En esta tercera y última entrega sobre los dictadores que hicieron de las suyas cuando estuvieron en el poder, nos referiremos a los que insurgieron en nuestro continente, y a quienes actuaron como tales en nuestro propio país.
Estos son:
Anastasio 'Tacho' Somoza García
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Su última foto en vida. |

Anastasio 'Tachito' Somoza DeBayle,

Rafael Leonidas Trujillo


Humberto de Alencar Castelo Branco

Gustavo Rojas Pinilla
Tras un golpe de Estado, ocupó la presidencia de Colombia desde 1953 hasta 1958. Murió de un infarto cardíaco en su finca de Melgar el 17 de enero de 1975.
Fulgencio Batista
Se hizo cargo del gobierno de Cuba entre 1940 y 1944. En 1948 protagonizó un golpe militar y asumió todos los poderes, hasta la noche de fin de año de 1958 cuando, tras el avance de Fidel Castro, y con la población en contra, huyó del país, se vio obligado a huir; se refugió primero en la República Dominicana, luego en Madeira y por último en Guadalmina, donde murió el 6 de agosto de 1973.
Marcos Evangelista Pérez Jiménez


Francois Duvalier


Jean-Claude Duvalier
Hijo del anterior, llamado 'Baby Doc', fue dictador de Haití desde 1971, tras la muerte de su padre, hasta su derrocamiento en 1986, siendo el jefe de Estado más joven de la historia moderna, pues asumió el poder a los 19 años de edad. Murió el 4 de octubre de 2014, víctima de un ataque al corazón. Tenía 63 años de edad.
Augusto José Ramón Pinochet Ugarte


Jorge Rafael Videla


Manuel Antonio Noriega
Ex 'Hombre fuerte de Panamá', derrocado tras una operación militar orquestada por EE. UU., purgó 20 años de prisión en este país y siete en Francia, y hoy enfrenta juicio en su propio país, y podría ser condenado a 60 años de prisión.
Alfredo Stroessner Matiauda
Gobernó Paraguay durante 35 años y murió el 16 de agosto de 2006, a los 93 años, en su exilio en Brasilia, debido a problemas pulmonares.
Hugo Rafael Chávez Frías
Presidente de la República Bolivariana de Venezuela desde el de febrero de 1999, murió en el poder el 5 de marzo de 2013, víctima de cáncer.
Augusto Bernardino Leguía y Salcedo
Se convirtió en el mandatario peruano que más años ha gobernado nuestro país, hasta el momento: de 1908 a 1912, y de 1919 a 1930. Tras ser derrocado por Luis Miguel Sánchez Cerro, su casa fue saqueada y murió el 7 de febrero de 1932 víctima de una bronconeumonía que contrajo durante su prisión en El Frontón y en el Panóptico.
Manuel Arturo Odría Amoretti
Tuvo mejor suerte que otros dictadores. Gobernó el Perú entre 1948 y 1956, nunca fue investigado por los actos de corrupción de su gobierno, gracias a un acuerdo político ('Pacto de Monterrico') con su sucesor Manuel Prado, y murió tranquilamente 18 de febrero de 1974. Fue enterrado en la catedral de Santa Ana de Tarma, muy cerca del altar mayor. Debe ser, quizá, el único dictador latinoamericano, al menos del siglo XX, que goza de ese privilegio póstumo.
Alberto Kenya Fujimori Fujimori


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Pese a todas estas ingratas experiencias, los dictadores persisten en sus malas prácticas gubernativas, seguros que tendrán un final feliz, gozarán del agradecimiento de su pueblo y se rendirá culto a su memoria.
Lo que demuestra, como decíamos desde un principio, que el dictador no cambia. Y no cambiará porque cada cual se cree un enviado de Dios para salvar a su pueblo.
Si lo dudan, leamos lo que dice el escritor Rafael Roldán López:
"No hay persona más peligrosa que aquella que se siente como la única que puede salvar a otra. No hay nada más inhumano que considerar a los demás inferiores a uno mismo. En el fondo late la principal actitud de un dictador: imponer a sus semejantes la propia voluntad. El mesías de turno aparece ante la sociedad como el absoluto bienhechor. Se rodea con su bandera y, con una confianza desmedida, aplica sus criterios subjetivos, con la fuerza de todos los medios que dispone a su alcance.
La autoproclamación de salvador le confiere la seguridad de creerse sus propias mentiras y, desde esa atalaya, contempla cómo todo el mundo se equivoca y camina en sentido contrario al suyo. Su 'razón' le acompaña y es su mejor consejera (…)
No se le puede cuestionar absolutamente nada, porque poner en tela de juicio sus actuaciones es un delito en sí mismo. Los dictadores solo admiten la sumisión incondicional. Sus argumentos se basan en la amenaza de una destrucción generalizada que, gracias a su intervención casi divina, no se va a producir mientras ellos graviten en el cielo. A ellos todo honor y toda gloria. Amén."
Para concluir reiteramos que los dictadores no aprenden… pero muchos pueblos tampoco, pues estos suelen reelegirlos en elecciones 'democráticas', de acuerdo a los tipos de dictaduras, que explicaremos en una próxima edición de 'CuatroBocas'.
Amén.
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