Algunos apuntes para entender el problema
La decisión unilateral del presidente de Estados Unidos de América, Donald Trump, de reconocer a Jerusalén como capital del Estado de Israel, ha vuelto a encender las arenas del Medio Oriente y alterar la paz que por estos días se encontraba en estado de hibernación. Tamaña estupidez, a decir de los comentaristas internacionales, constituye una herida de muerte a la posibilidad de lograr un futuro acuerdo de paz definitivo entre israelíes y judíos,
Esta medida solo ha conseguido, por ahora, impulsar una nueva intifada ('guerra santa' palestina contra Israel) removiendo la aparente calma que se vivía en esa siempre convulsionada región; y la decisión de los países árabes de declarar la parte oriental de Jerusalén como capital de Palestina, con un llamado a la comunidad internacional para que así lo reconozcan.
Rompiendo la calma.
Las siguientes son algunas explicaciones o reflexiones sobre ese complicado mundo lleno de diferencias ideológicas tan arraigadas que lindan con el fanatismo.
Previamente, recordemos que desde el siglo I d. C., los judíos vivieron en el exilio, si bien ha habido una presencia constante de ellos en la Tierra de Israel. De acuerdo con el judaísmo y la Biblia, la Tierra de Israel o Sion (uno de los nombres de Israel) es la Tierra Prometida por Dios para los judíos, de la que fueron expulsados el año 135 para formar la diáspora judía.
Como respuesta a esa dispersión, nació el movimiento sionista, fundado a fines del s. XIX por el periodista austro-húngaro de origen judío Theodor Herzl, que se impuso como objetivo primario la creación de un Estado judío moderno, considerando que con ello se devolvería al pueblo judío su estatus de nación y pondría fin a dos milenios de vida en el exilio.
Theodor Herzl, padre del sionismo político.
Situación de la Tierra Santa
Fundada 3,000 años antes de Cristo, Jerusalén es reclamada por el Estado judío como su capital eterna e indivisible. Los palestinos, que aún esperan un proceso de paz que termine por establecer un futuro Estado, también la reclaman como su próxima capital.
Durante la década de 1990 se estuvo a punto de alcanzar un acuerdo de paz entre israelíes y palestinos y un punto clave de las negociaciones fue –precisamente– la situación de Jerusalén. En 1993 se firmaron los Acuerdos de Oslo y el tema de Jerusalén tuvo una propuesta que zanjó el problema, aunque momentáneamente: la parte occidental de la ciudad iba a convertirse en la capital de Israel y la parte oriental en la capital del futuro Estado palestino.
Ahora, esta innecesaria provocación de Trump colisiona con la posición de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) porque menoscaba la solución entre los dos estados: el israelí y el palestino.
La Ciudad Vieja de Jerusalén contiene los sitios religiosos más sagrados para judíos, musulmanes y cristianos.
Jerusalén es una ciudad que va más allá de la soberanía de uno o dos países debido a su alta carga religiosa y cultural, sobre todo en la llamada Ciudad Vieja, de apenas un kilómetro cuadrado de extensión. Esta concentración de distintas religiones en un espacio tan reducido es una razón suficiente para mover con sumo cuidado y criterio las piezas de este siempre complicado ajedrez, algo que el presidente de Estados Unidos no ha sabido ni querido hacer.
Desde 1948, cuando se fundó el Estado de Israel, el estatus de Jerusalén siempre estuvo en cuestionamiento y la comunidad internacional la consideraba una ciudad internacional. Al ser una ciudad religiosamente recargada, se convirtió durante cientos de años en objeto de disputas, conquistas y reconquistas (caso de las cruzadas) hasta llegar a su situación actual.
Desde 1967, tras el contundente triunfo israelí en la Guerra de los Seis Días, los israelíes empezaron a ejercer una soberanía de facto sobre Jerusalén, aunque sin reconocimiento internacional. Prueba de ello es que los países de la comunidad internacional -incluidos los aliados de Estados Unidos- mantienen sus embajadas en Tel Aviv o zonas aledañas.
