domingo, 10 de diciembre de 2017

Ecos de la Batalla de Ayacucho (II)

Mitos y realidades

El tratado de Ayacucho

La llamada Capitulación de Ayacucho, suscrito hace 193 años, es el tratado firmado por el jefe de estado mayor José de Canterac y el general Antonio José de Sucre después de la batalla de Ayacucho. A pesar del carácter definitivo de este documento, algunos oficiales españoles se negaron a reconocer su validez argumentando que no fue firmado por el virrey La Serna. El primero de ellos fue Pedro Antonio Olañeta, quien resistió en el Alto Perú hasta abril de 1825. El segundo fue el brigadier Rodil, acantonado en el Real Felipe, en el Callao, quien rehusó entregar la fortaleza, resistiendo el asedio de las fuerzas patriotas al mando del general Bartolomé Salom hasta el 22 de enero de 1826, en que entregó la plaza al ver que la ayuda de España no llegaba. Esta acción fue el fin del imperio español en América del Sur, pues el mismo día se juraba la independencia de Chiloé, que fue anexionado a Chile con la firma del Tratado de Tantauco una semana antes, una vez destrozadas las fuerzas realistas bajo el comando de Antonio de Quintanilla.

 

'Capitulación' de Ayacucho (óleo del pintor Daniel Hernández. Der: manuscrito original.

Cambio de fecha

Terminada la batalla y vencidos los seguidores de La Serna, a las 5 y 30 de la tarde el comandante Mediavilla, ayudante de campo del mariscal Valdés, se presentó en el campamento del general Sucre para proponer la capitulación. Tras él se presentaron los generales Canterac y Carratalá, acompañados por el general La Mar, quienes ajustaron con Sucre las condiciones del tratado, que se firmó a las 14:00 horas del día siguiente, 10 de diciembre. Sin embargo, aunque la capitulación se firmó en Huamanga entre Sucre y Canterac, al documento se le puso fecha del día 9, como si hubiese sido firmado inmediatamente después de la derrota en el mismo campo de batalla. 

 

Virrey José de La Serna y general José Canterac: ¿perdedores?

Ganadores y vencidos

El texto de la 'capitulación' consta de 18 artículos redactados por Canterac; 17 de ellos fueron concedidos inmediatamente por Sucre con ligeras observaciones, y uno dado para su aprobación por el servil Congreso Peruano. Las condiciones son tan favorables a los españoles que todo parece indicar que ellos fueron los vencedores. La bondad de algunos historiadores ha llamado a este documento 'capitulación', que significa 'rendición'; pero el artículo 18 establece textualmente que se trata de un 'tratado'.  Las condiciones establecidas por el documento fueron cuestionadas luego por muchos patriotas.

Felices perdedores

En efecto, el documento establece la entrega que los españoles hacían de todo el territorio del Bajo Perú hasta las márgenes del Desaguadero, con todos los almacenes militares, parques, fuertes, maestranzas, etc.; y se refería únicamente al ejército bajo el mando de Canterac; además de la permanencia realista en el Callao y el nacimiento de Perú a la vida independiente, con una deuda económica a los países que contribuyeron militarmente a su independencia.

Por 'común acuerdo', se disponía la entrega de las plazas realistas a las autoridades peruanas; el reconocimiento por el Perú de la deuda que las guerras independentistas generaron en España; el pago por el Estado peruano de los gastos del retorno de los españoles. También establecía que todo individuo del ejército español podía libremente regresar a su país, y sería de cuenta del Estado del Perú costearle el pasaje, "guardándole entretanto la debida consideración y socorriéndole a lo menos con la mitad de la paga que corresponda mensualmente a su empleo", mientras permaneciera en territorio peruano; que todo individuo del ejército o empleado que quisiera separarse del servicio y quedarse en el país, podía hacerlo, en cuyo caso sus personas serían "sagradamente respetadas"; en tanto que todos los jefes y oficiales prisioneros en la batalla 'de este día', quedaban desde luego en libertad, y lo mismo los hechos en anteriores acciones por uno y otro ejército. Cómo no 'capitular' en esas condiciones.

Casa histórica

Hoy convertida en Museo de sitio de Quinua, la casa don se firmó la capitulación de Ayacucho está ubicada en la Plaza Principal N.º 308 en el distrito de Quinua.

 

Casa donde se firmó 'capitulación' de Ayacucho, hoy Museo de Sitio.

En el Museo se exhiben objetos y armas (fusiles, balas, cornetas, catalejos) encontrados en la Pampa de Ayacucho y alrededores, maquetas y cuadros alusivos a la Batalla. También, placas de bronce con contenidos de homenaje de países americanos e instituciones y escenas de la batalla labradas en bronce; una galería de pinturas y cuadros de los héroes, precursores y próceres de la independencia; una maqueta de los movimientos de los ejércitos en las campañas de Junín y Ayacucho y otra maqueta de esta última.

