sábado, 17 de febrero de 2018

Grandeza en pequeño

Se la conoce como Capillita del Puente, iglesita de Nuestra Señora del Rosario o de San José del Puente, y está ubicada en la primera cuadra del jirón Trujillo, a pocos metros del Puente de Piedra, entre este y la avenida Francisco Pizarro.

Miles transitan diariamente por delante de su fachada sin atrio, y muy pocos reparan en ella,  pese a sus dos torres que albergaban antiguos campanarios, debido a que permanece casi escondida en medio de dos balcones antiguos y numerosos avisos y carteles los establecimientos comerciales que la rodean.

Se ha dicho que es la iglesia más pequeña del mundo, la primera construida en la capital peruana y que fue en ella donde se celebró la primera misa pública tras la fundación de Lima.

Lo primero puede ser cierto, aunque se le dé la categoría iglesia, siendo solo un lugar de oración en miniatura, cuyas dimensiones son de 8 metros de ancho por 12 de profundidad.

En cuanto a las segundas afirmaciones no existen referencias de los cronistas de la conquista. Sin ninguna documentación histórica, algunas versiones sostienen que fue fundada "seis años después de delineada la ciudad", esto es, en 1541.

En todo caso, puede haber sido la primera construida al otro lado del 'río hablador' en el antiguo Barrio de San Lázaro, a pocos metros del puente de ladrillo y madera que, al ser arrasado por las aguas del Rímac dio paso al actual de piedra, mandado construir por el virrey marqués de Montesclaros, en 1610.

Según el investigador Ricardo Mariátegui Olaya, el lugar fue en sus inicios un sitio de oración donde mulatos y nativos rendían culto a una imagen de Nuestra Señora del Rosario. A mediados del s. XVII, en tiempos del virrey García Sarmiento de Sotomayor (1648-1655), llegó de España un ilustre personaje que ostentaba el título de duque del Infantado, perteneciente al mayorazgo de la familia González de Mendoza.

Dicho caballero adquirió propiedades –santuario incluido- en el llamado Camino Real de Trujillo, nombre que recibió por haber ingresado por ahí Francisco Pizarro, procedente de esa ciudad norteña.

Para no entorpecer el culto de los lugareños, el nuevo propietario separó un espacio para la citada imagen, donde edificó su capilla privada, pero con puerta a la calle de tal forma que los vecinos podían ingresar en ella libremente. Y la dotó de dos campanarios en la fachada y un presbiterio con los gustos neoclásicos reinantes.

Posteriormente, la casa fue refaccionada, dejó de tener comunicación directa con la capilla y esta fue cedida como capellanía a los frailes dominicos, que nombraron a un mayordomo encargado de los cultos. A este personaje haría referencia la placa recordatoria colocada delante del retablo mayor, que reza: "Juan Calorio 1800".

La capilla fue remozada en 1804, se amplió su sacristía, se la dotó de coro y armonio, púlpito, retablos con imágenes antiguas y un cuartito para la sacristía.

Si bien no está probada su antigüedad, lo cierto es que el santuario es uno de los lugares de oración más antiguos de Lima y como tal debiera tener mejor suerte que la corrida hasta hoy, en que pocos la conocen y menos aún saben de su existencia y de su historia.

Publicado en el diario oficial El Peruano el sábado 17.02.18


No hay comentarios:

Publicar un comentario