Tres religiones la reclaman
En la Ciudad Vieja de Jerusalén se ubican algunos de los lugares religiosos más sagrados del mundo: la Cúpula de la Roca y la Mezquita de Al Aqsa de los musulmanes, el Monte del Templo y el Muro de las Lamentaciones de la religión judía, y el Santo Sepulcro de la religión cristiana. La ciudad es un laberinto de callejones estrechos y arquitectura histórica que caracteriza a sus cuatro barrios: cristiano, musulmán, judío y armenio (también cristiano).
La iglesia: Dentro del barrio cristiano está la Iglesia del Santo Sepulcro, uno de los lugares más sagrados de los cristianos en todo el mundo. Está ubicada en un lugar que es central para la historia de Jesús, su muerte, crucifixión y resurrección.
De acuerdo con las tradiciones cristianas, Jesús fue crucificado allí, en el Gólgota o monte Calvario, su tumba se encuentra dentro del sepulcro y este fue también el lugar de su resurrección.
Iglesia del Santo Sepulcro en la Ciudad Vieja de Jerusalén.
La iglesia está administrada conjuntamente por representantes de distintas denominaciones cristianas, principalmente el patriarca ortodoxo griego, frailes franciscanos católicos y el patriarca armenio; aunque también están involucrados las iglesias etíope, copta y siria.
La mezquita: El barrio musulmán es el más grande y contiene la Cúpula de la Roca y la Mezquita de Al Aqsa en una explanada conocida por los musulmanes como Haram al Sharif, o el Noble Santuario. La mezquita es el tercer sitio más sagrado del islam y está bajo la administración de un fondo de donaciones islámico llamado Waqf.
Los musulmanes creen que el profeta Mahoma viajó allí desde la Meca durante un viaje nocturno y oró por las almas de todos los profetas. A unos cuantos pasos de distancia, la Cúpula de la Roca contiene la roca desde la cual Mahoma ascendió a los cielos.
La mezquita de Al Aqsa y la Cúpula de la Roca en Jerusalén oriental.
El muro: El barrio judío es hogar del Kotel o Muro de las Lamentaciones, uno de los cuatro muros de contención del monte Moriá erigidos para ampliar la explanada donde fueron edificados el Primer y Segundo Templo de Jerusalén. Dentro del templo estaba el Sanctasanctórum o 'Santo de los Santos', el lugar más sagrado del judaísmo.
Los judíos creen que esta era la ubicación de la primera piedra donde se construyó el mundo y donde Abraham se preparó para sacrificar a su hijo Isaac.
El Muro de las Lamentaciones es el sitio más cercano al Santo de los Santos donde los judíos pueden rezar.
Está administrado por el rabino del Muro de las Lamentaciones y cada año es visitado por millones de visitantes.
En su campaña, Trump prometió reconocer a Jerusalén como capital de Israel.
Los inicios del problema
Basándonos en un informe elaborado la red BBC Mundo, repasemos algunos puntos que nos ayuden a comprender por qué este antiguo enfrentamiento entre israelíes y palestinos es tan complejo y genera tanta polarización.
Miembros del grupo judío ortodoxo antisionista y propalestino Neturei Karta: "Judaísmo y sionismo son extremos opuestos" y "Detener el hambre de los palestinos".
Alentado por el antisemitismo que sufrían los judíos en Europa, a comienzos del siglo XX tomó fuerza el movimiento sionista, que buscaba establecer un Estado para los judíos.
La región de Palestina, entre el río Jordán y el mar Mediterráneo, considerada sagrada para musulmanes, judíos y católicos, pertenecía por aquellos años al Imperio Otomano y estaba ocupada mayormente por árabes y otras comunidades musulmanas. Pero una fuerte inmigración judía, fomentada por las aspiraciones sionistas, comenzaba a generar resistencia entre las comunidades.
El Mandato británico de Palestina rigió entre 1920 y 1948.
Tras la desintegración del Imperio Otomano en la Primera Guerra Mundial, el Reino Unido recibió un mandato de la Liga de Naciones para administrar el territorio de Palestina.
Pero antes y durante la guerra, los británicos habían hecho diversas promesas a los árabes y a los judíos que luego no cumplieron, entre otros motivos porque ya se habían dividido el Medio Oriente con Francia. Esto provocó un clima de tensión entre nacionalistas árabes y sionistas que desencadenó en enfrentamientos entre grupos paramilitares judíos y bandas árabes.
