sábado, 23 de diciembre de 2017

En nombre de los Inocentes

La palabra santo es usada incorrectamente por los peruanos como sinónimo de cumpleaños. Suele decirse día del santo por la fecha del nacimiento de una persona, y no por el del patrón que señala el santoral eclesiástico.

La costumbre se inició un día del que nadie tiene memoria cuando a una de nuestras tatarabuelas se le ocurrió consultar el santoral de la iglesia católica y eligió para su hijo el nombre del santo del día. La práctica se extendió, convirtiéndose en solución al problema que se enfrentaba cada vez que nacía un hijo y no se sabía con qué nombre bautizarlo. Y así nacieron nombres que, hoy en día nadie se atrevería a poner a sus hijos. Casos de Veneranda, Edilburga, Pantaleón, Crisólogo, Próspero o Napomuceno, por citar algunos.

Pero había una fecha que no era tomada en cuenta a la hora de bautizar al nuevo crío: el 28 de diciembre, día en que se conmemora la degollación de los Santos Inocentes. (Estos, según la Biblia, fueron los niños asesinados por orden de Herodes, para así acabar con Jesús recién nacido, y evitar que algún día le quitara el trono.) Ninguna persona nacida en esa fecha recibió el nombre de Inocente. En cambio, sí recibieron el de Inocencio los nacidos el 28 de julio, día de dicho santo.

Matanza de niños dispuesta por Herodes.

El 28 de diciembre, en cambio, y sin que nadie tampoco recuerde por qué ni desde cuándo, fue dedicado a la burla y a las bromas en perjuicio del prójimo más próximo. Y se hizo costumbre, por ejemplo, pedir dinero prestado en esa fecha, y al recibirlo, exclamar: "inocente" y, santa palabra, la deuda devenía inexistente.

En esa fecha, se hacía -y aún se hace- gala de ingenio, viveza y malicia para cobrarse la revancha contra alguien, poner en evidencia la torpeza de los demás, hacerles pasar un mal rato o evidenciar su inferioridad. La víspera, cada quien debía ponerse en alerta, pues con seguridad al día siguiente su mejor amigo, su pata del alma, le iba a hacer alguna trampa o lo iba a dejar en ridículo.

Lo curioso de todo esto, además, era que las bromas o malas pasadas, podían hacerse solo hasta el mediodía, pasado el cual no solían tener 'efecto' o ya no 'valían'. Era una regla jamás escrita ni testimoniada por ningún cronista de nuestra Lima de ayer.

Las bromas más pesadas, como hacer que alguien se presentara a un lugar donde no había sido llamado, hacerlo viajar de Lima a Chorrillos con un falso motivo, o invitar 'dulces' (a las mujeres, y con apariencia de chocolate, por lo general) hechos de algodón, se convirtieron en las bromas principales de aquella fecha.

Con el tiempo, gran parte de nuestros abuelos prefería quedarse en casa hasta pasado el mediodía, y se convirtió además en una fecha en la que nadie prestaba dinero, así se tratara de una real y extrema emergencia, o se solicitara con lágrimas en los ojos o con el puñal clavado en la espalda. Se dudaba hasta de la veracidad del arma y de la sangre.

Poco a poco se dejó de lado esta tradición y hoy son pocos los sectores que persisten en ella. Y, hasta donde sabemos, se practica también en muchos otros países de América, europeos, asiáticos y africanos.

Lo que significa que, en esta cuestión, tampoco estamos solos. Y por si las moscas, tome sus preocupaciones y no se deje sorprender en una fecha como esta.

No diga después que no se lo advertimos. No hay de qué.

 

Publicado en el diario oficial El Peruano el sábado 23.12.17

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