miércoles, 8 de agosto de 2018

Piolinadas

Tres mujeres fugitivas


Una noche, tres mujeres escapan de la cárcel. Una era rubia, una morena y una pelirroja. La policía las seguía, pero la morena les señala una fábrica vieja y abandonada, perfecta para esconderse. Cuando las tres estaban dentro, rápidamente deciden esconderse en viejos sacos de papas en una esquina, ya que la policía se estaba aproximando a la fábrica.

Todas se meten en pequeños sacos de papa y un minuto después la policía entra estrepitosamente por la puerta. Miran los sacos y dicen: "Hummm, quizás estén escondidas ahí dentro."

El oficial patea el saco de la pelirroja, pero ella emite ruidos gimoteantes. "Hummm solo cachorros en ese saco."

El oficial patea el saco de la morena, y ella imita el maullido de los gatitos. "Hummm solo gatitos en ese saco", dice.

Finalmente, patea el saco de la rubia, y escucha:

Patatas, patatas!'

Un problema envidiable


Cuando un hombre nota por primera vez que su pene se estaba haciendo cada vez más largo, estaba encantado. Pero varias semanas y varias pulgadas más tarde, se preocupa y va a ver a un urólogo.

Mientras su esposa esperaba afuera, el médico lo examina y le explica que, aunque era raro, su condición podría corregirse con una cirugía menor.

La esposa del paciente se acerca ansiosamente al médico después del examen y le pide informe sobre el diagnóstico y la necesidad de una cirugía.

"¿Cuánto tiempo estará con las muletas?", pregunta ella.

"¿Muletas?", se sorprende el médico.

"Bueno, sí", dice la mujer. "Le va a alargar sus piernas, ¿verdad?"

Monjas con sed


Mientras compraban en una tienda de alimentos, dos monjas pasan junto a la sección de cervezas, vino y licores. Una le pregunta a la otra si le gustaría una cerveza.

La segunda monja responde que, de hecho, le gustaría mucho beber una, pero que se sentiría incómoda al comprarla. La primera monja responde que manejaría la situación sin problemas.

Coge un paquete de seis cervezas y se las lleva al dependiente.

El joven se sorprende, pero la monja dice: "Es para lavarnos el cabello".

Sin pestañear, el chico busca debajo del mostrador y coloca un paquete de galletitas saladas con forma de cilindro en la bolsa con la cerveza, y comenta:

"Los rulos los pago yo."

Cartero superveloz


Antonio consiguió un trabajo a tiempo parcial en la oficina de Correos. Estaba emocionado, porque había estado buscando empleo durante un tiempo, pero sin suerte.

El primer día se dirigió a la oficina de Correos rebosante de confianza. La primera tarea que le asignó su supervisor fue la de clasificar el correo. Antonio separó las cartas tan rápido que sus movimientos fueron literalmente borrosos. Su supervisor no pudo entender cómo era capaz de trabajar tan rápido, pero no lo cuestionó.

Al final del día, el supervisor se acercó a Antonio, y le dijo: "Quiero que sepas que estoy muy satisfecho con el trabajo que hiciste hoy. Eres uno de los trabajadores más rápidos que hemos tenido."

"Gracias, señor -respondió Antonio radiante-; mañana intentaré hacerlo aún mejor."

"¿Mejor? -preguntó el supervisor con asombro-. ¿Cómo puedes hacerlo mejor de lo que hiciste hoy?"

Antonio respondió: "Mañana leeré las direcciones de las cartas".

Mujer exigente


Un hombre entra en su restaurante de lujo favorito, y mientras está sentado en su mesa habitual, se da cuenta de que hay una hermosa mujer sentada a solas en una mesa cercana.

Llamó al camarero y le pidió que le enviara la botella de vino más cara, sabiendo que si la aceptaba, a mujer sería suya durante toda noche.

El camarero toma la botella y se la envía rápidamente a la chica, diciendo que es del caballero de una mesa cercana.

La chica mira al hombre, luego al vino y decide enviarle una nota.

La nota decía: "Para que acepte esta botella de vino, necesitas tener un Mercedes en tu garaje, un millón de dólares en el banco y 20 cm entre sus pantalones".

El hombre, después de leer esta nota, le envía una respuesta:

"Para que lo sepas, me puedo desprender del Lamborghini, el Ferrari y el BMW que tengo en mi garaje y quedarme solo con el Mercedes; también puedo desprenderme de 19 millones y quedarme con solo un millón en el banco, pero por nada del mundo me cortaría 5 cm de mi miembro ni siquiera por una mujer tan hermosa como tú. ¡Devuélveme el vino."

Monja práctica


Una monja y un sacerdote que viajaban por el desierto se dan cuenta a medio camino que el camello que usaban como transporte estaba a punto de morir. Instalaron un campamento improvisado, a la espera de que alguien viniera a su rescate. Pero fue en vano. Pronto el camello murió. Tras varios días sin ver a nadie, se dieron cuenta de que no iban a ser rescatados.

Oraron mucho, por supuesto, y discutieron su situación en gran profundidad. Finalmente, el sacerdote le dijo a la monja: "Hermana, estoy a punto de morir, y siempre he deseado algo bastante terrenal: ver desnuda a una mujer. ¿Te importaría quitarte la ropa? ¿Puedo mirarte?"

La monja pensó en su petición algunos segundos, y ya que iban a morir no le importó quitarse la ropa. Mientras lo hacía, comentó: "Bueno, padre, ahora que lo pienso, nunca he visto a un hombre desnudo tampoco. ¿Te importaría quitarte la ropa también?"

El sacerdote también se desnudó. Al verlo en cueros, la monja exclamó: "¡Padre! ¿qué es esa pequeña cosa que cuelga entre tus piernas?"

El sacerdote respondió pacientemente: "Eso, hija mía, es un regalo de Dios. Si la pongo dentro ti, crea una nueva vida."

"Bien -respondió la monja-; olvídate de mí... ¡Métesela al camello!"


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