Luego de la Segunda Guerra Mundial y tras el Holocausto, aumentó la presión por establecer un Estado judío. El plan original contemplaba la partición del territorio controlado por la potencia europea entre judíos y palestinos.
Tras la fundación de Israel el 14 de mayo de 1948, la tensión pasó de ser un tema local a un asunto regional. Al día siguiente, Egipto, Jordania, Siria e Irak invadieron este territorio. Fue la primera guerra árabe-israelí, también conocida por los judíos como guerra de la independencia o de la liberación. Tras el conflicto, el territorio inicialmente previsto por las Naciones Unidas para un Estado árabe se redujo a la mitad.
Para los palestinos, comenzó la Nakba, la llamada 'destrucción' o 'catástrofe': el inicio de la tragedia nacional. 750.000 palestinos huyeron a países vecinos o fueron expulsados por tropas judías.
Pero 1948 no sería el último enfrentamiento entre árabes y judíos. En 1956, una crisis por el Canal de Suez enfrentaría al Estado de Israel con Egipto, que no sería definida en el terreno de combate sino por la presión internacional sobre Israel, Francia e Inglaterra.
Pero los combates sí tendrían la última palabra en 1967 en la Guerra de los Seis Días. Lo que ocurrió entre el 5 el 10 de junio de ese año tuvo consecuencias profundas y duraderas a distintos niveles. Fue una victoria aplastante de Israel frente a una coalición árabe. Israel capturó la Franja de Gaza y la península del Sinaí a Egipto, Cisjordania (incluida Jerusalén Oriental) a Jordania y los Altos del Golán a Siria. Medio millón de palestinos huyeron.
El último conflicto árabe-israelí sería la guerra de Yom Kipur en 1973, que enfrentó a Egipto y Siria contra Israel y le permitió a El Cairo recuperar el Sinaí (entregado completamente por Israel en 1982), pero no Gaza. Seis años después, Egipto se convierte en el primer país árabe en firmar la paz con Israel, un ejemplo solo seguido por Jordania.
Por qué en Medio Oriente
La tradición judía indica que la zona en la que se asienta Israel es la Tierra Prometida por Dios al primer patriarca, Abraham, y a sus descendientes.
La zona fue invadida en la antigüedad por asirios, babilonios, persas, macedonios y romanos. Roma fue el imperio que le puso a la región el nombre de Palestina y que, siete décadas después de Cristo, expulsó a los judíos de su tierra tras combatir a los movimientos nacionalistas que perseguían la independencia.
Con el surgimiento del Islam, en el siglo VII d. C., Palestina fue ocupada por los árabes y luego conquistada por los cruzados europeos. En 1516 se estableció la dominación turca que duraría hasta la Primera Guerra Mundial, cuando se impuso el mandato británico.
El Comité Especial de las Naciones Unidas sobre Palestina (UNSCOP, por sus siglas en inglés) aseguró en su informe a la Asamblea General del 3 de septiembre de 1947 que los motivos para que un Estado judío se estableciera en Medio Oriente se centraban en "argumentos basados en fuentes bíblicas e históricas". En la Declaración de Balfour de 1917, el gobierno británico se declaró a favor de un 'hogar nacional' para los judíos en Palestina. Allí se reconoció la conexión histórica del pueblo judío con Palestina y las bases para reconstituir el Hogar Nacional Judío en esa región.
Tras el Holocausto nazi contra millones de judíos en Europa antes y durante la Segunda Guerra Mundial, creció la presión internacional para el reconocimiento de un Estado judío. Al no poder resolver la polarización entre el nacionalismo árabe y el sionismo, el gobierno británico llevó el problema a la ONU.
El 29 de noviembre de 1947 la Asamblea General aprobó un plan para la partición de Palestina, que recomendaba la creación de un Estado árabe independiente y uno judío y un régimen especial para la ciudad de Jerusalén.
El plan fue aceptado por los israelíes pero no por los árabes, que lo veían como una pérdida de su territorio. Por eso nunca se implementó.
Un día antes de que expirara el Mandato británico de Palestina, el 14 de mayo de 1948, la Agencia Judía para Israel, representante de los judíos durante el Mandato, declaró la independencia del Estado de Israel.
Al día siguiente Israel solicitó ser miembro de Naciones Unidas, estatus que finalmente logró un año después. El 83 % de los miembros actuales reconocen a Israel (160 de 192).
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