Recuerdos de una histórica lucha
El Día Internacional de los Trabajadores o Primero de Mayo es la fiesta por antonomasia del movimiento obrero mundial. Es una jornada que se ha utilizado habitualmente para realizar diferentes reivindicaciones sociales y laborales a favor de las clases trabajadoras.
Desde su establecimiento en la mayoría de países, en 1889, es una jornada de homenaje a los Mártires de Chicago, que fueron ejecutados en Estados Unidos por participar en las jornadas de lucha por la consecución de la jornada laboral de 8 horas, y tuvieron su origen en la huelga iniciada el 1 de mayo de 1866 y su punto álgido tres días más tarde, el 4 de mayo, en la Revuelta de Haymarket.
Recordemos parte de esas jornadas de lucha y la llamada Revuelta de Haymarket.
El 1 de mayo de 1886, 200,000 trabajadores de Chicago -donde las condiciones laborales eran mucho peor que en otras ciudades del país- iniciaron una huelga y se movilizaron los días 2 y 3 de mayo. La única fábrica que trabajaba era la de maquinaria agrícola McCormick que estaba en huelga desde el 16 de febrero. El 3 se realizó una concentración frente a sus puertas. Cuando estaba en la tribuna el anarquista August Spies, sonó la sirena de salida de un turno de rompehuelgas. Los concentrados se lanzaron sobre los scabs (amarillos) y empezó una pelea campal. La policía atacó sin aviso alguno, mató a 6 trabajadores y dejó varias decenas de heridos.
El periodista Adolf Fischer, redactor del Arbeiter Zeitung, fue a su periódico y redactó una proclama (utilizada como prueba acusatoria en el juicio que lo llevó a la horca), que decía:
Trabajadores: la guerra de clases ha comenzado. Ayer, frente a la fábrica McCormik, se fusiló a los obreros. ¡Su sangre pide venganza!
¿Quién podrá dudar ya que los chacales que nos gobiernan están ávidos de sangre trabajadora? Pero los trabajadores no son un rebaño de carneros. ¡Al terror blanco respondamos con el terror rojo! Es preferible la muerte que la miseria.
Si se fusila a los trabajadores, respondamos de tal manera que los amos lo recuerden por mucho tiempo.
Es la necesidad lo que nos hace gritar: ¡A las armas!
Ayer, las mujeres y los hijos de los pobres lloraban a sus maridos y a sus padres fusilados, en tanto que en los palacios de los ricos se llenaban vasos de vino costosos y se bebía a la salud de los bandidos del orden...
¡Secad vuestras lágrimas, los que sufrís!
¡Tened coraje, esclavos! ¡Levantaos!
La proclama terminaba convocando un acto de protesta para el día siguiente, a las 4 de la tarde, en la plaza Haymarket.
El 4 de mayo se concentraron en el lugar más de 20,000 personas que fueron reprimidas por 180 policías uniformados. Un artefacto explosivo estalló entre los policías y causó la muerte de uno de ellos y varios heridos. La policía abrió fuego contra el gentío y mató e hirió a un número desconocido de obreros.
Antes y después de la explosión en Haymarket, y la carga policial contra los manifestantes.
Se declaró el estado de sitio y el toque de queda, y se detuvo a centenares de trabajadores que fueron golpeados y torturados, acusados del asesinato del policía.
Estos hechos represivos fueron apoyados por una campaña de prensa con citas como:
"Qué mejores sospechosos que la plana mayor de los anarquistas. ¡A la horca los brutos asesinos, rufianes rojos comunistas, monstruos sanguinarios, fabricantes de bombas, gentuza que no son otra cosa que el rezago de Europa que buscó nuestras costas para abusar de nuestra hospitalidad y desafiar a la autoridad de nuestra nación, y que en todos estos años no han hecho otra cosa que proclamar doctrinas sediciosas y peligrosas!"
La prensa reclamaba un juicio sumario por parte de la Corte Suprema, responsabilizando a ocho anarquistas y a todas las figuras prominentes del movimiento obrero.
El 21 de junio se inició la causa los 8 responsables. Las irregularidades en el juicio fueron muchas, violándose todas las normas procesales. Los juzgados fueron declarados culpables. Tres fueron condenados a prisión (dos de ellos a cadena perpetua) y 5 a muerte, los cuales 4 serían ejecutados en la horca el 11 de noviembre de 1887. El quinto condenado se suicidó en su celda.
El poeta cubano José Martí, que entonces trabajaba como en Chicago para el diario argentino La Nación lo narró así:
"… salen de sus celdas. Se dan la mano, sonríen. Les leen la sentencia, les sujetan las manos por la espalda con esposas, les ciñen los brazos al cuerpo con una faja de cuero y les ponen una mortaja blanca como la túnica de los catecúmenos cristianos. Abajo está la concurrencia, sentada en hilera de sillas delante del cadalso como en un teatro... Firmeza en el rostro de Fischer, plegaria en el de Spies, orgullo en el del Parsons, Engel hace un chiste a propósito de su capucha, Spies grita: "La voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora». Les bajan las capuchas, luego una seña, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos caen y se balancean en una danza espantable…"
Luchadores laborales condenados a la horca.
Los sucesos de Chicago además costaron la vida de muchos trabajadores y dirigentes sindicales; no existe un número exacto, pero fueron miles los despedidos, detenidos, procesados, heridos de bala o torturados.
En nuestro país, la clase obrera acogió las ideas de los obreros europeos con cierto retraso, como anteriormente ocurrió con las ideas independentistas, e inspirados por Manuel González Prada, en su famoso discurso del Politeama en 1905, iniciaron sus demandas. Un primer triunfo fue logrado el 4 de enero de 1913, cuando los jornaleros del Callao obtuvieron para sí la jornada de 8 horas. El triunfo final lo lograrían el 15 de enero de 1919, con la firma del decreto que generalizó ese horario para todos los trabajadores del país.
Paro de trabajadores en Lima, 1929.
Han transcurrido 132 años desde los sucesos de Chicago y el mundo no olvida a aquellos nueve trabajadores que pagaron con su vida el haber arrancado de los antiguos patrones una jornada laboral más justa y más humana.
Honor y gloria a los que lucharon y conquistaron la jornada laboral de 8 horas.
¡Viva el 1.º de Mayo!
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