domingo, 17 de septiembre de 2017

Las esposas de los dictadores IV

Esta es la última entrega sobre las esposas de los más conocidos dictadores del mundo. Creemos haber cumplido con recordar el papel que cumplieron (y cumplen) las mujeres que los acompañaron (o acompañan) en el ejercicio del poder (temporal o precario) y el final que tuvieron. Volveremos a ocuparnos de ellas y de sus maridos dictadores en la siguiente serie, en la que nos referiremos a sus hijos y la suerte que corrieron.

Elena Petreșcu 

 

Viceprimera ministra de Rumania (1980-1989) y esposa del entonces presidente Nicolae Ceaușescu. Tras la revolución rumana de 1989, el 25 de diciembre de 1989, ella y su esposo fueron condenados a muerte por un tribunal militar creado ad hoc y, tras un juicio sumario, se les condenó por genocidio, daño a la economía nacional, enriquecimiento injustificable y uso de las Fuerzas Armadas en acciones contra de civiles. Fueron sentenciados a muerte por fusilamiento y ejecutados en un cuartel militar en Târgoviște, al sur del país. Estos sucesos fueron transmitidos por la televisión nacional rumana días después para calmar a la población.

Yekaterina Svanidze

 

Su nombre completo era Yekaterina Semiónovna Svanidze, pero le decían Katia y estaba muy enamorada del que sería su marido, Iosif Stalin. Formaba parte de una familia acomodada. Estudió en Alemania y hablaba a la perfección alemán y francés. Con sus hermanas, Aleksandra y Marikó, pusieron un taller de costura en Tiflis, ciudad ubicada en las orillas del río Kurá.  Tuvieron bastante éxito confeccionando ropa para el ejército ruso. 
Yekaterina tenía 23 años cuando se casó en 1903. Su marido, Iosif Dzhugashvili, que pasaría a la historia por su nombre revolucionario de Stalin, había cumplido 25.

En 1907, apenas cuatro años después del casamiento, Yekaterina murió de tifus. A Iosif el golpe de esta muerte le dolió mucho más que los que recibidos de su padre. Dijo que nunca podría amar a nadie como amó a Yekaterina y que su corazón quedaba cerrado para siempre

Nadezhda Allilúyeva

 

Nadiezhka Sergeievna Alliluyev, segunda esposa de Stalin, era una de esas mujeres que tienen a su hombre como el centro de sus vidas. En el caso de Nadezhda había alguna justificación. Estaba casada con Stalin. No solamente ella sino toda la Unión Soviética giraba en torno a él. Sin embargo, Nadezhda no era una obsecuente como todos. Para ella, ese tipo era su marido. Un marido que trabajaba de dictador.

Cuando se casó con él, a los 18 años, en 1919, Lenin estaba en el poder y Stalin era uno de los líderes de la revolución bolchevique. Tuvieron un hijo y una hija a los que Nadezhda no les prestaba demasiada atención. A ella solamente le importaba su hombre. Tuvo la mala suerte de casarse con un tipo al que le gustaban demasiado las mujeres, y tenía aventuras amorosas con actrices, cantantes, esposas o hijas de jerarcas.

Durante sus años junto a Stalin, Nadia sufrió fuertes ataques de migraña, combinados con episodios de histeria y manía persecutoria, consecuencia de los celos por las aventuras de Stalin. Su relación con Stalin fue de un auténtico amor-odio, siempre admiró al dirigente soviético, pero hubo episodios de auténtica violencia verbal (no se sabe si llegó a ser física) en su vida privada. Murió en circunstancias no aclaradas el 9 de noviembre de 1932. Fue hallada muerta en su habitación junto a un revólver Walther. Algunos autores hablan de que se suicidó pegándose un tiro, aunque hay teorías que señalan que pudo ser el propio Stalin el que la asesinara. En el momento de su muerte, el dictador hizo firmar a los médicos de la cúpula dirigente un parte en el que se estipulaba que la causa de la muerte fue una apendicitis aguda. 

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