miércoles, 4 de octubre de 2017

Una nueva estupidez humana

Nacionalismos preocupantes

Lo hemos dicho más de una vez y lo seguiremos repitiendo cuantas veces sea necesario: la estupidez humana no tiene límites, y "es la única cosa que nos da una idea de lo infinito", como lo han dicho ilustres pensadores como Wilhelm Steinitz y Ernest Renan.

Las mayorías de los distintos pueblos del mundo no dejan de sorprendernos con sus absurdas –antihistóricas, dirán algunos, pero estúpidas sostenemos nosotros- decisiones, sin medir las consecuencias ni mirarse en el espejo de las estupideces cometidas por otras mayorías, con consecuencias irreversibles de las cuales alguna vez tendrán que arrepentirse. Claro, cuando sea demasiado tarde.

En notas anteriores nos hemos referido a incomprensibles, inexplicables decisiones como la del pueblo colombiano que le dijo 'No' al acuerdo de paz entre su Gobierno y las FARC, que buscaba poner fin a medio siglo de violaciones de los derechos humanos, situación felizmente corregida luego sin nueva consulta; la elección del impresentable Donald Trump, como presidente de Estados Unidos; la tercera reelección consecutiva de Daniel Ortega, como presidente de Nicaragua, gracias a lo cual el líder sandinista que ayudó a derrocar a los Somoza gobernará por más tiempo que cualquiera de ellos: el llamado brexit, que ha hecho que ese país de países llamado Reino Unido decida retirarse de la Unión Europea y las elecciones parlamentarias en Alemania.

Jugando con fuego

¿Tirándose a una piscina vacía?

Cuando creíamos que algunas mayorías habían aprendido la lección, olvidándonos de la infinitud de la estupidez humana, nos encontramos con la decisión del pueblo catalán de constituir un improbable nuevo Estado, independizándose de España. Como si la cosa fuera fácil y no trajera desastrosas consecuencias en todos los órdenes, cuyos promotores, de lograr sus propósitos, las tendrán que enfrentar más temprano que tarde.

Para empezar, según advierten analistas internacionales, una Cataluña independiente no formaría parte de la Unión Europea (UE), que fue constituida, precisamente, para contrarrestar los nacionalismos, de funestas consecuencias en el pasado.

De llevar a efecto, como lo ha anunciado el presidente de la Generalitat de Catalunya, Carles Puigdemont, la declaratoria de Estado independiente el próximo lunes 9, la primera consecuencia sería la pérdida de su moneda (el euro), del respaldo del Banco Central Europeo, del mercado al que se dirige la mayoría de sus exportaciones y del derecho de sus ciudadanos de movilizarse libremente por los países miembros de la Comunidad Europea.

Carles Puigdemont..

La absurda decisión anunciada conllevaría, igualmente, la imposibilidad de sus jóvenes de participar en el intercambio de estudiantes universitarios con sus similares de los hasta hoy 28 estados miembros (contando al Reino Unido, próximo a dejar de serlo) y el retiro automático de la OTAN.

Por si fuera poco, y esto preocuparía a sus hinchas de todo el planeta, conllevaría también el retiro del Club Barcelona de la liga de fútbol español, y con ello adiós al clásico que protagoniza con el Real Madrid; y su imposibilidad de participar en la Champions League.

Contra lo que pregona Puigdemont, un retorno de Cataluña como Estado independiente al seno de la UE sería poco menos que un imposible, pues para ello requeriría, previamente, ser reconocido por todos los Estados-miembros. Sin embargo, cada uno de estos tiene derecho a vetar esa solicitud. Bastaría con que España no lo reconozca, para que el sueño de la 'casa propia' se prolongue por in saecula saeculorum.

Por si fuera poco, Puigdemont no es recibido por ningún presidente de la UE y se le considera poco menos que un apestado por todas las instituciones oficiales europeas.

En estos casos, a decir de los internacionalistas, la Comisión Europea suele aplicar la llamada 'doctrina Prodi' (por Romano Prodi, presidente de la Comisión Europea entre 1999 y 2004), según la cual cuando una parte del territorio de un Estado-miembro deja de pertenecer a este y se convierte en un país independiente, lo tratados cesan de aplicarse en ese territorio. En cuyo caso, Catalunya (o Barcelona) se convertiría en un Estado paria y aislado.

Para cerrar el tema, los expertos recuerdan lo dicho por Jean-Claude Piris, ex director general del Servicio Jurídico de la UE (1998-2010): "Es ilusorio creer que una declaración unilateral de independencia va a suscitar apoyos de otros países de la UE. Se trata de una medida que va contra los tratados europeos y los intereses y la estabilidad de muchos estados miembros."

