El llamado 'Niño Costero' nos ha llenado de agua por todos lados, pero, al mismo tiempo, ¡oh, paradoja!, no tenemos agua para beber ni preparar nuestros alimentos. Y por si fuera poco, este miércoles 22 de marzo, debemos celebrar el Día Mundial del Agua, fecha que nos debe llevar a reflexionar sobre el uso y abuso que hacemos de este elemento vital para nuestra subsistencia y supervivencia.
Nos lo hizo recordar el titular del diario La República: 'Tanta y tan poca agua'. En efecto, resulta paradójico que recibiendo tanta agua por aire y tierra, la mayoría de peruanos tengamos que quejarnos de la falta de agua
Salvando la distancia, recordemos lo paradójico que también resulta que ciudades de la selva, Loreto digamos, rodeadas por sus cuatro costados por lagunas y ríos, incluyendo al Amazonas, el más caudaloso del mundo -contiene más agua que el Nilo, el Yangtsé y el Misisipi juntos-, no tengan agua potable en sus viviendas.
No es el caso analizar los porqués de esta situación. Ya las autoridades han dado las explicaciones del caso, y están tomando cartas en el asunto.
Lo cierto es que el fenómeno había hecho su anuncio, tal como lo hiciera antes de la presentación del mismo fenómeno en 1925, 1983 y 1998, por citar tres casos.
En efecto, en la segunda mitad de 1924, las ciudades del norte afrontaban una fuerte sequía. Pocos científicos observaron el calentamiento del mar, que originaría la humedad suficiente para desencadenar, a principios de 1925, las fuertes lluvias que en esa oportunidad destruyeron la ciudad de Trujillo, y repercutieron en Lima, Ica y Arequipa.
Igual como viene ocurriendo ahora, incluyendo esta vez a la ciudad de Piura y otras localidades importantes de la costa peruana.
Recordemos que, hasta tres semanas antes de la presentación de este nuevo Niño Costero, tanto los departamentos del norte del país como algunos de la sierra sur venían experimentando una preocupante ausencia de lluvias. Y aunque el Senamhi advirtió lo que se venía, no pudo prever que sería de esta magnitud, igual a la de hace 92 años.
Rescatar lo bueno
Pero debemos aprender de estas experiencias. Dice un refrán que "no hay mal que por bien no venga". Confiemos en que de esta nueva catástrofe, algo bueno podamos rescatar. Se ha perdido grandes extensiones de tierras agrícolas, pero podría ser que se recupere para el agro otras extensiones de tierras hasta hoy desérticas.
(El autor recuerda que en 1967 cuando viajó por primera vez en avión con destino a las instalaciones de la IPC en Talara, desde el aire pudo observar una línea negra, formada por la Carretera Panamericana Norte, que destacaba en medio de los desiertos de Olmos y Sechura. Años después, transcurrido el fenómeno de El Niño en 1982-83, el panorama era otro: había crecido la vegetación y lo que antes eran campos de arena se habían convertido en bosques y pastizales.)
Lo importante es buscar resultados positivos de todo esto. Y reflexionar sobre el uso del agua, particularmente en estos momentos en que escasea y tanta falta nos hace. Sin reproches ni recriminaciones, que para eso hay otros momentos.
Y qué mejor oportunidad que la celebración del Día Mundial del Agua este miércoles 22, constituida por la Organización de las Naciones Unidas como un medio de llamar la atención sobre la importancia del agua dulce, promover la defensa de la gestión sostenible de este recurso, aprender más sobre el tema, compartir los problemas relacionados con ella y tomar medidas para cambiar la situación.
Es un día, como propone la ONU, que debemos consagrarlo a fomentar la conciencia pública relacionada con la conservación y desarrollo de los recursos hídricos.
La humanidad necesita agua
Una gota de agua es flexible. Una gota de agua es poderosa. Una gota de agua es más necesaria que nunca.
El agua es un elemento esencial del desarrollo sostenible. Los recursos hídricos, y la gama de servicios que prestan, cumplen un papel clave en la reducción de la pobreza, el crecimiento económico y la sostenibilidad ambiental.
El agua propicia el bienestar de la población y el crecimiento inclusivo, y tiene un impacto positivo en la vida de miles de millones de personas, al incidir en cuestiones que afectan a la seguridad alimentaria y energética, la salud humana y al medio ambiente.
En lo que respecta al momento que vivimos en el Perú, debemos concentramos en evitar el desperdicio del agua y en cómo reducir y reutilizar hasta un 80 % del agua que malgastamos en nuestras casas, ciudades, industrias y agricultura y que fluye de vuelta a la naturaleza, contaminando el medio ambiente y perdiendo nutrientes valiosos.
Necesitamos aumentar la recolección y tratamiento de las aguas residuales y reciclarlas de una forma segura. Al mismo tiempo, necesitamos reducir la cantidad de agua que contaminamos y malgastamos para ayudar a proteger el medio ambiente y los recursos hídricos.
Y desde aquí reiteramos las recomendaciones que hicimos en nuestra nota del día anterior, titulada 'Sí podemos'. Los invitamos a releerla.
El agua vale más que el ORO y debemos ser responsables en su uso.
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