Prédica exitosa y fracaso militar
Los héroes de la Primera Cruzada, que habían mostrado un extraordinario valor en la conquista de Jerusalén, mostraron sus debilidades tras la victoria, y más que en guardianes del Santo Sepulcro se constituyeron en verdaderos señores feudales trasplantados a la región, con sus abusos y corrupciones de que hicieron gala en sus lugares de origen.
Pudieron permanecer en la 'Ciudad de Dios' durante tres generaciones gracias a la división de los Estados musulmanes. Sin embargo, a medida que el espíritu de cruzada iba decayendo entre los francos, cada vez más cómodos en su nuevo estilo de vida, entre los musulmanes iba creciendo el espíritu de yihad o guerra santa agitado por los predicadores contra sus impíos gobernantes, que toleraban la presencia cristiana en Jerusalén e incluso de aliarse con sus reyes. En ese ambiente surgió la secta de los 'haxixin' –de donde proviene el vocablo 'asesino'-, fundada por un jefe musulmán, con la misión de deshacerse de los enemigos del Islam a base de atentados individuales.
(Se cuenta que uno de sus jefes, conocido como el 'Viejo de las montañas', que residía en una inaccesible cueva de Antioquía, drogaba con haxixi a sus fieles, los cuales se sentían trasladados a una especie de edén delicioso, donde podían entregarse a todos los placeres sensuales. Cuando volvían a su estado normal, se mostraban dispuestos a todo con la esperanza de poder gustar, otra vez y para siempre, los goces del Paraíso de Alá. Los méritos para conseguir esta recompensa se obtenían a costa de intensificar los atentados terroristas contra los cristianos.)
Este sentimiento fue explotado por una serie de caudillos que consiguieron unificar los distintos estados musulmanes y lanzarse a la conquista de los reinos cristianos. Así, los sarracenos comenzaron a arrebatar a los occidentales un territorio tras otro. Hacia 1130 ya se habían apoderado de Hama y Alepo, y el día de Navidad de 1144 Imad ed-Din Zangi, atabeg (gobernador, título nobiliario) de Mosul y Alepo, conquistó Edesa.
El condado de Edesa era el más septentrional de ellos, y también el más débil y menos poblado, y como tal, objeto de frecuentes ataques de los estados musulmanes. El condado había sido fundado durante la Primera Cruzada (1095-1099) por Balduino de Boulogne (Balduino I de Jerusalén) en 1098. Si bien fue el primer Estado Cruzado que se fundó, fue también el primero en caer. El Sitio de Edesa fue un conflicto militar que tuvo lugar entre el 28 de noviembre y el 24 de diciembre de 1144. El sitio finalizó con la captura de Edesa por Zengi, atabeg de Mosul y Alepo.
Papa Eugenio III convocó la II Cruzada con su bula Quantum praedecessores.
Como respuesta a esta conquista, considerada un desastre de primera magnitud, que puso de manifiesto la debilidad de los Estados cruzados, el papa Eugenio III, a través de san Bernardo, abab de Claraval, el clérigo más influyente de la época, famoso predicador y uno de los transformadores de la vida monástica, inició en diciembre de 1145 la prédica de la Segunda Cruzada en Alemania y Francia.
Bernardo de Claraval logró comprometer al joven y piadoso Luis VII, rey de Francia, y a su esposa, Leonor de Aquitania; y a la nobleza y al rey Conrado III de Alemania. De ahí que se considere que la Cruzada de 1147 fue obra de un solo hombre.
San Bernardo de Claraval rodeado de cruzados.
Los dos monarcas contaban con la alianza del emperador Manuel de Bizancio, lo que teóricamente representaba un fuerte apoyo en Constantinopla. Sin embargo, el emperador bizantino boicoteó los esfuerzos de franceses y alemanes. Los desacuerdos entre estos y con los bizantinos fueron constantes en toda la expedición.
El emperador bizantino guio a los cruzados alemanes hasta Nicea, donde Conrado dividió su ejército, enviando la mayor parte de sus combatientes por la costa, en el territorio imperial, mientras que él y la fuerza de combate principal pasó por el interior. Partieron el 15 de octubre y pasó a territorio de Turquía. El ejército de Conrado fue rápidamente emboscado el 25 de octubre de 1147, cerca de Dorilea. Ese día los turcos selyúcidas atacaron y masacraron al ejército de Conrado II de Alemania.
La batalla fue una masacre. Los alemanes nunca tuvieron la oportunidad de organizarse para la defensa. Al caer la noche, Conrado huyó a Nicea, dejando tras de sí todo su campamento y todo su botín, además de casi todos los integrantes de su ejército. Los que no murieron fueron vendidos como esclavos por los turcos.
La misma suerte corrieron los cruzados franceses, liderados por Luis VII, Thierry de Alsacia, Renaut I de Bar, Amadeo III de Saboya, Guillermo VII de Auvernia, Guillermo III de Montferrato, y otros, junto con ejércitos de Lorena, Bretaña, Borgoña y Aquitania. Los franceses se encontraron con los remanentes del ejército alemán en Nicea, y el propio Conrado II de Alemania se unió a las fuerzas de Luis VII de Francia. Ambos monarcas, con los restos de sus ejércitos, organizaron un ataque conjunto a Damasco, pero tuvieron que levantar el sitio después de unos días, poniendo fin a la Cruzada.
El rey Conrado II de Alemania y Luis VII de Francia
Damasco cayó en manos de Nur ed-Din, que derrotó a Raimundo de Antioquía. En 1150 el turco conquistó los escasos distritos de Edesa que permanecían en poder de los cristianos. Cinco años más tarde se adueñaba de todos los puntos clave de Siria. Lo acompañaba un muchacho de 16 años, que más tarde se convertiría en el héroe de las próximas y decisivas batallas entre la cruz y la media luna. Se llamaba Saladino.
En conclusión, lo que comenzó con los mejores auspicios, tuvo un final infeliz. De la gran muchedumbre que salió de Europa, solo unos cuantos miles salvaron de ser de ser aniquilados en Asia Menor a manos de los turcos.
Esos fracasos conducirían al futuro colapso del Reino de Jerusalén en 1187, que sucumbió ante las fuerzas musulmanas comandadas por Saladino, lo que posteriormente provocaría la Tercera Cruzada al final del siglo XII.
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