miércoles, 29 de noviembre de 2017

María Elena Moyano

No pudieron matarla

Nació un día como hoy, y hoy habría cumplido 59 años de edad, y seguiría luchando en defensa de los derechos de la mujer y de todos los que sufren algún tipo de discriminación o marginación dentro de nuestra sociedad.

Nos referimos a la inolvidable María Elena Moyano, la 'Mujer coraje', que vino al mundo el 29 de noviembre de 1958 en el distrito de Barranco.

Hija de doña Eugenia Delgado Cabrera y don Hermógenes Moyano Lescano, fue la penúltima de siete hermanos: Rodolfo, Raúl, Carlos, Narda, Eduardo y Martha; y dejó dos hijos, una mujer hoy de 26 años y un hombre de 24.

Lideresa indiscutible de la Comunidad Autogestionaria de Villa El Salvador (CUAVES), ciudad a la que llegó en los primeros años de la década de los setenta, cuando se produjo la invasión de miles de habitantes de escasos recursos al desierto de Pamplona, y el gobierno del general Juan Velasco Alvarado ordenó su "reubicación planificada" al sur de Lima.

De esa oleada humana formaban parte la madre y los siete hermanos Moyano Delgado, separados ya del padre y que habían sido desalojados de la casa que habitaban y embargados sus muebles por no haber podido pagar los alquileres.

María Elena solía recordar aquellos primeros días en medio del desierto. Llegaron con lo que tenían puesto. Sus hermanos mayores se encargaron de comprar palos y esteras y palos, mientras ella y su hermana Martha se morían de miedo. Terminada la choza con cuatro esteras, más una de techo, la noche se le vino encima en total oscuridad. Esa noche, las dos hermanas menores no pudieron dormir, escuchando el silbido del viento. "¿Y ahora qué hacemos?", le preguntaban a su madre, que solo pensaba en que al fin nadie los iba a votar de su casa y que algún día construirían su vivienda.

Cada mañana, María Elena y Martha iban a estudiar al colegio 'Jorge Chávez', en Santiago de Surco, distante varios kilómetros al norte de Villa El Salvador. Salían a las 5 de la mañana para hacer cola y abordar el ómnibus de la línea 55, que las dejaba en Higuereta, y desde ahí caminaban media hora. Ambas integraban la selección de vóleibol del plantel al cual retornaban en las tardes a entrenar. Para ello, tenían que conseguir los reales para el pasaje con mentiras. "Para mi madre –decía María Elena-, los estudios eran lo primero. Le mentíamos que llevábamos cursos en las tardes para que nos diera los pasajes para ir a entrenar".

Terminó sus estudios a los 15 años. A instancias de sus hermanos postuló a la Universidad Particular Inca Garcilaso de la Vega e ingresó a la Facultad de Sociología.

María Elena Moyano creía firmemente que la violencia no era el camino para resolver problemas. Recordaba que en un encuentro juvenil, un joven le dijo que no bastaba la Biblia para acabar con los problemas de la juventud. Ella trató de convencerlo a él y al resto de que lo importante era el amor a nuestro prójimo, ser buenos y estar unidos.

Ya en la universidad, entre 1973 y 1975, presidió el grupo juvenil 'Renovación' dedicado a realizar actividades de canto y teatro y a difundir, mediante charlas y mesas redondas, cómo los jóvenes debían combatir la drogadicción y la incomprensión familiar. Recibió clases de Materialismo Histórico y Materialismo Dialéctico, y empezó preguntarse por qué los pobres se esforzaban por estudiar y conseguir trabajo, sin lograrlo.  Llegó un momento en que dudó de la existencia de Dios, y por qué permitía que tantos niños se murieran de hambre y por qué existían tantos jóvenes frustrados.

En una huelga de maestros durante el primer gobierno aprista, en Villa El Salvador, ella dispuso tomar los locales escolares. Como profesora interina, formó parte del piquete que tomó el colegio 'Pachacútec', también sede del núcleo educativo.

Ella recordaba que esa ápoca de su vida la marcó mucho. Dejó su familia, vivía en el colegio y ahí aprendió a organizarse con disciplina y mística revolucionaria. Lo recordaba con estas palabras: "Todo era disciplinado: turnos para cuidar, de vigilancia, en las noches cuidando que llegue la 'repre'. ¡Fue tan emocionante! Recuerdo que salíamos de madrugada a recoger alimentos de los mercados, y nos emocionaba la solidaridad del pueblo para con nosotros. Era tan hermoso. ¡Qué unidad!"

En 1983 se fue con su pareja y su hija a vivir en la azotea de un edificio en Miraflores, sin pagar alquiler pero con la responsabilidad de cuidar de todo el edificio. Ahí vivió los ocho meses más largos de su vida porque no podía soportar la indiferencia de la gente.

"Cada uno vivía su vida; no conversaba con nadie. Solo amanecía para cuidar a mi hijo y esperar el regreso de mi esposo", recordaba María Elena. Extrañaba Villa El Salvador y a su gente.

Retornaron a su ciudad al ser despedidos tras discutir con uno de los vecinos del edificio.


María Elena volvió a trabajar en el magisterio, en un colegio particular, en el estatal 6070 y como alfabetizadora en las noches. Y nació su segundo hijo.

Poco después sería distinguida con el premio 'Príncipe de Asturias', junto con Michael Azcueta, alcalde de Villa El Salvador.

En 1989 fue elegida teniente alcaldesa de la municipalidad distrital de VES, como segunda de Azcueta, y se acentuaron sus discrepancias con el grupo terrorista Sendero Luminoso cuando, en septiembre de 1991, se difundió volantes en los que se le acusaba de haberse apropiado del dinero de unas donaciones de entidades del extranjero. En un comunicado público, María Elena desmintió categóricamente tal infamia e increpó a los maoístas muy crudamente, con estas palabras: "... la revolución no es muerte ni imposición, ni sometimiento, ni fanatismo..."

El 15 de febrero de 1992, a la edad de 33 años, cuando se dirigía a una actividad del Vaso de Leche, María Elena Moyano fue asesinada a balazos por un comando de aniquilamiento de Sendero Luminoso. Su cuerpo fue luego dinamitado y descuartizada con la finalidad de asustar a sus seguidores. No conformes, los senderistas dinamitaron su tumba a los pocos días de haber sido sepultada.

Tal ensañamiento motivó la indignación nacional e internacional y la elevó a la gloria.

Y no será olvidada.

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario