miércoles, 20 de junio de 2018

El amor en los tiempos del viagra

Por César Augusto Dávila


La 'pastilla azul', que incluso tiene versiones populares que no cuestan más de 10 mangos, contra 30 que exigen las 'farmas' por otra de marca y cajita coquetona, casi siempre, digo, el fabuloso específico, sabiamente usado, resulta un 'levantamuertos' de la gran seven ,mi estimado.

Hace ya un tiempito, al ver que mi mentiroso broder Miguel 'Chato' Barraza perdía un billetón por negarle al otro truquero 'Betín Tortiz' el uso del viagra a la hora del chuculún, me animé a hacer ciertas reflexiones, acerca de lo sucedido entre el ayer y el hoy, con las irreflexivas funciones  de entresábana.

Resulta pues, que aquello que antes abordábamos como una suerte de  gozoso deporte, con su toquecito de aventura, se ha convertido en algo más riesgoso que hacer puenting sin soga, ya que un sencillo encontroncito de catre  con la más linda de las princesas dificilonas, puede rebotar en una infección capaz de destruir nuestro sistema inmunológico, hasta que la Pelona diga basta. Y eso, luego de un pavoroso infierno de agonía torturada y sin esperanza.

El origen del VIH que se traduce en SIDA, ha sido -y es- millonariamente escamoteado mediante mediocres declaraciones de medicuchos venales que han inventado la cuchuflética historia de hombres que cachimbearon con monas, vacilándose en eso que llaman zoofilia, o bestialismo, como predican los castos padrecitos, lo cual parece que ha sucedido desde que el mundo es mundo y nunca antes de Rock Hudson, habíamos oído hablar de algo tan dramáticamente infernal.

La historia B, sin embargo –la misma que usted puede encontrar si busca inteligentemente por internet nomás, para que no fatigue su cerebrito- habla de un numeroso grupo de 'científicos' sudafricanos, que crearon el maldito virus, mediante una serie de maniobras físico-químicas de algo que se llama Ingeniería biogenética, experimentos ordenados por los mandatarios neonazis allá por los últimos tiempos del apartheid, con la finalidad de borrar a los crolos de la faz de la Tierra, en una versión full onda de la hitleriana 'Solución Final', ensayada contra desamparadas minorías étnicas. Y claro, el ensayo se les fue de las manos -es un decir- y la desgracia se propagó por el mundo entero.

Al parecer, la operación encubridora está tan multimillonariamente financiada, que pronto aparecerán -si acaso no aparecieron ya- 'líderes de opinión' y hasta 'Premios Nobel' que reprisando lo que hacen con respecto a los hornos de Buchenwald, Auchswitz y otros infiernos, jurarán por diosito que aquella bestialidad jamás ocurrió, y lo peor es que de todas mangas encontrarán caídos del palto que les creerán a pie juntillas, por más que en la propia Alemania, los meten a la cárcel por judokos, devotos de aquella 'bobociencia', para la cual parece  no ser necesario estudiar ni michi, a fin de  doctorarse suma cum laude.

Pero hay otro Diablo más antiguo, al cual, los científicos llaman 'disfunción eréctil'. Algo que suele atenazar los bolígrafos de todo varón que pase la sesentena, digo, si se trata de un normal espécimen, porque ahora se sabe de jovenzuelos que se toman las pastillas azules de dos en dos y a veces, ni con eso, oiga usted. Porque el troncho mata el pito, como pudiera explicarse, sin mayores quimbas.


No obstante, sucede que hace ya algunos años ciertos experimentadores bioquímicos que buscaban elíxires contra los bloqueos circulatorios, responsables de los temidos 'accidentes cardiovasculares', que matan o invalidan a tanta gente, resultaron tropezando con una potenciación del sildenafil que no es otra cosa que un 'vasodilatador periférico', guárdame esa flor, el mismo que inmediatamente bautizado como viagra, por algo así como 'ensanchador de vías', se ha convertido en la dichosa panacea para los amantes fatigados en la odisea del chuculún, ya que en un 85 % de los casos, el asunto funciona, oiga usted, y a veces con sobre tiempo.

 


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