sábado, 25 de agosto de 2018

La era Charles Bronson

Por César Augusto Dávila

 

Lo triste de la historia de los profetas es que, no obstante el perfil de certeza de sus vaticinios, la humanidad prefiere cerrar ojos y oídos ante el anuncio, por catastrófico e incluso predecible del asunto, y avanzar sin mayores vacilaciones, hacia el cataplum que de todos modos se produce, sin ni siquiera recordar a quien lo anunció, que para la hora de los loros ya será arena que la vida se llevó, si no es polvo del olvido, como los amores viejos y chapes de parquecito.

No es el caso detenerse en bíblicos patriarcas, sibilas de añejos tiempos y ni siquiera en el incomprendido doctor Michel de Nostradamus, de cuya fama se cuelgan hasta visitadores médicos, anclados en el retiro, como Jean Louis de Fontbrune, para seguir ganando dinero, mientras lo citan entre burla y veras, porque así es la vida.

No, pues. Aquicito nomás, en nuestro loved country, un distinguido sociólogo y educador de nombre Constantino Carvalho, fundador del cole 'Los reyes rojos', que hasta hoy funciona en Barranco, vaticinó allá por los sesenta la terrible descomposición social que ahorita nos agobia y que amenaza ir hacia peor, a pesar de lo que aleguen los alegosos.

El sabio Carvalho, entre cuyos éxitos se cuenta el haber salvado de la dura calle y el correspondiente pronóstico tanto a Jefferson Farfán como a Paolo Guerrero, a quienes prohijó desde niños -con gastos y consecuencias- haciéndolos estudiar hasta niveles secundarios, dejándolos practicar el fútbol para el que tenían talento natural, solo cuando alcanzaban buenas notas. Los resultados son brillantes y nadie puede negarlo.

Bueno pues. Este visionario que fue don Constantino, centró su raciocinio en el llamado Perú de entonces y analizó la realidad que, según él -y sin equivocarse- puede fecharse en 1940, cuando se produjo un fenómeno denominado 'migración interna', plasmado en una suerte de invasión de habitantes del llamado Perú profundo (pobres e ignorantes), sin planificación alguna, entendiéndolo como un simple fenómeno folklórico, sin imaginar el cóctel explosivo que representaba la formación de Asentamientos Humanos (con hambre y sin oportunidades), que rodearon a la capital en el llamado 'Anillo de la miseria', habitado por compatriotas, apenas alfabetizados (y esto), que venían a ganarse la vida de cualquier modo, sin detenerse en consideraciones éticas o intentos de modernización civilizada.

Ya para 1960, Carvallo pronosticó que cuando estuviéramos desbordados por la tercera generación de estas masas al orden y al empeño civilizador, enfrentaríamos a "seres despiadados, sin amor, compasión o tan siquiera asco", como los que estamos viendo ahorita mismo.

En aquellos tiempos, no faltó quien llamara a Carvalho 'fascista' e incluso 'nazi', pero resulta que hoy –ya en la quinta o sexta generación de esos migrantes, hoy integrados al creciente lumpen y escoria social de toda ciudad que crece- vamos llegado al punto del autosecuestro de toda clase de ciudadanos -no sólo 'vulnerables'- que corren el riesgo de ser asaltados, e incluso asesinados, por el exclusivo hecho de salir a comprar a la esquina.

La policía ha sido desbordada no exclusivamente en Lima, sino en todas las ciudades del país, la corrupción -de antigua data- ha carcomido a la administración de justicia, como resulta ya innegable. y delitos tan abominables como la violación de niños, el asesinato de mujeres. Los homicidios por encargo, ajuste de cuentas o venganza, así calificados por las autoridades  que no tienen posibilidad de resolver estos actos de barbarie,  representan una indetenible ola que nos azota el alma, a través de los noticiarios de cada día.

Claro que –como  en todo caso enigmático- no faltan los 'expertos' que aconsejan soluciones tan 'maravillosas', como por ejemplo " no pasar por lugares donde hay delincuentes", o "no resistirse a los atracadores, para evitar que estos nos causen daño".

