Tres visitas seguidas
La madame abre la puerta del burdel y encuentra a un apuesto caballero, muy bien vestido, de unos 40 años.
- ¿Puedo ayudarle?- pregunta ella.
- Quiero ver a Natalia -responde el hombre.
- Señor, Natalia es una de nuestras chicas más caras, quizá preferiría a otra -contesta la señora.
- "No, debo ver a Natalia", replica el hombre.
Entonces aparece Natalia y le informa que ella cobra 1,000 dólares por visita. Sin vacilar, el hombre saca diez billetes de cien dólares; se los da y suben a la habitación. Después de una hora, el hombre se marcha.
A la noche siguiente aparece el mismo hombre y exige de nuevo ver a Natalia. Ella se extraña porque nadie regresa dos noches seguidas, es demasiado caro y no hay descuentos. La tarifa sigue siendo de 1,000 dólares. De nuevo el hombre saca el dinero, se lo da a Natalia y suben. Tras una hora, se va...
La noche siguiente el hombre se presenta de nuevo. Todo el mundo está asombrado de que vaya por tercera noche consecutiva, pero paga a Natalia y van al cuarto. Después de la sesión, Natalia le pregunta al hombre:
- Nadie ha solicitado mis servicios tres noches seguidas. ¿De dónde eres?
Él responde: "De Carolina del Sur."
- ¿De Verdad? Yo tengo familia en Carolina del Sur.
- Lo sé -contesta el hombre-. Tu padre murió y yo soy el abogado de tu hermana. Ella me pidió que te entregara personalmente tu herencia de 3,000 dólares.
La esposa ideal
Luego de haberse casado, tres parejas viajaron a un hotel para pasar su luna de miel y fueron asistidos por Hernán, el maletero del lugar.
El primer hombre estaba casado con una enfermera. Al ver a la pareja, Hernán pensó para sí mismo: "Las enfermeras deben ser sensuales". Luego, vio al segundo hombre que estaba casado con una telefonista, y pensó: "Las telefonistas deben tener voces sexis". Por último, al ver al tercer hombre casado con una maestra, Hernán no pudo evitar pensar: "Pobre hombre, las maestras deben ser muy estrictas."
A la mañana siguiente, cuando estaba por empezar su turno, Hernán recibió una llamada del hombre casado con la enfermera, quien le dijo: "Nunca te cases con una enfermera, lo único que escuche anoche fue 'No estás higienizado, no estás higienizado'." Luego, lo llamó el hombre casado con la telefonista diciendo: "Nunca te cases con una telefonista, lo único que escuché anoche fue: 'Tus tres minutos se han acabado, tus tres minutos se han acabado'."
Más tarde, Hernán recibió la llamada del hombre casado con la maestra, quien le dijo: "Cuando te cases, asegúrate de hacerlo con un maestra, porque anoche lo único que escuché decir fue: 'Vamos a hacer esto una y otra vez hasta que salga perfecto'."Viejita conocedora
En un pequeño pueblo, el Fiscal del Juicio llama a su primera testigo -una viejita de edad bien avanzada- y, para comenzar a construir los hechos con una línea de argumentación, le pregunta:
- Doña Genoveva, ¿usted me conoce, sabe quién soy y qué es lo que hago?
- ¡Claro que lo conozco, Eduardo! Yo lo conozco desde que usted era un bebé. Cuando lloraba le salía ese pitito chiquitito que usted tenía. Y después, francamente, usted me decepcionó. Usted miente, traiciona a su mujer, manipula a las personas, le gusta el chisme. Usted cree que es influyente y respetado en este pueblo, pero en realidad todos saben que usted es un verdadero desgraciado. Ni siquiera sabe que su hija está embarazada y, por lo que pude enterarme, ella ni siquiera sabe quién es el padre de la criatura. ¡Así que yo sí lo conozco! ¡Claro que lo conozco!
El fiscal queda petrificado, incapaz de dar crédito a lo que estaba oyendo. Queda mudo, mirando hacia el juez y los jurados. Sin saber qué hacer, señala al abogado de la defensa y le pregunta nuevamente a la viejita:
- Y al abogado de la defensa, ¿usted lo conoce?
