jueves, 30 de marzo de 2017

Nuestros antepasados dominaron la naturaleza: Sistemas hidráulicos preincas e incas

En las últimas dos décadas el mundo viene luchando contra el cambio climático. Algunos atribuyen su aceleración a la acción del hombre y otros a una acción normal de la naturaleza.

Los climatólogos han advertido siempre que, debido a la cadena de los Andes y sus glaciares, el Perú siempre ha sido (y quizás lo sea en el futuro) uno de los más perjudicados y vulnerables por el fenómeno de El Niño (FEN), pues concentra cerca de un 70 % de los glaciares del mundo. 

Hoy se habla de adecuación al cambio climático, algo que nuestros antepasados, hace cinco siglos, ya realizaban de forma espectacular y hasta ahora sorprendente.

Si elaboramos una línea del tiempo y colocamos en él nuestro relativo corto pasado, y lo hacemos coincidir con la línea de los procesos climáticos en la Tierra, es probable que nuestros antepasados hayan lidiado con una naturaleza hostil que obedecía a un cambio climático quizás menos evidente que el que experimentamos ahora.

Con menos argumentos científicos y técnicos, pero con una gran fortaleza que hoy no tenemos: en particular, el respeto a la naturaleza que se evidencia en la manera como 'gestionaban' las cuencas.

Hagamos un repaso somero de los principales sistemas hidráulicos que pusieron en práctica los ingenieros preincas e incas, que revelan su adelantado conocimiento y talento científicos. Ellos realizaron casi todo tipo de obras, trátese de embalses, represas, canalización de ríos, obras de protección de arroyos, desviación de aguas, acequias, acueductos y canales de riego y de abastecimiento público.


En primer lugar, se encargaron de forestar completamente las partes altas de las cuencas (entendidas como las extensiones de terrenos más anchas y menos profundas que un valle, cuyas aguas son vertidas en un lago o en el mar), tal como se evidencia en algunos lugares (en el distrito de Huachos, en Castrovirreina, Huancavelica, por citar un caso) con la presencia de bosques completos de quinuales, además de una gama amplia de especies nativas adaptadas a nuestro medio.

Además, a lo largo de las zonas altoandinas establecieron represas, cada una de las cuales podía almacenar las aguas de las lluvias desde unos cientos de miles hasta cerca de un millón de m3. Ninguna estaba posicionada en los cauces de los ríos, como se observa en represas de gran capacidad como la de Gallito Ciego que hoy es causa de preocupación.

Para el control climático a beneficio de sus cultivos, nuestros antepasados instalaron observatorios solares que, sin ser obras hidráulicas registraban los cambios de estación, entre otros. Una muestra de lo dicho es el observatorio de Chankillo, ubicado a la altura del kilómetro 361 de la Panamericana Norte, en Casma, Áncash, cuya antigüedad data de hace más de 2,000 años.

Observatorio solar de Chankillo

Amunas, puquios y acueductos

A lo anterior se suma la previsión de los primeros peruanos de ubicar los asentamientos humanos siempre en las partes altas, lejos de la fuerza devastadora de los ríos o quebradas, que tantas vidas o pérdidas económicas generan actualmente. 

Recordemos también los sistemas de andenerías -hoy explotadas en un 25 %-, que permiten controlar el drenaje por efecto de las lluvias, y la erosión de las montañas donde construían sus centros ceremoniales, lo que hoy se observa, por ejemplo, en el extremo oeste de la ciudadela de Machu Picchu. 

(Dicho sea de paso, es lamentable que no se cuente con un inventario actualizado y confiable de esa portentosa obra de ingeniería legada por los incas, que, además de patrimonio cultural, es subutilizada en zonas donde prevalece la pobreza extrema. Un ejemplo son los andenes de Andamarca en Lucanas, Ayacucho, ubicada estratégicamente en zonas menos vulnerables y de mayor visibilidad del valle.)

Andenerías en la sierra
Otra herencia inca, también dejada de lado, son los sistemas de amunas ('retener' en quechua), que consiste en un sistema de recarga artificial de acuíferos para retener agua dentro de la cuenca mediante la inyección de agua en el subsuelo, es decir, dentro de los acuíferos en roca o suelo que tienen la propiedad de almacenar, transmitir y descargar en forma de manantiales, ojos de agua, humedales, etc. Estos permiten suministrar agua a los pueblos para consumo humano o uso agropecuario, industrial y recreativo durante todo el año.

