viernes, 13 de octubre de 2017

El Cristo sindónico de Córdova

Único en el mundo

Cuando se estrenó la película 'La pasión de Cristo', de Mel Gibson, que por primera vez mostraba realistamente los sufrimientos de Jesús de Nazaret, muchos se llamaron a escándalo por la crudeza de sus imágenes; en tanto otros recordaban que copiaba fielmente lo que dicen la Biblia y otros estudios históricos sobre el Hijo de Dios.

Ahora, en una iglesia de la ciudad de Córdoba, en España, se muestra la imagen del Santo Cristo, una talla en madera policromada, de tamaño natural, que refleja fielmente el brutal tormento al que fue sometido Jesús y su muerte, conforme está grabado de forma absolutamente realista en la Síndone (Sábana Santa o Santo Sudario) de Turín, la reliquia más importante del cristianismo, y la más estudiada.

 

Copia de la Sabana Santa, en la Basílica Menor del Juramento de San Rafael, en Córdova, España.
Los detalles de la Sábana Santa han sido reproducidos y convertidos en talla escultórica. No hay otro igual en el mundo y tiene todo el aval de la comunidad científica que colaboró con el autor en su confección con tanto rigor como devoción. 

La imagen fue realizada por el profesor Juan Manuel Miñarro López, director del Departamento de Escultura de la Universidad de Sevilla, y se conserva en la basílica menor del Juramento de San Rafael de Córdoba.

Iniciada en 2007, la talla fue terminada y bendecida el 13 de marzo de 2010 por monseñor Juan José Asenjo Pelegrina, entonces obispo de Córdoba, y fue sacada en procesión por primera vez el jueves previo a la Semana Santa de 2011.

La obra, conocida como Cristo Sindónico, reproduce exactamente las heridas reflejadas en el manto de Turín, y para su ejecución se realizó un profundo estudio interdisciplinario, a fin de conseguir que la imagen fuera lo más realista posible.

 

La corona de espinas es de la misma especie vegetal palestina que los botánicos señalan.

Así, entre otros detalles, se puede destacar que la imagen tiene el aspecto de un fallecido una hora antes, con el vientre inflamado; arena -traída de Tierra Santa- incrustada en las heridas de las rodillas, fruto de las tres caídas que sufrió Jesús camino al Calvario; y la trasposición de las manchas de sangre, que aparecen en la Sábana Santa, con exactitud matemática.

Frente a la iconografía clásica, los clavos están clavados en las muñecas, tal como se piensa que los romanos hacían en las crucifixiones. A consecuencia de esto, los pulgares están doblados hacia las palmas; la sangre que mana de las heridas es la producida previa y posteriormente al fallecimiento; el sinfín de heridas, hematomas y cortes en el cuerpo reflejan en toda su crudeza las marcas producidas por el flagrum taxillatum, látigo provisto de correas terminadas en bolas de plomo con que los romanos flagelaban a los condenados.

Así mismo, el tradicional cartel sobre la cruz (el titulus crucis o inri), gesto despectivo hacia quien se proclamaba rey de los judíos, está en latín, griego y arameo, y contiene faltas de ortografía, pues se supone que fue escrito por soldados no letrados y es más que posible que contuviera faltas, tal como se refleja en la imagen.

 

La lengua y los dedos del pie presentan un tono azulado, propios del fallo cardíaco.

Los elementos externos a la información de la Síndone, como la corona de espinas y la forma de la cruz o se han realizado teniendo en cuenta las investigaciones más avanzadas sobre la materia. Para hacer la corona se trenzaron ramas de azufaifo (zizyphus jujuba), traídas de Palestina, y testimonian que era un tormento brutal, que se salía casi de lo imaginable.

Iconográficamente, se trata de un Cristo Muerto en la Cruz, con tres clavos y sin subpedáneo (pequeño apoyo en la cruz para los pies que se presenta otros tipos de tallas). Además de ser más exacto médica e históricamente, coincide con las heridas que presenta el Hombre de la Síndone. Esto, junto a muchos otros detalles, hace que esta talla sea sobrecogedora.

Las heridas que refleja concuerdan con los datos históricos sobre la crucifixión, sin que haya sido posible determinar cómo pudieron quedar reflejadas en el lienzo que se conserva en la catedral de Turín, en Italia.

  

Imágenes grabadas en el Síndone de Turín.

Para la representación de la sangre se hizo un estudio hematológico muy preciso, que ha llamado poderosamente la atención de los profesionales de la Medicina. Se ha desechado la simple pintura al óleo para conseguir unos compuestos complejos, a base de metacrilato líquido y pigmentos en suspensión, que permiten diferenciar la sangre vertida en vida y la sangre post mortem, especialmente la de la llaga del costado, en la que se separan suero y contenido hemático, tal como dice el Evangelio, que de la herida manó sangre y agua.

El Santo Cristo de la Universidad no es solo la plasmación exacta de los martirios a que fue sometido el Señor, sino que representa, a la vez, el permanente recuerdo de su Resurrección, gracias a la presencia directa de las huellas de la Sábana Santa.

La flagelación en Roma

Los condenados a crucifixión eran flagelados habitualmente durante el trayecto que había entre el lugar donde se dictaba la sentencia y el del suplicio. El instrumento era el flagrum taxillatum, que se componía de un mango corto de madera, al que estaban fijos tres correas de cuero de unos 50 cm, cuyas puntas tenían dos bolas de plomo alargadas, unidas por una estrechez entre ellas; otras veces eran los talli o astrágalos de carnero.

La flagelación en sí no fue un castigo exclusivo para Jesús. Lo mandaba la ley. La flagelación era un preámbulo legal a toda ejecución.

 

Flagrum taxillatum con que los romanos azotaban a los condenados.

En el caso de Jesús fue raro que se llevara a cabo en las dependencias del tribunal. Esto solo se hacía en los casos en que la flagelación era sustitutiva de la pena capital. La de Jesús no fue la legal que precedía a toda ejecución y constituyó un castigo especial.

Los clásicos latinos dicen que la flagelación dejaba al reo irreconocible en su aspecto y sangrando por todo el cuerpo. Así quedó Jesús.

Las correas de cuero del flagrun taxillatum, cortaron en mayor o menor grado la piel de Jesús en todo su cuerpo: en la espalda, el tórax, los brazos, el vientre, los muslos, las piernas. Las bolas de plomo, caídas con fuerza sobre el cuerpo de Jesús, hicieron toda clase de heridas: contusiones, irritaciones cutáneas, escoriaciones, equimosis y llagas. Además, los golpes fuertes y repetidos sobre la espalda y el tórax, provocaron, sin duda, lesiones pleurales e incluso pericarditis, con consecuencias muy graves para la respiración, la marcha del corazón y el dolor.

¿Quién, si no el Hijo de Dios, pudo soportar tanto sufrimiento?

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