miércoles, 14 de marzo de 2018

¿Ha muerto el genio?

No creía en Dios… pero lo sospechaba

Por: César Augusto Dávila

La sorprendente vida del sabio astrofísico Stephen Hawking acaba de apagarse, como se eclipsan esas estrellas que en su postrer fulgor se despiden  del ahora, dejando a los humanos un certero testimonio de la fugacidad del todo.

Esta deslumbrante mentalidad, comparada con Newton-cuya cátedra ocupó en una importante universidad y estimada como "un paso más allá" de Albert Einstein- formuló asombrosas teorías acerca del universo que habitamos, diseccionando el Big Bang y confesando su asombro en torno a los 'Hoyos Negros', inexplicables espacios capaces de devorarlo todo y transportarlo hacia un extraño tiempo-espacio, que quizás, sea el 'otro mundo' de la antimateria.

Diagnosticado a muy temprana edad, de una inclemente "esclerosis lateral", que lo excluía del movimiento muscular y lo condenó por siempre a la esclavitud de una silla de ruedas, jamás dejó de pensar y proclamar "la alegría de vivir", señalando que jamás tuvo miedo de morir, aunque tampoco sentía prisa por llegar a la meta final…pues tenía "muchas cosas que hacer", entre otras, quitarle la esposa a su médico de cabecera, porque así son los genios, con respecto a la ética de todo el mundo.

Por algo, el también genial Orson Welles, acuñó esa solemnidad que los 'periodistas de raza', solemos citar jocosamente: "Entre el genio y la locura…la hoja mellada de un cuchillo."

Hawking solía afirmar: "No hay lugar para Dios en la inmensidad del universo", y además se refería a los credos religiosos -todos ellos- y a la ilusión de un prometido paraíso, afirmando irónicamente: "Se trata de cuentos de hadas para mayores", y nada más.

Sin embargo, cuando se le preguntaba por los orígenes de la especie humana y su asombrosa –y extraña- evolución, se confundía en complicadas hipótesis, que superaban a Darwin y convertían en pacharaca burla el predicamento de las numerosas capillas que consuelan nuestra insignificancia. En suma, afectaba no creer en Dios, pero… sospechaba la existencia de "una energía superior e inexplicable, que de alguna manera regía el equilibrio del Cosmos".

Modestamente, yo -que felizmente no me creo un genio, ni cosa aproximada- sospecho algo parecido, aunque a veces, la tristeza o  la confusión, me impulsan a creer en Dios… que a lo mejor, resulta existiendo y Hawking, lo estará comprobando ahorita mismo. 

A la par con este admirabilísimo pensador, algunos seres humanos, que han meditado profundamente al respecto, afirman que resulta absolutamente inútil temer a la muerte, ya que, tarde o temprano, el ocaso llegará para todos.

Así las cosas, y respetando profundamente la fe de cada quién, podríamos elegir entre el aforismo que plantea: "Después de la muerte, solo nos espera la Nada… o la compasión".

Y la cínica y oportunista sentencia cartesiana que aconseja: "Creamos en Dios, porque si existe, lo habremos ganado todo. Y si no existe, pues, no habremos perdido nada."

De cualquier modo, los que a  nuestro estilo creemos "en un Dios", despidamos al genial escéptico Stephen Hawking elevando una oración por su extraño espíritu y confiando en que la gente inteligente lo recordará por siempre como alguien que nos enseñó a pensar por encima de todo, impulsándonos, además, a atrevernos a ser nosotros mismos.

El genial Hawking, quizás ahora, estará enfrentando una Verdad en la que jamás creyó, o comprobando que es la Nada, lo que no existe, en tanto la compasión es un increíble milagro que vibra  más allá de toda mentira.

 

 


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