Se inicia un nuevo año lectivo; y con él, niños y jóvenes "cual bandadas de palomas, que regresan del vergel, todos vuelven a la escuela, anhelantes del saber".
Sin embargo, para gran parte de profesores, en particular los de Lenguaje y Gramática, regresan sus preocupaciones por la lucha que deben librar frente al difundido 'idioma' de las redes sociales.
Expliquemos un caso particular.
Una de las primeras reglas de ortografía que se enseña en la primaria es que las palabras polisílabas se tildan según el lugar que ocupe en ellas la 'sílaba tónica', lo que las convierte en agudas, llanas (o graves), esdrújulas o sobreesdrújulas.
Las agudas (con la sílaba tónica al final), reciben tilde si terminan en vocal o en las consonantes 'n' o 's'.
Si la sílaba tónica ocupa el penúltimo lugar, se coloca la tilde en ella, siempre y cuando la palabra no termine en vocal o en las consonantes 'n' o 's'.
Las esdrújulas y sobreesdrújulas, con la sílaba tónica en antepenúltimo o antes del antepenúltimo lugar, respectivamente, llevan tilde sin excepción.
Hasta ahí todo bien.
Hace unos días nos encontramos con dos profesores de Lenguaje, que nos expresaron su inquietud frente al difundido juego con un personaje denominado 'Pokémon' (sic) que inunda las redes sociales.
"¿Cómo enseñarles acentuación a nuestros niños e insistir en que aprendan las reglas de acentuación, cuando por todos lados ven y escuchan la palabra Pokémon?", se preguntaban los docentes.
Su preocupación es que el dichoso nombrecito está acentuado en la penúltima sílaba, en cuyo caso se trataría de una palabra grave, pero termina en 'n' y las normas prohíben el acento en este caso.
Para complicar la cosa, los locutores de radio y televisión pronuncian la dichosa palabra, según como se les ocurre: unos lo hacen como palabra aguda (pokemón), otros como esdrújula (pókemon).
Los referidos educadores no tienen la fórmula para 'desfacer el entuerto' como diría Don Quijote, y confiesan sentirse como oradores en el desierto, como en los últimos meses del año pasado al comprobar que sus esfuerzos caían en saco roto. Y no saben cómo harán para contrarrestar, además, los defectos en el hablar y escribir que ha generado el lenguaje inventando por los internautas.
Lo dicho es parte de nuestra triste realidad: mientras unos se desviven por enseñar a hacer buen uso del idioma, otros se encargan de tirar los Evangelios por tierra.
Deseamos que no cejen en su empeño por difundir el buen uso de nuestro idioma.
Así mueran en el intento.
(Publicado en el diario oficial El peruano el sábado 4-03-2017)
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