jueves, 15 de junio de 2017

El reto de la reconstrucción I

La recientemente creada Autoridad para la Reconstrucción con Cambios (APRC), que encabeza Pablo de la Flor, enfrenta una serie de problemas, uno de los cuales, el principal, es evitar las demoras en las obras y atender prioritariamente las emergencias sanitarias, entre otras tareas, pero por sobre todo deberá evitar los errores del pasado, como el infausto Forsur, de ingrata recordación.

Recordemos los innumerables ejemplos de obras efectuadas después del fenómeno de El Niño de 1983, algunas de las cuales siguen cumpliendo su cometido al lado de otras efectuadas con increíble incompetencia.

Por su parte, el Gobierno en su conjunto deberá superar los efectos que los daños causados por 'El Niño costero' tendrá en el crecimiento de la economía e ingresar decididamente a la puerta abierta que le brinda la enorme oportunidad de enfrentar problemas de larga data. 

Para empezar, según los especialistas, no se debería llamar 'desastre natural' a la situación actual, pues gran parte de la penuria por la que pasan hoy centenas de miles de peruanos es consecuencia de la ignorancia, la indolencia y el desinterés de un Estado débil, ausente y muchas veces corrupto. Se culpa a 'la gente' de irresponsable al asentarse en lugares peligrosos, pero no se dice nada de la inexistente política de desarrollo territorial, ni el hecho de que en el Perú son los traficantes de terrenos y los acaparadores de tierras quienes obligan a los ciudadanos más pobres a asentarse en los lugares más expuestos. 

Una primera propuesta es enfrentar a los traficantes de terrenos con la misma dureza y energía con se combate (o debiera combatirse) a los narcotraficantes.  Son ellos los que (casi) obligan a los pobladores más pobres a asentarse en los lugares más expuestos.

Y a los acaparadores de terrenos habría que imponerles impuestos a la tierra que acumulan con fines puramente especulativos, sin plan alguno de desarrollo. 

Contingencias imprevistas

Para que el siguiente evento natural no sea tan devastador, teniendo en cuenta que el fenómeno de El Nino (FEN) es cíclico, la tarea de la reconstrucción debe partir de un plan con visión de futuro donde se ponga énfasis en la oportunidad para remediar males endémicos de nuestras políticas públicas.

Esta es la oportunidad para empezar a planificar ciudades, terminar con el tráfico de terrenos, reconstruir carreteras y puentes de manera técnica, rápida y eficaz, reformar de raíz a decenas de empresas de agua y saneamiento de todo el país, y apoyar de manera inteligente al pequeño agricultor. 

(Un problema a tener en cuenta es que el proceso de reconstrucción habrá de encontrarse en un cambio -previsto para octubre del 2018- de las autoridades regionales y municipales, que están prohibidas de ser reelegidas, según ley, lo que impedirá contar con el concurso de las pocas autoridades con experiencia y capacidad de ejecución actuales.)

Además, como lo ha dicho el presidente Pedro Pablo Kuczynski, esta reconstrucción deberá marcar también el inicio de una tarea de largo aliento para mitigar el otro enorme riesgo que enfrenta nuestro territorio: el riesgo sísmico. Un sismo de gran magnitud puede fácilmente causar mil veces más pérdidas de vidas que el último fenómeno.

Como también lo señaló el Presidente el mayor desafío de la reconstrucción es corregir el 'desorden' en el crecimiento urbano no planificado y ocupación de los cauces, la mala localización de la infraestructura, etc. Será necesario reponer y ampliar un número enorme de defensas ribereñas, canales y otras estructuras de manejo hidráulico de los cauces.

Afortunadamente, hoy el Perú enfrenta esta situación con una economía fortalecida y con una disponibilidad de recursos y acceso a crédito inexistentes en las anteriores situaciones.

 Acciones atendibles

Igualmente, se deberá aplicar estrictas medidas para evitar que siga la habilitación urbana cerca de las riberas de los ríos, se construyan canales y muros de defensa, entre otras acciones que recomienden los expertos para saber enfrentar este fenómeno en los próximos años.

  

A su llegada a tierras del Tahuantinsuyo, los españoles quedaron sorprendidos del avance técnico de los pueblos que estaban decididos a tener diversos tipos de vegetación arbórea: bosques de algarrobo y guarango fueron aprovechados por indígenas y españoles. A ellos se sumaban   montes arbustivos, próximos a las riberas fluviales, y árboles frutales en distintos valles. El panorama, en conjunto, se extendía sobre una vasta área -gran parte de la cual ha desaparecido-, y resultaba altamente productivo para la economía indígena o española.

La equilibrada relación que existía entre la población aborigen y el medio ambiente quedó desarticulada por la desordenada introducción de nuevas especies vegetales que reemplazaron a las nativas y por el franco proceso de deforestación emprendido por los españoles.

 

Previsiones precolombinas

El paisaje precolombino de la costa peruana se caracterizaba por grandes y complicados centros monumentales hechos de barro que se encuentran en la actualidad en medio del desierto costero, en muchos casos ocultados por la arena y, consecuentemente, preservados de la destrucción natural y humana. El paisaje en esta zona se modificó rotundamente por el cambio climático que provocó desertización y por las sucesivas culturas que la ocuparon, principalmente la cultura europea que introdujo plantas y animales exóticos que proliferaron exitosamente en la costa norte peruana como cabras, mulas, ovejas y cerdos, dando lugar a una marcada deforestación y a la configuración de típicos paisajes coloniales.

El proceso de deforestación se prolongó a lo largo de la República. Hasta hoy, la deforestación representa uno de los más incontrolables factores de desequilibrio ambiental en los que se ve sumido el país. Fuese en los bosques de algarrobales ubicados en la costa norte o en distintas zonas de la selva, la deforestación se cierne como el gran peligro ecológico de las próximas décadas.

Si se evalúa el efecto que este proceso tiene sobre el régimen de lluvias, se aprecia su relación directa sobre el aumento galopante de la desertificación. En consecuencia, solo la reactivación de otras actividades económicas alternativas podría contribuir a hacer de la actividad forestal una actividad controlada.

De aquí se desprende un primer elemento a considerar. ¿Cuánto ha cambiado el paisaje del país desde la llegada de los españoles? Más directamente, podríamos preguntarnos: ¿existe alguna relación entre el proceso de deforestación y la frecuencia de aparición de fenómenos tipo El Nino?

Estamos seguros de que el análisis de la recurrencia histórica del FEN ayudaría a tener un registro más completo sobre la evolución del paisaje peruano en los últimos siglos y a conocer el peso de factores locales (deforestación) sobre su frecuencia de ocurrencia.

Sin embargo, hay un segundo elemento. Conocer la recurrencia histórica de El Nino puede ser una herramienta útil para el establecimiento de programas de mitigación de desastres. Conocida es la alta vulnerabilidad del territorio peruano, agravada más aún por el desordenado proceso de urbanización. Conocer el comportamiento del FEN en el pasado podría ayudar a establecer los parámetros dentro de los cuales se desarrollaron sus efectos. Terrenos aparentemente idóneos para la ocupación humana podrían estar ubicados en zonas donde antiguamente pudo registrarse una inundación o un huaico.

La población humana concentrada en tales lugares estaría así enfrentada a la probabilidad de una nueva ocurrencia del fenómeno, aunque con efectos más devastadores. Creemos que es posible considerar el conocimiento histórico como una suerte de insumo para planificar las políticas de prevención del presente. Así la Historia podría enriquecerse con las aplicaciones prácticas derivadas de su información y disminuir la vulnerabilidad del territorio. (Continuará)

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