viernes, 9 de marzo de 2018

Piolinadas

La pelotita de Jaimito

Jaimito llora desconsoladamente en el autobús. Un pasajero se enternece y le pregunta:
- ¿Por qué lloras pequeño?

- ¡Es que se me ha perdido mi pelotita!
- No te preocupes. Yo te la busco...


Al cabo de un rato todos los pasajeros del autobús se solidarizan y empiezan a buscar la pelota sin resultados. Después de 1 hora le dicen:

- Lo siento pequeño, hemos buscado por todos lados y no la hemos encontrado.
Jaimito se mete el dedo en la nariz mientras dice:

- Bueno, da igual... ya me hago otra...

Sexo a los 90

Fallece el abuelo de una familia a los 95 años.
El nieto va a dar el pésame a su abuelita de 90 años, a la que abraza y consuela. 

Un rato después, cuando la nota más calmada, el nieto aprovecha y le pregunta: 
- Abuelita, ¿cómo murió el abuelo?
- Fue haciendo el amor -le confiesa la mujer. 
El muchacho le replica que las personas de 90 años o más no deberían tener sexo porque es muy peligroso. 


Pero la abuela le aclara: 
- Lo hacíamos solamente los domingos, desde hace diez años, con mucha calma, al ritmo de las campanadas de la Iglesia: 'ding' para meterlo, 'dong' para sacarlo...
- ¿Y qué ocurrió abuela? -le pregunta el nieto. 

- ¡Ay, mijito! ¡Pasó la camioneta de los helados con la campanita!

Lentes del futuro

Paco, un gallego español de viaje en Japón, se compra un par de gafas de tecnología punta que permiten ver a la gente sin ropa.
Se las pone y ve pasar a una y a otra. Todas sin ropa. Estaba encantado. 
Se pone las gafas, y las ve sin ropa. 
Se las quita, vestidas. Se las pone, sin ropa. Se las quita, vestidas. 
- ¡Por Dios, qué maravilla! –piensa.
Incluso adelanta el viaje de vuelta a casa para enseñarle a su mujer la novedad. 
En el avión, se siente enloquecido cuando se pone las gafas y ve a las azafatas desnudas. 
Se las pone, sin ropa. Se las quita, vestidas. 
Se las pone, sin ropa. Se las quita, vestidas.


Cuando llega a casa, antes de abrir la puerta, se coloca las supergafas, para ver sin ropa a su mujer, Luisa. 
Abre la puerta y allí está ella, su querida esposa, con Pedro, su mejor amigo. En el sofá, ¡sin ropa! 
Se quita las gafas, sin ropa. Se pone las gafas, sin ropa.

 Se las quita... sin ropa. Se las vuelve a poner... sin ropa.
Y no puede evitar un grito desgarrador:
- ¡Joder! ¡Nuevas y ya no funcionan! ¡Chinas tenían que ser!

Un fin de semana

Rafael está en un bar con sus amigos y les cuenta los acontecimientos de la semana anterior. Dice que el viernes anterior, después de trabajar, se quedó en un bar con sus compañeros de trabajo para tomar un trago... Una noche que se convirtió en un fin de semana entero de fiesta. Así que cuando regresó a casa, el domingo por la noche, tuvo que enfrentarse a la ira de su esposa.

 

- Mi esposa no estaba muy contenta de que no apareciese por casa durante todo un fin de semana -explica Rafael.

- ¿Qué te dijo ella? -preguntan sus amigos.


- Ella solo se quejó porque mi ausencia le pareció una eternidad. Después ella me preguntó cómo me sentiría yo si no la veía en dos o tres días -dice Rafael. 

- ¿Qué dijiste? -se interesan sus amigos.

- ¡Le dije que estaría encantado! -exclama Rafael.

- ¿Y ella se fue?

- Bueno, en realidad, no se fue, pero lo que sí es cierto es que no la vi en tres días... cuando pude abrir un poco mi ojo izquierdo.

Buscando a Jesús

Un día en una iglesia van a bautizar a los nuevos congregados. Al iniciarse el bautismo, todos se ponen de pie y se encaminan al altar. Allí el pastor los toma del cabello con las manos e introduce sus cabezas dentro de una enorme tina rebosante de agua fría. Luego de sacarlos, el pastor les pregunta:

- ¿Has visto a Jesús, hijo mío?

Y los fieles responden:

-¡Síiii, lo he visto!

- ¡Ahora estás bautizado en el nombre de Dios! -les contesta el pastor.

El rito sigue de esta manera con todos los fieles congregados. En cierto momento entra al lugar un borracho que deambulaba por la calle, buscando refugio. Al ver cómo el pastor le daba un chapuzón a la gente, piensa que tal vez le vendría bien mojarse la cara. Y decide meterse en la fila.


Al llegarle su turno, el pastor le toma los cabellos y le introduce su cabeza en la tina. Cuando el pastor lo saca de la tina, el borracho echa agua por la boca, las narices, las orejas, por poco se ahoga...

El pastor le hace la misma pregunta que a todos: "¿Has visto a Jesús?"

Y el borracho le responde: "No, no lo he visto."

El pastor, intrigado, le vuelve a introducir la cabeza en el agua. Esta vez el borracho se traga como dos litros de agua. El pastor vuelve a preguntarle: "¿Has visto a Jesús?" 

- No, no lo vi.

El pastor furioso vuelve a sumergir su cabeza, y así hasta diez veces, y las diez veces pasa lo mismo. En el último intento, el borracho semiahogado, se agarra de los bordes y hace que el pastor se detenga. Tose, escupe agua y respira profundo para recuperarse, unos segundos; después, con las pocas fuerzas que le quedan, pregunta:

- ¿Pero, pastor, está usted seguro de que Jesús se cayó aquí adentro?

Un informático en el infierno

Un día se murió un abogado experto en programación y automatización de sistemas. Llevaba una vida ejemplar, pero no creía en Dios, por tanto lo mandaron al infierno. Era muy bueno programando y en poco tiempo arregló todos los desperfectos en el infierno, dejando los aparatos funcionaran en forma automática, sin tener que resetear los equipos. Además, instaló acondicionadores en las oficinas, cafeteras automáticas, sistema multicanal de TV en todos los departamentos y puso a funcionar muchos otros servicios.


Dios, al enterarse de todo esto, lo quiso transferir al paraíso, pero el Diablo se opuso. Dios se molestó y le dijo: 

- ¡Te voy a demandar! 

- Sí, cómo no -dijo el Diablo con sarcasmo-… ¿Y dónde encontrarás un buen abogado, si en el paraíso no hay ninguno

Buscando a mi mujer

Dos hombres que se movían muy deprisa en el interior de un supermercado con sus carros de la compra se chocan y uno le dice al otro:

- Perdóneme usted, es que estoy buscando a mi señora.

- ¡Qué coincidencia, yo también! Estoy ya desesperado.
- Bueno tal vez le pueda ayudar. ¿Cómo es su señora?


- Es alta, con una gran melena rubia, una gran sonrisa blanca, piernas bien torneadas, pechos firmes, culo bien formado, en fin, muy bonita... ¿y la suya?
- Olvídese de la mía, ¡le ayudo a buscar a la suya!

 


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