¿Dónde están las llaves?
El entierro del general Juan Velasco Alvarado, el 26 de diciembre de 1977, es considerado el más multitudinario registrado en toda la historia de la República. Ese día una multitud que abarcaba desde la avenida Abancay hasta el Cementerio 'El Ángel' en Barrios Altos', esperaba ansiosa el paso del ataúd del jefe de la Revolución Peruana.
El entierro de Velasco; Mario Campos y Cecilia Barraza.
En la mañana se realizó una misa de cuerpo presente en la catedral de Lima. La policía tuvo que esforzarse para contener a la multitud que colmaba la Plaza Mayor y las calles aledañas, y pugnaba por darle el último adiós al llamado 'Juan sin miedo'.
El Gobierno había dispuesto que el ataúd fuera conducido por el jirón Junín hasta la avenida Abancay donde esperaba una carroza que lo transportaría hasta el camposanto.
Al llegar al lugar, la multitud que copaba la amplia avenida se opuso tenazmente a que el féretro fuera introducido a la carroza y trataba de arrebatárselo a los soldados que lo conducían en hombros.
En medio del tumulto, el chofer de la carroza descendió del vehículo para dirigirse a la parte posterior, abrir lo portezuela y recibir el ataúd.
El descuido fue aprovechado por el periodista y cantante de música criolla Mario Campos, cuyo seudónimo artístico era Diego Mariscal, y la menuda Cecilia Barraza, también cantante criolla, que lo acompañaba en esos momentos. Ambos se pusieron de acuerdo y a empellones se dirigieron a la carroza. Mariscal levantó en vilo a Barraza, esta introdujo medio cuerpo por la ventana de la puerta del conductor y extrajo la llave de contacto. Se la dio a Mariscal y este la arrojó a la multitud.
Cuando los soldados comprobaron que la carroza no podía arrancar tuvieron que ceder y entregar el féretro a la multitud que así lo exigía, y de esta forma, en hombros de un pueblo doliente, los restos de Velasco Alvarado fueron conducidos hasta 'El Ángel'.
"Mi vuelto"
El casi mítico bar 'Zela' en los portales del lado sur de la Plaza San Martín era uno de los más concurridos de la bohemia limeña de mediados del siglo pasado, encabezada por el pintor Sérvulo Gutiérrez. Sus dueños –que también lo eran del no menos legendario 'Negro Negro', en los portales del lado norte de la misma plaza- eran los hermanos Leo y José Barba, este último padre del excongresista José Barba Caballero.
Sérvulo Gutiérrez y vista interior del bar Zela.
Un mañana de tantas, Sérvulo ocupó una mesa, pidió una cerveza y se puso a tomar solo. Los amigos no tardaron en llegar y se sucedían uno tras otros. Todos bebían y se iban invitados por el artista. Después del almuerzo, y antes de retirarse, Sérvulo pidió la cuenta al mozo. Este se retiró y volvió con la cuenta. Total: 750 soles.
Sérvulo leyó la factura y, sin pestañar, le pidió al mozo que le trajera una servilleta. Con el papelito en la mesa, el artista sacó un lapicero y se puso a dibujar un billete, con la imagen de Santa Rosa de Lima al centro y la cantidad de 1,000 soles en cada esquina. Se la entregó al mozo, indicándole que se lo llevara a Leo Barba, que atendía en la caja. "Ah, me traes el vuelto", le dijo.
El sorprendido mozo se acercó a la caja, le entregó la servilleta con el billete dibujado al dueño del local, y para su mayor sorpresa, este le entregó los 250 soles de vuelto.
Sérvulo dio las gracias y se retiró con la promesa de volver al día siguiente.
Pantalón abajo frente al Haití
A mediados de la década de los sesenta el entonces director-fundador de la cadena de diarios Correo, Raúl Villarán, fue invitado a cenar en el concurrido café Haití de Miraflores. Ambos se sentaron ante una mesa apartada para conversar con tranquilidad. Villarán, un sibarita él, se desabrochó la correa de su pantalón para que su estómago tuviera cabida para el banquete que pensaba disfrutar.
Estaban brindando un pisco souer para abrir el apetito cuando fueron interrumpidos por la inesperada presencia de Carlos Tossi, colaborador de la columna Cultural y esposo de Carmela Garcés, periodista piurana poseedora, según Villarán, de "las mejores piernas del Perú", y a quien supuestamente pretendía.
Sin preámbulos, Tossi se dirigió a Villarán, lo recriminó por estar asediando a su mujer y lo retó a liarse a puñetes fuera del local. Los dos adversarios salieron a la puerta del local seguidos por Banchero Rossi, quien nada pudo hacer para evitar el encuentro.
Tossi y Villarán se cuadraron y se fueron a las manos. Tossi logró encajar un puñete a Villarán, que empezó a sangrar por la nariz. Al frotarse la cara, el pantalón se le vino abajo, lo que aprovechó Banchero para detener la pelea y ayudar a Villarán a levantarse la prenda, mientras gotas de sangre caía sobre su rubia cabellera y los curiosos se reían al ver a un hombre gordo con el pantalón abajo y el calzoncillo al aire.
La pelea quedó ahí.
Al día siguiente, un contrito Tossi ingresó a la oficina de Villarán y le pidió disculpas por el incidente de la noche anterior, y le prometió:
- Discúlpame, Raúl, te prometo que no volverá a ocurrir…
A lo que Villarán le respondió:
- No te preocupes. Esto preparado por si vuelve a ocurrir: ¡Me he comprado tirantes!
Luis Banchero Rossi, Raúl Villarán y el Haití de Miraflores.
No permite el olvido
Allá por 1965 el poeta, matemático y físico chileno Nicanor Parra visitaba al rector de la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga, el folclorista Efraín Morote Best, quien lo invitó a almorzar en un restaurante ayacuchano.
Durante el diálogo entre ambos académicos, Morote refirió que él había estado en Chile en una oportunidad. Nicanor Parra aprovechó para preguntarle si tuvo oportunidad de conocer a su hermana Violeta, la extraordinaria cantautora, pintora y ceramista, considerada una de las principales folcloristas de América y gran divulgadora de la música popular de su país.
Efraín Morote dudó un momento para luego expresar que no recordaba si la había conocido o no.
A esa duda, Nicanor Parra le espetó:
- Definitivamente, usted no ha conocido a Violeta… ¡Mi hermana no permite que nadie la olvide!
Los personajes: Efraín Morote, Nicanor y Violeta Parra.
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Así es Piolín, la muchedumbre que acompañó el féretro del general Velasco fue MULTITUDINARIA, con mayúscula, sin embargo la prensa (escrita, radio, TV, revistas) lo ignoraron por completo. Las simpatías o antipatías personas o de grupo no deben mezclarse con lo evidente.
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