No sé si se habrán dado cuenta, pero el nuestro no es precisamente un país. Es un aborto. Es un error. Es la utopía de Tatán, el sueño de algún Wolfenson, la pesadilla de Basadre.
¿Qué es un país en el que el Poder Judicial es, con breves excepciones, una cueva de asaltantes que, billetera en ristre, deciden quién va a la cárcel y quién merece las dudas razonables (así se trate de violadores), quién gana en los litigios civiles, quién se queda con las acciones, la herencia, los devengados, los hijos disputados?
¿Qué es un país cuyo Tribunal Constitucional -máxima instancia del garantismo- está manchado por sentencias corregidas a mano y concebidas muchas veces desde intereses particulares?
¿Qué es un país en donde el Ministerio Público, que protegió siempre a Alan García, está hoy redundantemente gobernado por el amigo de una mafia recién descubierta?
¿Qué es un país en el que dos o tres veces al año algunos jueces 'superiores' son descubiertos recibiendo dinero en efectivo para prevaricar?
¿Qué es un país en el que el Congreso está dominado por el hampa política heredera del gobierno más corrupto del siglo XX?
¿Qué es un país en el que esa hampa ha organizado un gobierno paralelo e ilegítimo y a sus congresistas los usa como guardaespaldas de la corrupción que ella protagoniza y arropa?
¿Qué es un país que no puede reconstruir lo que el desborde de los ríos destruyó hace más de año y medio?
¿Qué es un país que no puede prever la asistencia más elemental para los que sufren, cada año, inevitablemente, heladas y friajes?
¿Qué es un país en el que las mujeres son violadas, maltratadas y quemadas mientras algunos de esos machos neandertales son liberados por jueces peores que ellos?
¿Qué es un país en el que salir a la calle puede ser una aventura de consecuencias fatales?
¿Qué es un país en el que la economía tiene un 75 % de informalidad?
¿Qué es un país que carece vitaliciamente de una atención decente en materia de salud pública y aún así permite el ingreso de casi 500,000 extranjeros sin coordinar con los países vecinos una política común?
¿Qué es un país que desprecia la investigación y la ciencia?
¿Qué es un país en el que la gente de medianos recursos tiende a huir de la educación subsidiada por el Estado y aprende en colegios y universidades de dudosísimo origen?
¿Qué es un país en el que, a pesar de una década de precios dorados de la minería, hay más de 40 % de niños con anemia?
¿Qué es un país que asiste impasible a su deforestación y a la intoxicación de sus pastos y fuentes de agua?
¿Qué es un país que tolera una república independiente dedicada al narcotráfico y al asesinato de militares y policías, que eso es lo que es el VRAEM?
¿Qué es un país en el que el presidente elegido fue echado por corrupción y la presidenta de facto -la mujer más poderosa del Perú según una encuesta- es hija de un delincuente liberado por aquel presidente lobista e inescrupuloso?
¿Qué es un país que lotiza y mapea sus regiones para entregarlas a proyectos mineros y energéticos mientras su agricultura de consumo interno se halla en permanente crisis?
¿Qué es un país que quiere entrar a la OCDE mientras, según el Foro Económico Mundial, ocupa el puesto 89 (de 130) en el rubro de infraestructuras?
¿Qué es un país que ha renunciado a tener industria propia y se propone al mundo como un mega restaurante donde, si no hay huelga de trenes o de ómnibus, o si no hay sobreventa de boletos, también se puede ir a Machu Picchu?
¿Qué es un país que se siente tigre económico pero que tiembla cada vez que bajan el oro y el cobre?
Mejor no sigo haciendo preguntas. Es un ejercicio depresivo.
Nada de lo dicho, sin embargo, debería significar que no tenemos remedio.
Lo tenemos y está a la mano.
Debemos romper con el Perú antiguo, esta pestilencia. Debemos fusilar a la tradición del estoicismo, la obediencia, la cerviz doblada. Necesitamos una centrista revolución de la inteligencia, un motín de la meritocracia, una sublevación nacional de la decencia.
¿No hay líderes para eso? Pues barramos la basura actual e inventemos el futuro. Retemos a los políticos a ponerse a la altura del desafío. Seamos exigentes. No permitamos que los zombis nos sigan mintiendo.
La solución está en la gente, en las mayorías engañadas, en los pálidos de a pie, en los que aguantan el invierno en Ticlio Chico, en las clases medias que están a punto de no serlo si la burbuja mundial estalla, en los que, estando arriba de la pirámide, son conscientes de que el Perú no da para más.
Sobre esta hediondez no es posible construir nada. Ser radical ya no es una opción sino un mecanismo de defensa. Pensar en un país distinto es un asunto de higiene y supervivencia.
Pero, claro, aquí tenemos un obstáculo. La prensa grande está al servicio de los grandes intereses. Y los grandes intereses aspiran a que todo siga igual haciendo cambios cosméticos.
La peor prédica que podamos oír es aquella de que la anarquía llegará si optamos por los cambios. Es preferible un periodo de desorden que este orden malévolo.
Al fin y al cabo lo que necesitamos es gente limpia haciéndose cargo de un sistema vigilado por una democracia atenta y actuante. Con un Danton depurado nos basta. Habrá que buscarlo.
Fuente: César Hildebrandt en sus trece
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