 

Bienvenidos, guerrilleros

Quienes lucharon con entusiasmo y sin concesiones fueron los guerrilleros. No militaban en el bando patriota de manera formal, pero constituían una fuerza que hostigó al ejército español con el principio de 'muerde y huye'. Durante el desarrollo de la batalla pelearon con entusiasmo y emboscaron al ejército 'realista' produciendo una mortandad grande. Marcelino Carreño es uno de los héroes olvidados que murió en pleno campo de batalla, pero otros aseguran que murió un día antes. Junto a él estuvieron José María Guzmán y el indio Ninavilca con fuerzas que sobrepasaban los mil efectivos, traídos del valle del Mantaro, Huamanga y Huancavelica. Los mismos desertores peruanos del ejército 'realista' se sumaron a sus filas, dieron muerte a los oficiales que los comandaban (como el caso del capitán español Salas e incluso casi asesinan al brigadier general Somocurcio cuando trataba de reunir a sus tropas en fuga). La desesperación llegó cuando empezaron a saquear los bagajes de sus oficiales y casi 200 jinetes amenazaron asesinar al mismo Virrey, quien tuvo que refugiarse en el bando Libertador como 'capturado' para salvar su vida. La venganza de los reclutados peruanos y los maltratos que recibieron fue terrible. Los españoles temían más a sus propias tropas desertadas que al Ejército Libertador. 

Morochuco (dibujo de Pancho Fierro).

Valientes y arriesgados

Desde días antes de la Batalla de Ayacucho, los morochucos tuvieron activa y decidida lucha contra las tropas españolas, además de participar en la batalla misma. En su 'Historia General del Perú' (tomo VI, pág. 359), Rubén Vargas Ugarte cita la carta enviada el 4 de diciembre de 1824, desde Tambo Cangallo, por el mayor Domingo J. Grados, al general Sucre, en la que le dice: "No sé qué admirar más en estos sufridos jinetes Morochucos, si su valor en el momento de la lucha, conscientes de la causa que defienden, o la habilidad en el manejo de sus lanzas, algunos de ellos sus sables de combate y otros, temerariamente, sus lazos. Entre las bajas de la parte alta los hay jóvenes y viejos en número de ochenta y la mayoría de los muertos por impedimenta son Morochucos. Lo que comunico a Ud., mi General, en fe a la verdad y a la abnegación de esos fieles Morochucos, que merecen la admiración de vuestro noble corazón."

                                                                                                    

Breve recordatorio

No hay que olvidar que el primer grito de Independencia que se escuchó en el Perú fue en Cangallo, el 7 de octubre de 1814; o sea, seis años antes de que San Martin desembarcara en Paracas y proclamara nuestra independencia sin disparar un tiro. Para algunos historiadores, la verdadera historia de la primera jura de nuestra independencia está en la heroica ciudad de Cangallo y tiene un contenido popular que "ha sido silenciado interesadamente por la historia oficial de las clases dominantes". De ahí que la 'Heroica Provincia de Santa Rosa de Cangallo' (título conferido mediante Ley del 28 de mayo de 1828) celebró el pasado 7 de octubre de 2014 el primer Bicentenario de la Jura de la Independencia. El resto del Perú lo hará el 28 de julio de 2021.

Jura de la independencia de Cangallo (escenificación)

Legendario Auqui

Aquel histórico día sus habitantes, al lado de sus valientes jinetes morochucos, capitaneados por Basilio Auqui, don José Mariano Alvarado y don Valentín Munárriz, juraron solemnemente en cabildo abierto la Independencia, suscribiendo el Acta con la sangre de sus venas, la que estoicamente se la extrajeron para rubricar dicho documento y así jurar su libertad. Este hecho histórico demuestra que en lugares remotos también surgieron ideas de libertad y rebeldía que con el tiempo generarían todo un proceso emancipador en los diferentes suelos del interior del Perú. Luego secundarían las operaciones que desde 1820 ejecutaron en la sierra las unidades del Ejército Libertador. Estos vibrantes episodios fueron reconocidos por los libertadores San Martín y Bolívar, quienes emitieron normas legales a favor de los cangallinos.

Morochucos al lado de los libertadores.