Más claro, ni el agua.

Ergo, insistir en la cacareada independencia (que, dicho sea de paso, no es respaldada por la totalidad de los catalanes), ¿es o no una estupidez mayúscula?

El mal ejemplo

Líderes anti-establishment en Coblenza, Alemania.

En esta misma columna, y recogiendo la opinión de destacados analistas internacionales, habíamos advertido del renacimiento de las organizaciones políticas antiestablishment, inspirados en el triunfo de Donald Trump como presidente de Estados Unidos; a lo que se sumó la decisión del Reino Unido de retirarse de la UE, el famoso brexit.

Con esos antecedentes, el 21 de enero último los más conspicuos líderes de esos partidos celebraron una conferencia paneuropea para coordinar acciones destinadas a derribar la UE. Ahí estaban Marine Le Pen, líder del Frente Nacional francés; Frauke Petry, "la mujer más temida de Alemania", presidenta de Alternativa para Alemania (AfD); Geert Wilders, líder del Partido Holandés por la Libertad (PVV); Matteo Salvini, líder de la Liga Norte italiana, y Harald Vilimsky, del Partido por la Libertad austriaco. Todos chauvinistas y xenófobos.

Consecuencias del brexit

Consecuencias del 'no' a la UE.

En el caso del Reino Unido, su retiro de la UE ha provocado un terremoto político y económico que se ha traducido en una devaluación del 18 % de la libra, la que podría agravarse en el futuro cercano, y las amenazas veladas de Escocia de marcharse de la unión, porque el retiro de la UE afecta sus intereses.

La decisión ha afectado, incluso, la dieta de los ingleses que han visto desaparecer de sus mercados productos muy queridos y básicos en su dieta diaria, como el Marmite, crema con que untan sus galletas y tostadas e infaltable en el desayuno de millones de ciudadanos. La propietaria del producto, Unilever, decidió encarecer el producto en un 10 % para compensar la caída de la libra, lo que fue rechazado por la cadena de supermercados Tesco. Y el producto desapareció.

            En el ámbito social, el escaso margen por el que se impuso el Brexit ha dado lugar a ataques contra la comunidad polaca, inmigrantes indios y musulmanes en numerosas ciudades del país; mientras que varias multinacionales, encabezadas por firmas japonesas, analizan la posibilidad de trasladarse a otro país, pues se verían sin posibilidad de acceder al mercado único de la UE. Esto sería un revés importante para las fábricas y empresas japonesas; y preocupante para el sector financiero londinense que perdería su vínculo con el enorme mercado europeo.

            A lo anterior se suman algunos indicios preocupantes: el déficit comercial, que ya era grande por sí, ha crecido en los últimos meses a consecuencia de la debilidad de la libra, y la inflación ha aumentado desde el referéndum de junio del 2016, entre otras consecuencias.

            Si estas consecuencias no son tomadas en cuenta por los líderes catalanes, no queda duda que el señor Puigdemont y sus seguidores viven en otro mundo, fuera de la realidad.

El caso alemán

A decir de Feline Freier, politóloga de la Universidad del Pacífico, las recientes elecciones federales realizadas en Alemania cayó como un balde de agua helada sobre la propia Alemania y el mundo. La ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) obtuvo por primera vez un 12.6 % de los votos y accedió al Parlamento, cosa que no ocurría desde la Segunda Guerra Mundial.

En su campaña, la AfD utilizó los mismos términos que utilizaron los nacionalsocialistas que condujeron a Adolf Hitler al poder.

Lo que vendrá

Preocupa esa coincidencia con lo ocurrido con Trump en EE. UU., Le Pen en Francia, el brexit en el Reino Unido y el ilegal referéndum en Catalunya. Lo cierto es que los movimientos populistas, nacionalistas, antisemitas, xenofóbicos, antiestablishment y pro 'Estados-nación' se están expandiendo y no se tiene clara la fórmula para contrarrestarlos.

Las consecuencias de esas decisiones irracionales se van a sentir, de otra forma, en todo el planeta.

Dicho todo lo anterior cabría peguntarse si cabe seguir pensando que las mayorías siempre tienen la razón y que "la voz del pueblo es la voz de Dios" (vox populi vox Dei).

Hay pocas dudas de que esas corrientes han de seguir avanzando, porque como decía Albert Einstein (y lo volvemos a citar): "Solo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro."

Dios nos coja confesados.


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