martes, 26 de diciembre de 2017

La Tercera Cruzada (1187-1191)

Cruzada de los Reyes

Tras el fracaso de la II Cruzada, la unión de Egipto, Siria y Mespotamia, bajo la hegemonía del sultán Salah ad-Din Yusuf ibn Ayyub, conocido en español como Saladino –notable guerrero y hombre de Estado- significó el principio del fin del reino de Jerusalén.  

El rey de la Ciudad Santa, Guido de Lusignan, joven e incapaz de gobernar e imponer su autoridad, no advirtió el peligro ni intentó pactar con Saladino. Los señores feudales, ansiosos de luchas, decidieron enfrentarse al Islam y se dirigieron a Tiberíades, lo que se convirtió en un suicidio y la pérdida de Jesuralén.

Al amanecer del 3 de julio de 1187, los cristianos iniciaron su marcha. Los soldados de Saladino conocían de sus movimientos y lograron cercarlos en medio del desierto hasta que se les agotaron sus provisiones de agua.  Los exhaustos guerreros cristianos no pudieron romper el cerco, y el desenlace fue inminente. El 4 de julio se dio la batalla de Tiberíades o de los Cuernos de Hattin, al oeste del mar de Galilea, recordada como una de las más celebres de la historia. Los musulmanes rodearon a los cristianos por todos lados, los abrumaron con sus fechas y los atacaron con sus espadas.

Después de esa victoria, Saladino se apoderó de todos los castillo que rodeaban a Jerusalén y puso sitio a la ciudad. Al cabo de varias negociaciones, los cristianos decidieron rendirse y entregar la ciudad a Saladino el 2 de octubre de 1187.

Batalla de los Cuernos de Hattin,

Tras tomar la ciudad, Saladino dio muestras de su aspecto humano y la grandeza de su alma. En contraste con lo ocurrido cuando los cruzados arrasaron con la ciudad en 1099, él abrió mercados dentro y alrededor de Jerusalén con el fin de que los ciudadanos pudieran conseguir el dinero necesario para pagar su libertad. Más aún: Saif ed-Din, su hermano, le solicitó quedarse con mil esclavos en condición de esclavos. Una vez obtenido el permiso, los dejó a todos en libertad.

Saladino dijo entonces: "Mi hermano ha cumplido ya con sus deberes caritativos… ahora gustosamente haré yo lo propio." Y ordenó que se proclamara por las calles de Jerusalén que todos los ancianos incapaces de pagar quedaban libres y podían marcharse. Además, distribuyó limosnas entre ellos.

Paradójicamente, apenas esos infortunados salieron de Jerusalén fueron despojados, cerca de Trípoli, en Siria, nada menos que por sus propios congéneres cristianos.

Después de Jerusalén, Saladino se apoderó de toda Palestina. Entre gritos de alegría de los musulmanes y lamentos de los cristianos que permanecían en el lugar, las iglesias fueron transformadas en mezquitas, las cruces arrojadas al suelo y las campanas de los templos fundidas.

Según se dice, al conocer la noticia el papa Urbano III sufrió un colapso y murió poco después.

Papa Gregorio VIII.

El nuevo papa, Gregorio VIII proclamó que la pérdida de Jerusalén era un castigo divino por los pecados de los cristianos de Europa. Surgió, entonces, un clamor por una nueva cruzada para reconquistar los Santos Lugares. 

Los tres reyes más poderosos de entonces respondieron al llamado: Federico I Barbarroja de Alemania, Felipe II Augusto de Francia y Ricardo Corazón de León de Inglaterra, tomaron la cruz y se dispusieron a combatir por la sagrada causa.

 

Federico Barbarroja y Felipe II Augusto.

Mientras tanto, Federico Barbarroja, en buenas relaciones con Saladino, logró en 1188 que este restituyera la Santa Cruz a los cristianos, les devolviera algunos pequeños territorios, liberara a los prisioneros en su poder y permitiera a los peregrinos visitar en paz el Santo Sepulcro.

Las condiciones impuestas por Saladino no satisficieron a Barbarroja, quien no se demostró dispuesto a renunciar a sus proyectos de cruzada.

Saladino y Ricardo Corazón de León

Así, el 27 de marzo de 1188, en la Catedral de Maiz, tomó la cruz y fue el primer rey en partir hacia Tierra Santa, en mayo de 1189. Federico había reunido un ejército tan numeroso –según cronistas medievales eran 100,000 mil germanos- que no pudo ser transportado por el Mar Mediterráneo y tuvo que atravesar a pie el Asia Menor. 

Junto con los ejércitos de Barbarroja, también avanzaron hacia Bizancio alrededor de 2,000 soldados húngaros al mando del príncipe Géza, hermano menor del rey Bela III de Hungría en las guerras cruzadas (posteriormente el rey Andrés II de Hungría conduciría en la Quinta Cruzada el ejército más grande de toda la historia de las cruzadas).

