El mudo que 'puteó' al árbitro
Carlos Alberto de Marta logró vencer todos los prejuicios y obstáculos para convertirse en futbolista. No solo cumplió su sueño de ser profesional, sino que llegó a desempeñarse en importantes equipos de Primera División y compitió al más alto nivel. Quienes lo vieron jugar, lo recuerdan como un mediocampista central con mucha marca y distribución. La acción que dejó su nombre plasmado en la historia es digna de recordar.
El 8 de noviembre de 1972, por el torneo argentino, Huracán superaba como local a Estudiantes de La Plata 2 a 0. Los 'pinchas' pugnaban por el empate, y, poco antes del final del primer tiempo, el árbitro Washington Mateo cobró un penal para los visitantes. Sin embargo, a instancias de uno de los jueces de línea, Mateo se retractó y marcó un tiro libre para Huracán.
La decisión disgustó a los jugadores albirrojos, que desaprobaron el cambio con enérgicos gestos y términos soeces dirigidos hacia el hombre de negro.
En medio del revuelo, el referí sacó su tarjeta roja y se la mostró al volante central Carlos Alberto de Marta, de quien creyó haber escuchado un claro y grosero insulto. El match prosiguió y Huracán, con la diferencia numérica a su favor, se impuso por 5 a 1.
Mateo elevó su informe en el que precisaba que la tarjeta roja al mediocampista de Estudiantes fue debido a un insulto. Ante esta situación, no había muchas opciones: De Marta sería castigado con una dura sanción y se perdería varias fechas con su equipo.
Una semana después De Marta fue citado a declarar por el Tribunal de Disciplina. El jugador se presentó en la sede de la entidad y, un día después, lo que pudo haber sido una dura sanción se diluyó en una simple amonestación. ¿Por qué? El tribunal consideró que De Marta difícilmente pudo articular una injuria claramente audible por Mateo, no solo por el bochinche que imperaba en ese momento en el estadio, sino porque el volante era sordomudo de nacimiento.
Infidelidad en directo
El Genoa luchaba por el ascenso a la Serie A italiana. El 28 de abril de 2000, en casa, frente al Atalanta de Bérgamo —uno de los punteros del campeonato—, había que ganar o ganar. El choque, cargado de roces, nervios y pierna fuerte, se evaporaba igualado en un tanto, hasta que el veloz delantero Davide Nicola trazó una diagonal fulminante que definió con maestría ante la salida estéril del arquero visitante, Alberto Fontana.
Para celebrar su conquista, el goleador extendió su alocada carrera hasta un costado del campo, donde estaba sentado un grupo de policías, y se arrojó sobre una rubia y bella agente del orden, a quien besó apasionadamente, con las cámaras de televisión en directo.
Era -reconoció luego el futbolista al periodista de la televisión situado en el campo de juego- una amante que había caído en su red. Nicola no fue amonestado por tan apasionado festejo, pero tuvo que rendirle cuentas a su esposa, pues era casado. Aunque quiso explicar que la había confundido con una amiga que también era policía, se descubrió que la agente era una amiguita íntima del jugador.
Quien sí vio la tarjeta roja fue la policía: su esposo, que miraba el partido en directo por TV, la llamó de inmediato al teléfono celular y la expulsó del terreno conyugal.
6. El muerto que hace goles
Durante la semifinal del Mundial de Suiza 1954, disputada en Lausanne, se produjo un caso extraordinario: un futbolista de Uruguay sufrió un paro cardíaco y, tras recibir una dosis de coramina -un medicamento que estimula las funciones vasomotoras y respiratorias- siguió jugando. El protagonista de la notable situación fue el delantero Juan Hohberg, quien, curiosamente, había nacido en Argentina y comenzado su carrera como arquero.
Hohberg -quien ese día debutaba en la escuadra oriental- consiguió los dos goles que le permitieron a Uruguay igualar el encuentro, a los 75 y 86 minutos.
Según relata el periodista Alfredo Etchandy en su libro El Mundo y los Mundiales, cuando el atacante marcó la igualdad, "sus compañeros le cayeron arriba en el festejo y por la emoción sufrió un paro cardíaco. Fue reanimado por el kinesiólogo Carlos Abate, quien le suministró coramina por la boca. Cuando empezó el alargue seguía afuera, pero poco después retornó a la cancha y jugó hasta la finalización de la prórroga".
En esa época todavía no estaban autorizados los cambios, y la escuadra celeste no podía darse el lujo de resignar nada porque, además del pase a la final, defendía una impresionante racha invicta de 21 partidos en Mundiales y Juegos Olímpicos. Empero, en el alargue, Hungría marcó dos veces más para redondear un marcador de 4 a 2 que coronó, más que nunca, un "partido de infarto".
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