Los gallinazos se encuentran en Lima desde antes que se llamara Lima y son parte de nosotros desde antes que llegáramos aquí. Son útiles para el ecosistema: devoran los desechos que nos empeñamos en arrojar sin pudor a los ríos o al océano. Son el primer sanitario natural del país, un símbolo de la capital que, si bien es menos valorada que una paloma, cumple una función vital: la de un reciclador incomprendido.
El gallinazo es un buitre americano. Es el ave de la ciudad de Lima, ha estado presente en su historia, arte y literatura; y es parte del paisaje de la capital del Perú. El gallinazo ha hurgado desde siempre en los basurales de la ciudad, pues vive de la carroña y de los alimentos en descomposición.
En la época colonial muchas acequias prehispánicas acumulaban desperdicios de los mercados y de los transeúntes, y estaban expuestas al aire libre. A través de los siglos, gracias a la labor silenciosa de los gallinazos, se ha prevenido la propagación de enfermedades, y por esa razón se evitaba matarlos.
Escudo de Lima, según Pancho Fierro. Gallinazo: símbolo alado de Lima.
El gallinazo en la historia
La historiadora María Rostworowski refiere que los gallinazos habitaban Lima desde antes de la Colonia. En el oráculo de Pachacámac los sacerdotes los alimentaban con cestas de pescado y los tenían bien considerados pues limpiaban el santuario de los desechos que dejaban quienes hacían su peregrinaje a ese lugar.
"Eran los únicos que mantenían limpia la ciudad; en ese entonces, eran más valorados que ahora", dice el experto César Arana sobre este animal que mide en promedio unos 70 cm, no supera los 1.5 kilos de peso y es parte de los 1,845 tipos de aves que hay en nuestro país.
Garcilaso de la Vega decía que los gallinazos ("que los indios llaman suyuntu") no eran de comer carne ni otro provecho alguno, sino de limpiar las calles de las inmundicias que en ella se echaban.
Refiriéndole a la Lima de fines del siglo XVI, el padre José de Acosta señala: "En el Perú hay (…) las auras que llaman gallinazas (…) para limpiar las ciudades y calles son propias, porque no dejan cosa muerta; hacen noche en el campo en árboles o peñas; por la mañana vienen a las ciudades, y desde los más altos edificios atalayan para hacer presa…"
Gallinazos en una calle de Lima y en la esquina
de Mercaderes y Mantas (hoy jirones de la Unión y Callao).
Juan de Arona decía en 1884 que los gallinazos habían desaparecido por completo de la ciudad, desde que se taparon las acequias y que solo se les veía revolotear por los suburbios y muladares. Estaba prohibido darles muerte por tan buenos servicios de limpieza pública que prestaban.
Pero esto no era algo exclusivo en nuestra ciudad. En otros países y ciudades tuvo funciones parecidas y su existencia fue amparada por la ley. Así, el vulgo de Inglaterra creía que el legendario Rey Arturo fue convertido en cuervo (gallinazo) y por ello los ingleses se abstenían de matar a esa ave carnicera. En las antiguas leyes de Gales del siglo X se prohibía matarlas, e imponía una multa que iba a beneficio del dueño de la tierra donde ocurría el avicidio.
Se cuenta que cuando Carlota, emperatriz de México, llegó a Veracruz a hacerse cargo de sus dominios quedó horrorizada al ver enormes bandadas de pájaros negros o cuervos, que allí son llamados zopilotes. Sus acompañantes le dijeron que esas aves se alimentaban de basura y eran necesarias para conservar limpias las calles, tal como el caso de nuestros limeños gallinazos.
En Lima son muchas las historias de los gallinazos, como la que refiere una nota publicada en el diario El Comercio en 1892, sobre la incursión de una de estas aves en la iglesia de San Carlos, que generó gran alboroto; y desde 2015 se relaciona con el programa 'Gallinazo avisa. Tú actúas', impulsado por la USAID y el Ministerio del Ambiente, que busca generar conciencia y educar sobre el grave problema de la acumulación de basura que generamos en Lima.
Homenajes al gallinazo
Pocos son los limeños que conocen que nuestra ciudad tenía dos calles dedicadas a ese primer 'regidor' municipal de limpieza pública.
Una era la Calle Gallinazos, hoy tercera cuadra del jirón Puno, por donde deben haber merodeado muchas de estas aves para que el pueblo la relacionara con ellas.
La otra, era la Calle Gallinacitos, tercera cuadra de la hoy calle Lino Cornejo (paralela a la tercera cuadra de Pachitea), también obtuvo su nombre por el ave negra ya que dicha calle daba al antiguo Noviciado de la Compañía de Jesús, en cuyo campanario solían instalarse muchos gallinazos para observar mejor la ciudad y su comida, desde la parte alta.
Los Gallinazos es también una vía importante del distrito de Comas.
Calle Gallinacitos (hoy Lino Cornejo).
El escritor Julio Ramón Ribeyro en su cuento 'Los gallinazos sin plumas' (1955) muestra niños que viven en pobreza y explotados buscando comida para cerdos en los basurales limeños.
Igualmente, Sebastián Salazar Bondy en su narración 'El Señor gallinazo vuelve a Lima' (1961) da a conocer los cambios de nuestra ciudad (chozas, barriadas, urbanizaciones residenciales) y las miserias de la sociedad de Limeña.
De otro lado, desde el 15 de septiembre de 2016 la Gran Biblioteca Pública de Lima exhibe en sus instalaciones superiores la obra 'San Francisco de Lima y su Gran Gallinazo', de la artista Cristina Planas, como una alegoría contra la corrupción.
Honor y gratitud al símbolo alado de Lima.
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