El 18 de mayo de 1190, el ejército alemán capturó Konya, capital del sultanato de Rüm. Sin embargo, el 10 de junio de ese mismo año, al atravesar el río Saleph, Federico cayó de su caballo y se ahogó por la pesada armadura. Su hijo Federico VI asumió el mando del ejército y se dirigió a Antioquía, en Siria, con grandes dificultades y muchas víctimas en el camino. En esa ciudad, los sobrevivientes recibieron a los cruzados franceses e ingleses, que se habían traslado por mar a Oriente.

En Inglaterra, el rey Ricardo I, más conocido por su sobrenombre 'Corazón de León', comenzó a recaudar fondos para la cruzada y en julio de 1190 partió por tierra hacia Sicilia. El 4 de octubre de 1190 conquistó y saqueó Mesina, capital del reino. De paso, conquistó la isla de Chipre.

Juntos en Siria, alemanes, ingleses y franceses se dirigieron a San Juan de Acre, en la Palestina central. Sitiaron la ciudad, sin que Saladino pudiera evitarlo, y al cabo de un año, en el verano de 1191, Acre capituló. Discrepancias surgidas por la designación del destinatario del trono, motivaron que los reyes Felipe de Francia y Leopoldo de Austria, al mando de las tropas alemanas, dejaron la ciudad con sus tropas en agosto de ese año.

 

Asedio de San Juan de Acre. .

Felipe Augusto regresó a Francia, lo cual fue considerado por los ingleses una deserción. Ricardo Corazón de León quedó al manto de los cruzados y negoció con Saladino el rescate de miles de musulmanes que habían caído prisioneros. Como Saladino no estaba dispuesto a aportar la suma convenida, Ricardo ordenó que unos 3,000 prisioneros fueran degollados frente a la ciudad de Acre, a la vista del campamento musulmán. Luego, en lugar de marchar sobre Jerusalén, se dejó arrastrar por Saladino a una agotadora campaña de desgaste, lo que fue aprovechado por el sultán para reforzar las condiciones de defensa de Jerusalén.

Ricardo y Felipe Augusto juntos en Acre

Ricardo marchó contra la ciudad de Jaffa, desde donde podría lanzar un ataque contra Jerusalén. El 7 de septiembre de 1191, en Arsuf, unos 45 km al norte de Jaffa, Saladino atacó al ejército de Ricardo.

Saladino intentó atraer a las fuerzas de Ricardo para acabar con ellas, pero Ricardo mantuvo su formación hasta que los Caballeros Hospitalarios se apresuraron a atacar el flanco derecho de Saladino, mientras que los Templarios atacaban el izquierdo. Ricardo ganó la batalla y acabó con el mito de que Saladino era invencible.

Tras su victoria, Ricardo se apoderó de la ciudad de Jaffa, donde estableció su cuartel general. Ofreció a Saladino iniciar la negociación de un tratado de paz, pero no fueron capaces de llegar a un acuerdo, y Ricardo marchó hacia Ascalón.

En julio de 1192, Saladino lanzó un repentino ataque contra Jaffa y recuperó la ciudad, pero muy pocos días después volvió a ser conquistada por Ricardo. El 5 de agosto se libró una batalla entre Ricardo y Saladino, en la que el rey inglés, a pesar de su marcada inferioridad numérica, resultó vencedor. El 2 de septiembre, los dos monarcas firmaron un tratado de paz según el cual Jerusalén permanecería bajo control musulmán, pero se concedía a los cristianos el derecho de peregrinar libremente a Jerusalén.

Ese acuerdo y la liberación de San Juan de Acre fue todo el magro resultado de esta poco cristiana Tercera Cruzada, preparada en forma tan espectacular.

Ricardo abandonó Tierra Santa el 9 de octubre, después de haber combatido allí durante dieciséis meses.

Al pasar por una posada cercana a Viena, en su viaje de regreso a Inglaterra, Ricardo fue hecho prisionero por orden del duque Leopoldo de Austria, cuyo estandarte Ricardo había arrojado al foso en Acre. Más tarde pasó a poder del emperador Enrique VI, que lo tuvo cautivo durante un año, y no lo puso en libertad hasta marzo de 1194, previo pago de la enorme suma de 150,000 marcos. El resto de su reinado lo pasó guerreando contra Francia, y murió a consecuencia de una herida de flecha en Lemosín, en 1199, a la edad de 42 años.

Saladino murió poco después de la partida de Ricardo, el 3 de marzo de 1193, teniendo como única posesión una moneda de oro y 47 de plata, pues había repartido el resto de su patrimonio entre sus súbditos.

El fracaso de la Tercera Cruzada provocó que se iniciara la prédica de la Cuarta Cruzada, que se desviaría hacia Constantinopla. 

                                                                                                      

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