Las primeras estrellas del espectáculo
La Belle Epoque (expresión francesa que designa el período de la historia de Europa comprendido entre el final de la guerra franco-prusiana en 1871 y el estallido de la I Guerra Mundial en 1914) fue testigo del boom de las actrices famosas, cuya imagen contribuyó a difundir los nacientes medios de comunicación. Cada una se hizo un espacio en el panorama artístico e intelectual de la época. Los nuevos medios de transporte les permitieron actuar en los escenarios de Europa y América, convirtiéndolas en las primeras estrellas globales. Todas ellas destacaban por su belleza, pero también por su personalidad y su estilo de vida, salpicado de notorios romances con hombres poderosos (casados en muchos casos), que provocaron no pocos escándalos, ya que se alejaban de los cánones femeninos tradicionales. Fueron sobre todo bailarinas, actrices y cantantes, pero también se dedicaron a la literatura o a las actividades empresariales, haciéndose un lugar en un mundo dominado por hombres sin necesidad de estar subordinadas a ellos. A su manera, sirvieron de ejemplo para las mujeres y contribuyeron a su emancipación haciendo revolucionarias en aquella época como vestir pantalones o fumar.
Lina Cavalieri
La soprano y actriz Natalia Cavalieri fue considerada «la mujer más bella del mundo» y fue una de las estrellas más retratadas de principios de siglo XX. Llegó muy joven a París procedente de Italia y pronto se dio a conocer gracias a sus actuaciones en diversos locales de la ciudad. Obtuvo un gran éxito como soprano desde su debut, en 1904, en la Ópera de Montecarlo, que la llevó por los principales teatros de Europa y Estados Unidos. Murió en 1944 junto a su cuarto marido durante un bombardeo aliado que alcanzó su casa en Florencia. En esta imagen aparece retratada en el estudio Reutlinger. Museo d'Orsay, París.
Sarah Bernhardt
Sarah Bernhardt, cuyo nombre real era Rosine Bernard, nació en París en 1844. La actriz francesa más importante de finales del siglo XIX triunfó en Francia, Inglaterra y Estados Unidos con su estilo natural, muy alejado de las viejas normas del teatro galo llegando a interpretar papeles masculinos, como el 'Hamlet' de Shakespeare. Desde 1899 administró su propio teatro en París y en 1914 fue condecorada con la Legión de Honor. En esta imagen aparece caracterizada como Melisana en 'La princesa lejana', de Edmond Rostand.
La condesa de Noailles
Anne de Noailles, aristócrata francesa de origen rumano, tuvo un destacado papel en la vida literaria del París de fines del siglo XIX. Noailles logró un gran éxito con sus poemas cargados de insinuaciones eróticas y numerosos artistas de la época la retrataron, como el que realizó Ignacio Zuloaga en 1913 y actualmente expuesto en el Museo de Bellas Artes de Bilbao.
La Bella Otero
Se hacía llamar Carolina aunque su verdadero nombre era Agustina, y a pesar de haber nacido en la localidad pontevedresa de Valga decía que era andaluza y de origen gitano. La Bella Otero cultivó su imagen de mujer exótica inventando muchos episodios de su biografía y conquistó París desde el escenario del Folies Bergère. A sus dotes artísticas añadió una fama de mujer fatal, confirmada por una larga lista de amantes entre los que se contaban magnates, políticos e, incluso, reyes, como Guillermo II de Alemania, Leopoldo II de Bélgica y Alberto de Mónaco.
Loïe Fuller
Actriz y bailarina norteamericana, Marie Louise Fuller causó sensación con sus danzas serpenteantes en las que utilizaba tejidos vaporosos y luces multicolores. Fue una de las primeras artistas norteamericanas en triunfar en los escenarios europeos y su dominio de los efectos visuales sobre el escenario inspiró a los hermanos Lumière y a Georges Méliès. Fuller también atrajo la atención de artistas como Toulouse-Lautrec y Rodin e incluso de científicos como Pierre y Marie Curie. Mujer polifacética, fue también escritora y productora y se convirtió en la mentora de Isadora Duncan en la capital francesa.
Fuente: National Geographics
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