jueves, 9 de noviembre de 2017

Anécdotas inolvidables

En la última reunión de 'La tertulia del Chivo' se narraron nuevas anécdotas de nuestro pasado mundo periodísticos. Las retransmitimos.

Contertulios en 'su' oficina del segundo piso del MacDonald's de Miraflores

Retorno inesperado

El poeta José María Eguren (Lima, 7 de julio de 1874-19 de abril de 1942), que también era periodista, escritor,  pintor y fotógrafo, residió durante más de 30 años en Barranco, entonces una tranquila villa-balneario junto al mar, donde recibía a sus colegas y alumnos.

Todas las mañanas, Eguren solía salir de su casa y dirigirse a Miraflores atravesando a pie los sembríos y cañaverales que rodeaban el camino de tierra afirmada entre los dos distritos. Sus paseos matinales los hacía acompañado de un infaltable cigarrillo entre los labios, pensando sabe Dios si en un nuevo poema o en un nuevo proyecto literario.

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J. M. Eguren y su querida 'Ciudad de los molinos'.

En una de esas mañanas, a medio camino de su destino, quiso prender un cigarrillo para continuar su paseo, pero el fuerte viento que corría en su contra le impedía encender el palito de fósforo. Para cortar el viento se dio media vuelta, encendió el fósforo protegiéndolo con su mano izquierda, prendió su cigarrillo, saboreó su primera bocanada, y continuó su camino.

Abstraído como estaba en sus pensamientos, no se dio cuenta que se había dado la vuelta y había cambiado la dirección de su caminata. El solitario camino bordeado de plantaciones era tan parecido en todo su recorrido entre Barranco y Miraflores, que nuestro poeta no se dio cuenta que estaba retornando a su punto de partida.

Cuando se encontró frente a la antigua laguna de Barranco comprendió el error cometido. Se rascó la cabeza, se metió a su casa y no volvió a salir en todo el resto del día.

"… Me abstuve"

El recordado escritor periodista y poeta Gustavo Valcárcel (Arequipa, 17 de diciembre de 1921-Lima, 3 de mayo de 1990) era también un bohemio incorregible y asiduo concurrente del legendario bar 'Palermo' de la segunda mitad del siglo pasado, ubicado en la segunda cuadra de la avenida La Colmena, a pocos metros del Parque Universitario, y punto de reunión obligado de los más destacados intelectuales de la época.

 

El recordado 'Palermo' y el poeta Valcárcel.

Una noche de aquellas estaba el poeta tomando su décimo o duodécimo chilcano de pisco en una de las 22 mesas del amplio bar-restaurante. Solo, esperando a que por ahí cayera alguno de sus amigos, pasaba el rato mirando de un lado a otro, hasta que llegó un grupo de cuatro jóvenes que se sentaron en una mesa cercana a la del poeta, y se pusieron a conversar entre ellos.

Sin poder controlar su genio, don Gustavo empezó lanzarles algunas frases ofensivas, que interrumpían el diálogo de los jóvenes.

- Imberbes de mierda, déjense de hablar cojudeces… Ustedes no saben nada, no jodan… No sean cojudos, váyanse a sus casas…

Y cosas por el estilo. Los muchachos, de vez en vez, le pedían que no los interrumpiera y que siguieran tomando su trago solo, sin molestarlos.

Pero el poeta seguía en sus trece, interrumpiéndolos con frases subidas de tono.

Hasta que uno de ellos, se paró de su silla, se dirigió a la mesa del poeta y le espetó:

- Oiga, abuelo, deje de molestarnos –le pidió el joven.

- ¡Fuera de acá, muchacho de mierda! –fue la respuesta.

El joven le suplicó nuevamente que dejara de molestarlos, y le dijo:

-  Agradezca usted que no le meta un golpe porque usted podría ser mi padre.

La respuesta de Valcárcel no se hizo esperar:

- Pude, pero no quise.

 El peso de la cultura

Fue una tarde de jueves en la oficina de la sección Suplementos donde se elaboraban las tres revistas semanales (Hogar, Fin de Semana y Variedades) que acompañaban a la edición matutina del diario La Crónica de los viernes, sábado y domingo, respectivamente. La oficina estaba ubicada en el desaparecido local del jirón Andahuaylas.

César Terán, periodista fallecido hace varios años, se tiró sobre el mullido sillón, ubicado al fondo de la oficina, para echarse una siesta y recuperar sus bríos para la hora del cierre.

Estando en pleno ronque, atinó a llegar a esa hora Arturo Cruz, 'Crushito', fallecido hace dos días. Al ver dormido a Terán se dispuso a hacerle una broma. Cogió una antigua y pesada Biblia, del tamaño de una enciclopedia y que debía pesar no menos de 10 kilos.

Sin que nadie se lo impidiera, se acercó al sillón donde descansaba Terán, alzó el librote y lo soltó sobre el estómago del bello durmiente.

Terán se despertó ipso facto sobresaltado y requintando contra el autor de la (esta vez bien pesada) broma y le lanzó un parte de carajos.

Sin dejar de reírse, Arturo Cruz se disculpó diciéndole:

-  Lo he hecho para que sientas el peso de la cultura.

 

                                                                                                                                   †Arturo Cruz y †César Terán: periodistas de peso.

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