No seré yo quien cuestione tales consejitos, pues nadie debe intentar un debut de héroe, cuando desde niño ha sido un observador indiferente del accionar de los malvados.

Además, por 'observación clínica' que debo agradecer a mi formación periodística, me permito aconsejar a mis pacíficos y quejumbrosos conciudadanos, que tranquilos nomás se entreguen en cuerpo y alma a los delincuentes, tal como aconsejan los 'charlas' consagrados por el pantallazo frecuente de la tele, ya que deben reconocer que ni siquiera han hecho el servicio militar, nunca han practicado un deporte violento y tienen a la espalda un vergonzoso récord de 'puntos del barrio' y lornas de colegio. Por lo tanto, están condenados a seguir de figuras emblemáticas para una generación de cobardes que hoy son niños. Hay cosas para las cuales, como la afinación operática o la habilidad futbolística -por solo citar dos temas- para los cuales es necesario mostrar vocación o 'temperamento' desde la infancia. Nadie se recibe de guapo pasados los 18.

De manera que seguiremos asistiendo al espectáculo de quienes se resignan al capricho de 'marcas' y cogoteros, sin la menor señal de resistencia.


No hace mucho, cierto caballero me contaba que al salir de una agencia bancaria en compañía de su enamorada, dos tipos que fingían tener armas en el bolsillo lo abofetearon, para luego arrebatarle el dinero que acababa de retirar de su cuenta. Y después de tal episodio, 'no tenía cara' para citar a su compañera de tal agravio. "Sí, mejor ni la llames -le aconsejé- quizás no quiera ni contestarte el teléfono". Yo sé por qué se lo dije.

Bueno, tristezas al margen y ya que hablamos de profetas y consejeros, voy a citar a un exmarine llamado Jack Cooper, quien gana nombre y dinero, nada menos que en la conflictiva city de New York, entrenando gente que "en cualquier momento" deberá enfrentar un asalto en tan peligrosa urbe.

Según Jack, "de cada diez sujetos que se cruzan contigo en la calle, en el ascensor o en cualquier parte, por lo menos cuatro, están decididos a quitarte tu dinero y todo lo que tengas, sin ningún miramiento. Frente a esto, no debes esperar un auxilio que –si acaso llega- llegará tarde quizás hasta para salvarte la vida. Lo que tienes que hacer, es comprar un Smith Wesson Cal. 38, aprender a manejarlo y entrenar en ello, dispuesto a disparar primero. Lo demás es literatura".

Claro, yo estoy muy lejos de aconsejar lo mismo, por las ya señaladas razones del carácter pasivo -en todas sus acepciones- de tanta gente que solo vive lamentándose, después de entregarse al choro. O de aquellos pitucos que compran una súper Sieg Ziegel, para luego, guardarla en la guantera del coche, de donde, naturalmente, se la robará un asaltante, que  quién sabe, horas más tarde, lo cuadre al  mismo dandy pistolero.

Desde luego, Jack –que cobra caro por sus enseñanzas- promociona también, algunas técnicas, de las que se aprende en el ejército, tales como 'Defensa con arma improvisada', que convierte en letal un simple bolígrafo o una revista enrollada -por citar solo dos ejemplos- además de golpes invalidantes, que pueden salvar la vida del asaltado… siempre que, repito, "tenga temperamento" y no "haya nacido para víctima".

Para rematar este sermón indignado pondré sobre el tapete algo que  dice frecuentemente este Jack Cooper, que hasta tiene un teleprograma transmitido por una prestigiosa cadena televisiva: "cuando una ciudad o país (se refiere a New York) llega a estos niveles de violencia delictiva impune o casi impune, el siguiente nivel es la aparición de organizaciones 'justicieras' o personajes como el Charles Bronson que ha idealizado el cine. Es la natural respuesta de una sociedad tan tremendamente agredida, cuyos miembros, 'respetuosos de la Ley', lo esperan todo de un sistema de justicia, que no siempre funciona a la altura de las circunstancias",

No sé si serán proféticas estas palabras, pero en verdad, son preocupantes. Ya tendremos novedades al respecto. Abríguense bien, que las noches están frías.

 

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