sábado, 3 de marzo de 2018

Pueblos con un solo habitante (II)

Rouchefourchat, Francia

 

La vacía iglesia de Rochefourchat. Placa que indica que el pueblo forma parte de Middle of Nowhere

La comuna menos poblada de Francia se encuentra al Sureste del país, a mitad de camino entre Marsella y Lyon. El lugar alcanzó su cénit demográfico a principios del s. XIX, con 221 habitantes, y desde entonces la decadencia ha sido lenta pero inexorable. A principios del s. XX apenas quedaban 96 habitantes, que redujeron a 31 tras la II Guerra Mundial. Para 1968 eran 6 personas, reducidas a 2 en 1990 y a una desde 1999 en adelante. Esa persona es un divorciado de 38 años llamado Jean-Baptiste Lully. En el pueblo, además de su casa lo único que hay son las ruinas de un viejo castillo medieval y los cimientos de otras casas demolidas décadas atrás.Una placa indica que en el pueblo forma parte de Middle of Nowhere, una red de 'galerías de arte contemporáneo fantasma' que el artista conceptual francés Laurent Mulot ha 'inaugurado' en los seis continentes. 

Hobart Bay, Alaska, Estados Unidos


Un camping playero en Hobart Bay

Hobart Bay es lo que se conoce como CDP, o Census Designated Place; una concentración de población delimitada por el Censo de Estados Unidos para sus cálculos estadísticos. En este caso, una sola persona reside en los 336 km2 del área censal, situada a 100 km al sur de Juneau, la capital de Alaska. La comunidad de Hobart Bay fue fundada para mantener un área de acampada destinada a los turistas que visitaban los fiordos del panhandle de Alaska. En 1990 había 40 personas residiendo allí, y suficientes niños como para tener una escuela pagada por el Estado. El camping acabó cerrando y el único residente que queda según el censo de EE. UU. es el encargado del mantenimiento de la infraestructura.

Municipio 157-30, Minessota, Estados Unidos


Área del pueblo, con la única vivienda visible desde el satélite ampliada.

Este lugar, además de tener un único habitante, también posee el nombre más absurdo jamás otorgado a un municipio. Comparte esa distinción con sus vecinos de Towinship 158-30, situado justo al norte y con 17 veces más población. El área de la localidad es un cuadrado de 20 km2 de lado en las planicies de Minessota; lo que viene siendo en mitad de la nada. Según el censo de los EE. UU. allí vive un único hombre, de 44 años de edad.

Lost Springs


Lost Springs fue uno de esos pueblos creados a finales del siglo XIX mientras se construía el ferrocarril en Estados Unidos. Originalmente sirvió como un lugar de paso para los trabajadores que buscaban un sitio para comer y dormir, pero luego de algunos años también se convirtió en un punto donde se fabricaban los repuestos de los trenes. Tuvo su auge en las primeras décadas del s. XX gracias a las minas de carbón cercanas, y llegó a tener hasta mil pobladores en sus mejores tiempos, incluso se le llegó a considerar como una ciudad próspera. A consecuencia de la gran depresión y el cierre de las minas, el pueblo quedó deshabitado prácticamente de un momento a otro. Para la década de los sesenta quedaban menos de 10 pobladores y a mediados de los setenta quedaban 6. En el último censo nacional solo se contabilizó un único poblador, aunque algunos aseguran que viven todavía al menos 4 personas.

Villa Epecuen, Argentina

 

A inicios del siglo XX, se construyó un pueblo con fines turísticos llamado Villa Epecuen a orillas de la laguna homónima, al sur de la provincia de Buenos Aires. Conocido como el 'mar muerto de Sudamérica' por la alta salinidad de sus aguas, el lago fue un destino popular entre los habitantes de la capital argentina que querían pasar un fin semana de descanso en la naturaleza. Durante una fuerte crecida ocurrida a principios de noviembre de 1985, Epecuén se fue cubriendo de agua lentamente, y en 1993 quedó completamente bajo el agua. Sus casi 1,500 residentes estables perdieron todo. El pueblo fue evacuado en su totalidad, y el agua no retrocedió. Hoy el lugar es habitado solamente por Pablo Novak, un hombre nacido en 1930 que se resiste a abandonar su pueblo y lo recorre habitualmente acompañado de su perro 'Chozno'.

