viernes, 29 de junio de 2018

Carta a ‘Los orgullosos’


Escribe César Augusto Dávila

Por lo que he escuchado –y visto- acaba de realizarse en nuestro curioso país una 'Marcha por el día del orgullo gay', evento que, copiando a lo que ocurre en otros países, agrupa en vocinglera y 'desafiante' manifestación a personas que no optaron por una sexualidad diferente a la común, sino que así nacieron, y en ello, no hay culpa ni pecado. Sencillamente, son así, y como tales debemos considerarlos y respetarlos, tanto como ellos a nosotros.

El exitoso presentador de televisión Beto Ortiz, a quien no conozco personalmente, si bien admiro y valorizo su talento de periodista y escritor, reincide en algo que ya le ha ocasionado contratiempos laborales y serios cuestionamientos en diversos medios de prensa, luego de que apareciera en un programa que realizaba por TV, feminoidemente ataviado como geisha, para  después, en otro similar, mostrar, nadie sabrá nunca el porqué, a un hombre completamente desnudo caminando por las calles.

Debemos comprender que eso a él le gusta, pero no tiene por qué embutírselo a la teleaudiencia.

Diversos canales en los que ha trabajado, han tratado de hacérselo entender, evidentemente sin éxito ni esperanza. Así lo hizo, y vuelve a hacerlo ahora, presentando personajes ambiguos que gritan "el enorme valor de haber salido del closet".

Paralelamente, en otro caso,  un par de pintorescos jovencitos que animan un disparate de competencias entre 'forzudos a la fuerza' y señoritas 'piernimostrantes', han llegado a la 'audacia de género' (la llamaremos así , ¡qué vamos a hacer¡) de aparecer en un aviso promocional de sus actividades, proclamándose como 'marido y mujer", así como lo leen,, añadiendo que en tal convivencia, alternan los roles utilizando un dado, para determinarlos episódicamente, de acuerdo a los azares de la fortuna lúdica.

Es necesario añadir, que estos afortunados 'animadores', tienen también a su cargo un difundido programa  de 'entretenimiento infantil', que se desarrolla en colegios y otros auditorios para gente menuda.

Debo precisar que a mí no me vengan con el mote de homófobo, pues desde mis tiempos de colegial he sabido respetar y estimar  a amigos, condiscípulos o colegas 'de gustos especiales', y ya adulto una noche defendí con los puños a unos bailarines y coristas de un Café-Teatro -cuyos libretos escribía- del abusivo ataque de tres desadaptados que pretendían golpearlos. Muchos periodistas y gente de farándula fueron testigos del escándalo. Nunca he tolerado canalladas ni agresiones a los más débiles.

Mi criterio al respecto es  que cualquiera de los 'ismos' a practicarse en lo que al sexo se refiere, debe conducirse entre personas mayores de edad, cuatro paredes  de por medio y sin necesidad de añadir escándalo a lo que en esencia es un acto privado.

Lo mismo que los heteros, a quienes pareciera quererse avasallar, no vamos a andar exhibiendo nuestras delicias de cama por la vía pública. No, pues. Cada asunto en su lugar. No se trata de 'closet' sino de sentido común y respeto a los demás.

De pasada, siento en las calles y entre colegas que frecuento la sensación de que 'algo va a pasar aquí'. Ya en nuestro Perú nadie confía en nadie, las instituciones están sumamente desprestigiadas y en materia de seguridad ciudadana, los consabidos 'expertos' nos aconsejan "no resistir a los delincuentes", dejándolos hacer nomás, sea lo que sea, que nos hagan. 

Por dicha vía y estilo, estamos generando una gigantesca promoción de cínicos cobardes o 'nacidos para víctimas', cuyos abanderados debutaron en televisión hace unas horas, cuando un asustado chiquillo, perseguido por un maleante, se  refugió en un establecimiento, mientras este desgraciado lo golpeaba tratando de arrebatarle su celular. ¿Qué hicieron los cuatro adultos presentes en el lugar? Nada, pues. Miraron para el techo  y luego de consumado el delito expulsaron del lugar al maltratado muchachito, que valientemente se había defendido hasta el límite de sus fuerzas.

¿Esos son los ciudadanos que estamos contribuyendo a formar? Viendo esto, repetiría con un cacique shipibo que entrevistamos con mi hermano ausente César Calvo. Dijo el viejo: "Cuando veo estas cosas, me entran ganas de nacionalizarme culebra".

Guardo escondida una esperanza humilde de que nuestra enferma sociedad empezará a reaccionar en cualquier momento, la ciudadanía se organizará de un modo más enérgico y consciente, y aquellos que animamos los medios de comunicación resaltaremos la emoción de trasmitir actitudes dignas a nuestro público, sobre todo, a nuestros niños, a los cuales han empezado a venderles la mariconada como un  gracioso juego.

Como todo peruano bien nacido sé, siento, que 'algo' va a pasar. Algo que nos hará  dejar de eludir la misión colectiva de resucitar principios y valores dignos de nuestro amado Perú. Ese que espero ver antes de marcharme del planeta.

 


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