Tal ocurre en San Andrés de Tupicocha, en la cuenca alta del río Lurín, provincia de Huarochirí, donde se mantiene hasta nuestros días una técnica ancestral del manejo del agua que puede ser replicada en otras cuencas del país para asegurar la sostenibilidad del recurso.


Esta tecnología, combinada con técnicas modernas como represas y riego tecnificado, ha dado paso a una exitosa experiencia de gestión del agua con grandes resultados en esa parte de la sierra de Lima. Es el mejor ejemplo de la llamada 'siembra del agua'. 

En tiempos de los incas el sistema funcionaba con zanjas abiertas que seguían las curvas de nivel de las punas, y permitía conducir el agua de lluvia hasta las llamadas cochas ('lagunas'), abiertas para recibir el agua y que luego se filtraba en la montaña para surgir, aguas abajo, como puquios meses después, cuando no había lluvias y el estiaje era más marcado en la cuenca, lo que permitía continuar las tarea agrícolas y mantener al pueblo provisto de alimentos.

Igual ocurría con los puquios ('ojos de agua'), que se favorecían por la siembra del agua en las partes altas de las cuencas. En muchos lugares donde existen estos puquios hay un descuido y deterioro de estas importantes fuentes de agua: botaderos de basura, eliminación de especies forestales que 'atraen' la presencia del agua, siembra de especies foráneas (eucalipto) que, según los entendidos, funcionan como bombas consumidoras de agua.

Puquio u 'ojo de agua'
Existen innumerables vestigios de obras descomunales como los canales de riego que, muchas veces, cruzan los Andes llevando las aguas de una cuenca hacia otra (trasvases), con mejores posibilidades o potencial agronómico: suelo, clima, adaptación de especies, entre otros aspectos.

Canal de Cumbemayo
Ejemplos vivos son los canales de Huirucatac, en la parte alta de la cuenca del río Nepeña) y el canal de Cumbemayo, en Cajamarca, a los cuales nos referiremos con detalles en una nota próxima.

Son obras emblemáticas de lo que significa unir los Andes con la costa mediante venas de ríos que llevan vida a zonas desiertas. Este sistema está aún por redescubrirse y mostrar al mundo su portento y, por tanto, poner de manifiesto, una vez más, el ingenio de nuestros antepasados hidráulicos.

Defensas ribereñas

Los ingenieros preincas parece que pensaron en todo para prevenir cualquier problema que pudieran originar las aguas de los ríos. 

De ahí que las riberas fueron cubiertas con especies forestales, convirtiéndolos en una defensa efectiva y práctica que ahora hemos olvidado. 

Los lugareños de mayor edad de las comisiones de regantes refieren que "antes los ríos estaban encañonados o confinados… era prácticamente imposible pasar de una ribera a otra, salvo por lugares especialmente identificados".

Ahora las riberas están deforestadas y el flujo del agua del río corre libremente, causando en los meses de lluvias desbordes que ocasionan la pérdida de suelos, cultivos, vidas y el perjuicio económico consiguiente.

Otra práctica ancestral eran los waru waru, que consistía en 'jalar' tierra para formar plataformas o 'camas' rodeadas de agua, donde se realiza la siembre.

También se les denomina camellones y son de uso común en el altiplano, en áreas inundables o inundadas. El agua alrededor del waru waru crea un microclima que mitiga el efecto de las heladas, permitiendo el desarrollo de los cultivos.


Waru waru y esquema de un waru waru o camellón
También eran comunes los acueductos, trabajos de ingeniería hidráulica que debemos revalorar y buscar que se consideren como una maravilla de la ingeniería civil, como es el caso del santuario de Tipón, en Cusco, que se encuentra en perfecto estado de conservación y aún en uso por los cusqueños.

Todo lo dicho demuestra que los incas alcanzaron un desarrollo impresionante en su arquitectura y especialmente en sus construcciones hidráulicas. No hay grupo arqueológico donde no se aprecie la admirable conducción y distribución del agua, de tal manera que la falta del líquido no fue un problema para ellos.



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