 

El balneario en sus mejores años, y la fatal inundación de 1985.

A mediados de la década de los setenta, se contabilizaban cerca de 6,000 mil pobladores y varias decenas de negocios prósperos relacionados con el turismo (comercios, restaurantes, posadas, hoteles, etc). Hoy las aguas han bajado y se puede ver rastros de gran parte de los edificios de la ciudad.

Tomioka, Japón

 

A consecuencia del devastador terremoto y posterior tsunami del 2011 en Japón, la central nuclear de Fukushima quedó destruida, y motivó que miles de personas evacuaran las poblaciones cercanas para nunca más regresar. Pero, una persona se rehusó en desalojar la 'zona prohibida' y vive ahí desde entonces. Su nombre es Naoto Matsumura. Según datos de The Daily Mail, Naoto no cuenta con agua ni servició eléctrico; sin embargo, ha sabido adaptarse a las circunstancias. Esta ciudad donde vivían más de 15 mil personas antes del desastre, ahora está llena de animales silvestres y un fuerte olor a humedad. A pesar de estar tan aislado de la civilización, Naoto se siente satisfecho y no tiene planes de abandonar su casa en un futuro cercano. "Siento que es mi deber estar aquí y no se me viene a la mente irme", dice.

Cass, Nueva Zelanda

 

Cass está localizada en el distrito rural de Selwyn, al sur de Nueva Zelanda. La artista Rita Angus fue una de las figuras más importantes de la pintura neozelandesa en el siglo XX. Su cuadro más famoso, pintado en 1936, lleva el nombre de Cass, y muestra una escena en la estación de ferrocarriles del pueblo: un hombre fuma en pipa sentado en el andén en medio del páramo. Esa estación sigue en pie hoy en día, y si bien se desconoce quién esperaba fumando en el andén en el cuadro de Angus, hoy solo puede ser una persona: Barry Drummond, un hombre de 64 años que lleva trabajando 40 años para el ferrocarril de Nueva Zelanda, y es el encargado, desde 1977, del mantenimiento de la carretera de Christchurch a Greymouth. Al no haber alguna población cercana, la compañía le construyó una cabaña al lado de las vías. Lugar en el que vive desde entonces.

Barrie explica que se siente feliz de vivir ahí y que realmente no le importa tanto la soledad ya que a diario pasan decenas de trabajadores por ahí. Es el único habitante de un pueblo que llegó a contar con 300 personas en la década de 1910. No se aburre en exceso, pues todos los años monta una fiesta para 250 personas con partido de cricket incluido.

Quiñihual, Argentina


Pedro Meyer es el único habitante de Quiñinual (barrio de Coronel Suárez, ciudad del centro-sur de la provincia de Buenos Aires). Vive junto a su perro Moncho y atiende su chacra, sus vacas y todos los días abre el almacén, construido hace 120 años y es la única luz en la serranía de Buenos Aires. Al lugar se llega a Quiñihual por indicaciones de baqueanos y por intuición.

 "Papá lo compró cuando yo tenía siete años, desde ahí para adelante, siempre estuve acá. Pero antes había tanta gente, los bolseros que trabajan en el tren y las familias que vivían en el campo llenaban el almacén, abríamos al amanecer y hasta la medianoche había gente. Acá se hacían las compras que hoy la gente hace en un supermercado", recuerda Pedro.

  

No hay carteles que indiquen  la presencia de este pueblo habitado por un solo hombre.  Es un pueblito perdido en el tiempo. En 30 años todo se vino abajo, se privatizaron los trenes, luego empezaron a descarrilar y después ya no pasaron más. Se cortó todo. El almacén resiste, y Pedro recibe a sus clientes, y con ellos la única posibilidad de charlar con alguien. 

 

Pedro es viudo pero tiene una novia en Pigüé: sus dos hijos lo visitan, pero él eligió quedarse en el lugar donde nació. "Soy un sobreviviente, pero no me quejo, soy feliz acá".


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