Los 'ayacuchos' de retorno

Los oficiales que pelearon en Ayacucho regresaron a España, incluido el virrey impostor La Serna. Ninguno fue recibido como héroe a pesar de llevar un tratado redactado a favor de todos los ciudadanos de España en el Perú. Fueron duramente criticados, su lealtad puesta en tela de juicio. Los que siguieron en el ejército nunca más volvieron a ascender, se les truncó la carrera militar y pública. Fueron acusados en los tribunales, satanizados en los folletos, insultados en las calles. De manera despectiva y a manera de agravio se les llamaba, en público o en privado, como 'los ayacuchos' en un tono despectivo y ruin. Muchos escribieron sus memorias para limpiar su honor en las cuales magnificaron las circunstancias y el heroísmo de Ayacucho para ser absueltos por el juicio de la historia.

Epílogos

Lo único seguro es que el Perú perdió en Ayacucho. Bolívar y Sucre transformaron en cuya una gran victoria obtenida por las armas colombianas y oscurecieron hasta el nivel de borrar la participación de los peruanos desertores y las guerrillas en Ayacucho. Y se hicieron reconocer. Bolívar se hizo aprobar en el Congreso un reconocimiento pecuniario de 1 millón de pesos (la tercera parte del presupuesto nacional) para él; otro millón para los soldados que participaron en la batalla y un tercer millón para Sucre por la 'independencia' del Alto Perú (Bolivia). 

Fama y beldad

Tras el reparto de premios a los vencedores de Ayacucho -medallas, dinero, tierras, inmuebles, haciendas, títulos y algo más-, en 1825 la Municipalidad Lima le entregó al libertador Simón Bolívar, la espada más bella, famosa y costosa llamada 'La espada del Perú', que mide una vara y siete pulgadas de largo. La vaina es de oro macizo de 18 kilates con increíbles dibujos artísticos diseminados en ella con 1,367 brillantes, 8 rubíes, 7 esmeraldas: cinco marcos, cinco onzas y ocho adarmes de oro y una hoja de acero 'al estilo de Damasco'. Se observa además una serpiente de nueve pulgadas, cuyos ojos son de rubí. La hoja de acero tiene la inscripción: "Simón Bolívar: unión y libertad, año de 1825". En el anverso dice: "Libertador de Colombia y del Perú, Chungapoma me fecit en Lima" ('Chungapoma la fabricó en Lima') y se encuentra en una de las bóvedas del Banco Central de Venezuela, considerada como la más bella que se conserva de Bolívar y que guarda el Gobierno Bolivariano de Venezuela. (La espada de Sucre tiene 1,168 brillantes y seis marcos de oro.)

'Espada del Perú' para Bolívar.

Invasores y libertadores

Volviendo al caso del 9 de diciembre, es una paradoja que aquel ejercito mal llamado 'invasor', es decir, el 'Ejercito Real del Perú' -el enemigo del pueblo americano, en palabras de Bolívar- estaba compuesto casi en su totalidad por peruanos, en su gran mayoría mestizos. Pero también por criollos, mulatos e indios. Mientras que el 'Ejército Libertador', que invadió el territorio peruano desde la Gran Colombia y enfrentó al anterior en Junín, Ayacucho y en distintos sitios de nuestro territorio, estaba compuesto íntegramente por tropas extranjeras. Esto es, colombianas y venezolanas (de Nueva Granada) y un batiburrillo de milicias de origen francés, inglés, y en menor medida españolas antimonárquicas, irlandesas, chilenas, y argentinas.

Cuando se escenifica la batalla y se presenta a los peruanos obligados a militar en la causa 'realista' se insulta a todos los patriotas y nuestro nacionalismo. Nos hace ver como si fuéramos los malos de nuestra propia independencia. Ratifica los odios todavía vigentes de cierto sector de la sociedad por los indios. De la escena desaparecen los guerrilleros que tan importante papel desempeñaron en la batalla. Solo se rinde homenaje a los 'buenos' de los libertadores o 'patriotas' que fueron extranjeros y no tuvieron un papel preponderante en Ayacucho, al contrario impidieron el aplastamiento total de los realistas en esta batalla y los protegieron e incluso les otorgaron un tratado ventajoso y otros reconocimientos económicos para que pudieran regresar a su país. 

La independencia del Perú se logró gracias a la acción dedicada de los montoneros, pero solo benefició a la aristocracia criolla, criollos de clase media y hasta españoles; pero no a los campesinos, esclavos, indígenas y al pueblo peruano que lucharon con denuedo y valentía porque el sistema de explotación contra el cual pelearon seguía vigente.

De ahí que muchos peruanos alejados de la capital se sintieran defraudados o no les importara la declaración de la independencia en Lima, pues su situación de marginación, aislamiento, olvido y de pobreza se mantuvo por muchísimos años. Nada había cambiado con el paso de la Colonia a la 'independencia'.

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