- ¿A Robertito? ¡Claro que lo conozco! Desde chiquito. Yo lo cuidaba cuando María, su mamá, aprovechaba la ausencia de su marido para salir a ''atender'' cualquier otro "compromiso". Y él también me decepcionó. Es perezoso, puritano, alcohólico y siempre está queriendo dar lecciones de moral al resto de la gente sin siquiera tener moral propia. No tiene amigos y, además, lleva perdidos casi todos los juicios en los que está trabajando. Ah, y para no decir más, solo diré que su mujer lo está engañando con otro hombre... ¡con su mecánico!
A esas alturas, el juez le pide a la señora que permanezca en silencio, llama al fiscal y al abogado de la defensa al estrado y les dice en voz baja:
- Si alguno de ustedes le llega a preguntar a esa viejita si me conoce, va a salir preso de esta sala... ¿Fui claro?
Lista de bodas
Bob de 92 años de edad y María de 89, están emocionados acerca de su decisión de casarse. Mientras pasean y discuten sobre la boda, pasan por una farmacia y Bob sugiere entrar.
Bob habla con el farmacéutico, le cuenta que están a punto de casarse y le pregunta: "¿Usted vende medicamentos para el corazón?"
"Por supuesto que sí", responde el farmacéutico.
"¿Medicinas para el reuma?"
"Definitivamente", dice.
"¿Tiene Viagra?"
"Por supuesto."
"¿Medicinas para los problemas de memoria, artritis, ictericia?"
"Sí, de todas."
"¿Qué hay de vitaminas, pastillas para dormir, antiácidos?"
"Absolutamente."
"¿Vende sillas de ruedas y andadores?"
"De todas las velocidades y tamaños."
"Bueno," dice Bob al farmacéutico, "¡nos gustaría registrar nuestra lista de bodas aquí, por favor!"
Protegido de Dios
Un anciano visita al médico para un chequeo. "Señor Hernández, está usted en muy buena forma. ¿Cómo lo hace?", pregunta el doctor.
"Bueno..." dice el Sr. Hernández, "no bebo, ni fumo y Dios cuida de mí. Fíjese, que últimamente cada vez que voy al baño en medio de la noche, él enciende la luz para mí."
Un tanto extrañado el médico va a buscar a la señora Hernández a la sala de espera y le explica lo que su marido le ha contado.
"¡Oh, doctor! No creo que haya nada de qué preocuparse", responde ella. "¡Esto explica que ha estado haciendo pis en la nevera!"
A la tres
Un viajero visita un pequeño pueblo rural. En el bar local alguien le pregunta si está casado.
"Divorciado, en realidad. Nunca pude encontrar a una mujer con la que no tenga peleas todo el tiempo"
"Entonces deberías hablar con la pareja de ancianos que vive en la colina, a las afueras del pueblo. Llevan más de 60 años de casados y en todo este tiempo no han peleado ni una vez".
"¿Qué? ¡Eso es imposible!", exclama el viajero, pero el lugareño le asegura con certeza que es la verdad.
Para corroborar la historia, el viajero se dirige al lugar donde vivía la pareja. Al llegar, es recibido por un hombre, que le invita una taza de té. Charlan tranquilamente y el viajero le explica la historia... el hombre asiente con una sonrisa.
"Bien -dice el anciano-. Todo comenzó unos 60 años atrás, justo después de nuestra boda. Estábamos montando una mula de regreso al pueblo. Cuando el animal se tropezó con una roca, mi esposa le dijo: "Esta es la primera".
Continuamos montando, hasta que la mula volvió a tropezar y mi esposa inmediatamente le dijo "esta es la segunda".
Dos minutos más tarde, el animal tropieza una vez más con una roca, entonces mi esposa dijo: "Esta es la tercera", sacó un revólver que nunca supe que tenía y le disparó en la cabeza sin pensarlo dos veces. Yo quedé perplejo y le grite: "¿Qué diablos crees que estás haciendo? Necesitábamos esa mula, ¿Estás loca?"
En ese momento, mi esposa me miró directo a los ojos con cara de enfado y me dijo: "Esta es la primera"."Desde ese entonces, nunca más volvimos a tener una pelea."
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