viernes, 9 de junio de 2017

La comida de los conquistadores

Cuatro décadas después de extendida la partida de nacimiento de Lima, sumaban 200 los pueblos fundados por los conquistadores, fuera de los organizados, repoblados o ya habitados por aborígenes, dice un informe del cronista Juan López de Velasco, cosmógrafo de Felipe II, editado en 1576.

Se presume, aunque las crónicas no así lo expresen específicamente, que al fin del ritual de cada fundación, los españoles celebraran el hecho con alguna comilona especial, ya que las mujeres ni el licor eran el norte de sus andanzas aventuras. Ellos hablan de guerras, triunfos y derrotas, nunca de la cosa de comer.

Es de preguntarse, como lo hecho varios historiadores, ¿qué comieron los conquistadores el 18 de enero de 1535, tras fundar la Ciudad de los Reyes?

Para empezar, según algunos cronistas, recordemos que los expedicionarios iban precedidos o respaldados por piaras de cerdos (amén de caballos, bueyes, asnos, vacas, ovejas y cabras) y con ellos aceite, vino, harinas, garbanzos y habas, entre otros productos.

La primera preocupación de los españoles era establecerse en lugares aptos para la crianza de puercos, principalmente, y donde hubiera leña necesaria para cocerlos; pues, según los historiadores, 'puerco y pan casabe' eran la base de la conquista, desde la llegada de Colón. No otra cosa comían en esos primeros años. Y sirvió de pretexto para trasladar la capital del virreinato a la costa.

  

En efecto, en el acta del Cabildo celebrado en Jauja el 24 de noviembre de 1534, se consigna el acuerdo adoptado por los conquistadores de cambiar de sede a la futura capital del virreinato, entre otras razones, por ser aquella ciudad "fría y de muchas nieves y falta de leña (...) En ella ni en sus términos ni en ninguna parte de la sierra se puede criar puercos, yeguas ni aves por razón de las muchas frialdades y esterilidad de la tierra".

Por eso, cuando Pizarro comisionó a tres de sus soldados a reconocer el valle de Lima, dominado por el cacique Taulichusco, les recomendó: "...y por que la leña parece que es la más necesaria para el dicho pueblo, por la falta que hay en esta parte della, mucho os encargo que la busquéis, y os informéis de los caciques por donde anduviérais".

La respuesta de los enviados satisfizo al fundador de Lima: la comarca era muy buena, con tierra fértil y apta para sementeras; tenía abundante agua y, sobre todo, harta leña.

De a pocos, los españoles aprendieron a comer la comida de los indios, y tomaron por mujeres a las mujeres de los mismos. Fueron ellas las que los hicieron adaptarse al lugar conquistado. Así, se adaptaron primero al maíz y algunos frutos, y luego a productos como carne de llama y algunas legumbres. Transcurrieron años antes de que se adaptaran al trigo, a la carne de oveja y otros productos locales.

Recién a partir del 17 de diciembre de 1548 empezó a beneficiarse ganado vacuno -traído por los mismos españoles desde los campos de Castilla-, al señalarse el sitio para instalar un rastro (matadero) a orillas del río, y establecerse los martes y jueves como días en que debía haber rastro para la venta de todo tipo de carnes.

En 1662 se implantó un rastro y carnicería en Santa Ana, donde se mataba no menos de 600 carneros y 2,600 reses al año. (Un carnero valía 10 reales, y 5 o 6 la arroba de vaca.)

El puerco encontró clima apropiado y se reprodujo rápidamente, formando la verdadera base económica de la conquista; y de él se decía que "era grande la cantidad que se consumía respecto del excesivo gasto que hay de manteca, que en esta tierra, por costumbre antigua, suple la penuria de aceite".

El historiador José M. Valega recuerda que el economista Emilio Romero afirmó: "Sin el cerdo, la conquista habría sido, si no imposible, difícil".

Increíble, ¿no?

 

 Nota del editor. Con la llegada de los españoles, sus animales y plantas proliferaron enfermedades como malaria, viruela, escarlatina, difteria, tifus, sarampión, influenza o gripe y cólera, varicela, lepra, etc., que causaron grandes mortandades en el Perú y otras colonias españolas contra las cuales los indígenas no habían generado anticuerpos. Pero eso será otra historia para recordar.


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