del Premio Nobel que ella fuera reconocida con el Nobel de Química, pero los encargados rechazaron su candidatura a título póstumo. Aunque nunca explicaron las razones, no es difícil deducir cuáles eran estas.
Otro fue el caso de Lise Meitner, física sueca de origen austriaco con un amplio desarrollo en el campo de la radioactividad y la física nuclear, y verdadera autora del descubrimiento de la fisión nuclear. Su compañero de investigación, Otto Hahn, recibió en su lugar (imaginémonos el porqué) el premio Nobel por su hallazgo (1944). Años más tarde, el meitnerio (elemento químico de valor atómico 109) fue nombrado así en su honor.
Igual 'suerte' corrió la irlandesa Jocelyn Bell Burner, la astrofísica que descubrió la primera radioseñal de un púlsar. Su descubrimiento fue parte de su propia tesis. Sin embargo, el reconocimiento fue para para Antony Hewish, su tutor, a quien se le otorgó el Nobel de Física en 1974, sin mención alguna al trabajo de Bell. Hasta hoy este es un tema de controversia.
La microbióloga estadounidense Esther Lederberg condujo investigaciones pioneras en el campo de la genética. Desarrolló técnicas básicas que se perfeccionaron más tarde y contribuyeron al entendimiento de cómo funcionan los genes. Su trabajo ayudó a su marido, Joshua, a ganar un premio Nobel en 1958. Sin embargo, nadie, ni siquiera su pareja, la mencionó a ella.
Igual ocurrió con Ida Noddack (o Ida Yacke, nombre de soltera), química y física alemana, que en 1934 fue la primera científica en mencionar la idea de la fisión nuclear, que forma parte de los campos de la química nuclear y la física. Ella encontró dos elementos nuevos -renio y masurium- que Dmitri Mendeleev predijo formarían parte de la tabla periódica. En los libros de ciencia se la cita como descubridora del renio. Pero el descubrimiento del masurium, que ahora se conoce como tecnecio, se atribuye a Carlo Perrier y Emilio Segre. Fue otra apropiación de la genialidad de una mujer.
La científica china-estadounidense Chien-Shiung Wu fue una de las físicas más importantes del siglo XX. Pese a que participó en el desarrollo de la bomba atómica como parte del Proyecto Manhattan, muy pocos han escuchado su nombre. Muchos la conocían como la 'Madame Curie de China'. En los años 50 los físicos Tsung-Dao Lee y Chen Ning Yang le pidieron ayuda para refutar lo que en física se conoce como la ley de paridad. Los experimentos de Wu dieron por tierra con esa ley. Esa clave para la ciencia le valió un Nobel de Física (1957) a Yang y Lee, pero a Wu se la dejó de lado aunque su participación fue vital. Nadie sabe por qué.
Otro tanto ocurrió con la inventora de la sierra circular, Sarah 'Tabitha' Babbitt, quien en 1810 ideó esa herramienta mientras trabajaba en su rueca y observaba a sus hermanos cortar madera. Ella nunca patentó su invención. De ello se encargaron dos franceses tres años más tarde cuando descubrieron la existencia de la sierra en los papeles de Shaker. Esta brillante mujer inventó también la rueda giratoria y los dientes postizos, pero nadie se acuerda de esto.
Una excepción a la regla fue el caso de la científica polaca Marie Sklodowska (Marie Curie), la única persona, mujer además, dos veces ganadora del Premio Nobel: de Física (1903), junto a su esposo Pierre Curie; y de Química (1911).
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