Apoyo externo a la Expedición Libertadora
Es poco conocido el papel que cumplieron los espías en la travesía de la Expedición Libertadora, encabezada por José de San Martín para cruzar los Andes sin ser detectada ni sorprendida por los españoles.
La campaña se preparaba en 1816 y había que manejarla sobre seguro. En esa tarea, se contó con espías para rastrear pasos desconocidos que permitieran una marcha tranquila en su cruce; conocer datos claves militares del enemigo y el estado psicológico de los pueblos a liberar.
El general Ignacio Álvarez Thomas, al frente del gobierno de Buenos Aires, recomendó utilizar espías. En carta secreta dirigida a San Martín en febrero de 1816 le recomendaba una serie de tácticas tendientes a "alarmar a Chile, seducir a las tropas realistas, promover la deserción, desfigurar los sucesos, desconceptuar a sus jefes, infundir temor a los soldados enemigos y procurar desconcertar sus planes". Añadía: "… he resuelto que los oficiales D. Diego Guzmán y D. Ramón Picarte pasen al Estado de Chile con el importante fin de promover en él la insurrección contra el gobierno español, y que informen a usted de cuantas noticias crean interesantes…"
Guzmán, con el alias de Víctor Gutiérrez, fue uno de los mejores agentes en Chile y logró enviar una lista completa de la tropa, armamento y disciplina del enemigo; de los oficiales de mayor influencia y el panorama general de Chile.
San Martín adoptó el sistema celular de inteligencia, que consistía en centros de espionaje divididos en células, situadas en casas de voluntarios patriotas chilenos de clase alta y de confianza de los españoles, en Santiago, Coquimbo, Concepción, Talca y Curicó. Así conoció detalles sobre el terreno donde se libraría la batalla de Chacabuco.
Grandes espías fueron Manuel Rodríguez Erdoíza, 'El alemán'; Antonio Merino, 'El Americano'; Jorge Palacios, 'El alfajor'; y muchos más. No figuran en los manuales de historia, pero gracias a ellos se cruzó los Andes con éxito.
Otro fue el abogado Rodríguez, encargado de enviar informes sobre la formación y actividad de los ejércitos hispanos. Participó en la batalla de Maipú y murió asesinado por un oficial español el 26 de mayo de 1818.
El agente Domingo Pérez se encargaba, simulando ser hombre de negocios, de los enlaces entre el mando de San Martín y las células infiltradas en territorio enemigo.
Una acción brillante y arriesgada estuvo a cargo del sargento José Álvarez Condarco, quien puso en juego su propia vida en un engañoso viaje a Santiago de Chile, solo, cruzando la Cordillera de ida y de vuelta, por dos caminos distintos. San Martín le ordenó traer en su cabeza, sin anotaciones, un mapa de los dos pasos, "sin hacer ningún apunte pero sin olvidarse ni de una piedra". El 2 de diciembre de 1816 Álvarez Condarco partió de Mendoza por el Paso de los Patos. Tras varios días de ardua travesía, solo en medio de inmensas montañas, llegó a Santiago.
Se presentó al capitán general Francisco Marcó del Pont (representante del rey Fernando VII), quien lo recibió fríamente y le preguntó el motivo de su visita. Álvarez Condarco le entregó el Acta de la Independencia de las Provincias Unidas del Sur, que Marcó del Pont dispuso quemar en la plaza mayor de la ciudad.
El jefe español le perdonó la vida al espía y le extendió un pasaporte para que marchara de regreso a Mendoza, pero por el camino más corto, es decir el Paso de Uspallata.
Así se cumplió la previsión de San Martín y se aseguró conocer las características de ambos pasos y elegir el más conveniente para su ejército.
Manuel Rodríguez, 'El alemán'. José Álvarez Condarco, autor de los mapas.
Otro gran agente fue Domingo Pérez, que se encargaba, simulando ser hombre de negocios que viajaba entre Chile y Mendoza, de los enlaces entre el mando de San Martín y las células infiltradas en territorio enemigo.
Con el fin de conseguir información engañando al enemigo con señales e informaciones falsas, San Martín también enviaba correspondencia con planes falsos de invasión. Así, Marcó del Pont dudaba del lugar por dónde llegaría la invasión, ya que los correos capturados marcaban la parte sur de la cordillera como la mejor para el cruce.
Además, se utilizaba a los indígenas para su campaña de informaciones falsas, ya que estaban en contacto con los españoles y eran incapaces de mantener un secreto.
San Martín tenía resuelta su incursión a Chile por el centro y el norte, pero difundió que lo haría por el sur, donde vivían los pehuenches, a quienes pidió permiso para pasar con su ejército por sus tierras: sabía que Marcó del Pont se iba a enterar de estas tratativas, provocando la confusión.
La estrategia hizo que el ejército español se dispersara por todo Chile, desconociendo el verdadero punto de invasión, y Santiago quedara con un número menor de efectivos españoles.
Si San Martín no hubiese provocado esa maniobra, hubiera tenido que enfrentarse a todo el ejército español, cuyo número era superior al suyo. Su ingenio y sagacidad le permitió triunfar en Chacabuco, el 12 de febrero de 1817.
A su vez, los españoles tenían espías al mando del sacerdote Francisco López, agente de Marcó. San Martín enviaba informes que él mismo redactaba. Así, el jefe español recibía cartas falsas a través de sus propios agentes.
El sistema estaba bien cuidado. San Martín tenía todos los pasos a Chile vigilados, y logró ubicar y detener a muchos espías enemigos, entre ellos el padre López.
A ellos se sumaban los agentes dobles, espías españoles al mando del sacerdote Francisco López. San Martín tenía todos los pasos a Chile vigilados, y logró detener a varios espías, entre ellos el padre López y a Miguel Castro, que se hacía pasar por minero.
Los espías eran casi todos voluntarios ad honorem, que colaboraban por puro patriotismo. De todos modos San Martín les mandaba dinero para comprar soplones y otros gastos.
La correspondencia se llevaba a caballo o mulas, pero también se utilizaban palomas mensajeras: "…vuestra correspondencia ha de continuar si no por esa vía será por los aires…" dice el agente Segovia en una carta enviada a San Martín.
Travesía de los Andes.
Ya en el Perú San Martín utilizó similares estrategias de espionaje, gracias a lo cual pudo entrar a Lima sin disparar un solo tiro.
En esta red de espionaje no olvidemos que las damas limeñas hacían otro tanto con su juego de seducción bajo las sábanas.
Gracias a esos héroes anónimos se evitó muertes innecesarias y campañas fracasadas.
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