domingo, 19 de marzo de 2017

Sí podemos

Estamos atravesando por uno de los peores azotes de la naturaleza y vastos sectores se desesperan. Hemos experimentado decenas de tragedias similares, y en todas las oportunidades logramos superar la adversidad y salir adelante. Con calma, sin perder la fe ni la esperanza. Sumémonos a la campaña #UnaSolaFuerza, y gritemos con fuerza: ¡Perú: Tú sí puedes!

Las frías estadísticas son desesperantes: 75 muertos, 99,475 damnificados, 626,298 afectados; 134,125 viviendas colapsadas en todo el país. 

A ello se suma la escasez de alimentos y la falta de agua y de energía eléctrica.

En estos momentos debemos dar muestras de solidaridad para con nuestro prójimo. Y podemos hacer mucho para contribuir con los que, ahora, poco o nada tienen.

Escuchemos los llamados de las autoridades y sigamos sus consejos.

Dejemos a un lado nuestro egoísmo y, no solo como cristianos, sino como seres humanos, enfrentemos la realidad y colaboremos con nuestros semejantes.

El agua está restringida y solo se distribuye por horas. No nos quejemos, no reclamemos y no acaparemos. Recordemos que otros la necesitan tanto o más que nosotros.

Procuremos utilizar el agua dos veces: Cuando nos bañemos, lavemos nuestra ropa y servicios de cocina, utilicemos lavatorios y reservemos el agua para regar nuestro jardín o echarla al inodoro.

Usemos la mínima cantidad de agua que podamos. No la desperdiciemos, sobre todo en el baño o en nuestro aseo personal.

Unámonos a la ayuda a favor de los necesitados. Preguntemos dónde y cómo podemos contribuir llevando donaciones, inscribiéndonos en voluntariados o depositando dinero. Hay cientos de canales para hacerlo. Elijamos uno y cumplamos con nuestra parte, con lo que podamos aportar.


(Lo que más necesitan nuestros hermanos son: agua, fideos, galletas, atún en lata, menestras; pañales, toallas higiénicas, vestimentas.)

No es momento para quejarnos, presentar denuncias ni lamentarnos. No rajemos, pidamos vacancias ni reclamemos la cabeza de autoridades. No es momento de politiquerías. La frustración es comprensible, pero los señalamientos con el dedo, dejémoslo para otro momento.

No adq uiramos productos que escasean en el mercado. Si los precios están altos, no los compremos. Los especuladores siempre se aprovechan de situaciones como la presente. Es normal. Cambiemos de menú y preparemos nuestros alimentos con lo que tengamos a la mano. No es momento de comer cebiche ni lomo saltado.

No contribuyamos a difundir rumores alarmistas. No usemos las redes para reenviar mensajes que desconcierten o inquieten. Recordemos que no tendremos buenas noticias durante varios días. Lo importante es mantener la calma, no desesperarnos.

Aprovechemos la suspensión de las clases escolares para conversar con nuestros hijos o nietos, y explicarles lo que pasa, sin asustarlos. Hagámosles comprender que son consecuencias de los cambios climatológicos provocados por nosotros mismos. Enseñémosles a cambiar de actitud ante el mundo que nos rodea, a proteger la naturaleza y a no atentar contra el medio ambiente.

Aprovechemos el tiempo disponible para promover la convivencia pacífica, romper fronteras, destruir los muros que nos separan de nuestros vecinos y amigos; y hacer cosas útiles pensando, siempre, en los demás.

Busquemos unirnos para trabajar juntos, y juntos prepararnos para cualquier eventualidad. Recordemos que nuestro país está amenazado de sufrir un violento terremoto, frente al cual debemos estar preparados. Esta es una oportunidad para ensayar y prepararnos para asumir el reto.

En ningún momento perdamos la fe. Situaciones como la que estamos viviendo no son permanentes ni eternas. Agradezcamos porque nosotros y los nuestros estemos con vida y salud, y volquemos nuestra fuerza para que otros vuelvan a estar como antes.

En momentos como el que estamos viviendo, nos viene a la memoria un fragmento de 'La vida es sueño', de Pedo Calderón de la Barca, que dice:

Cuentan de un sabio que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas hierbas que cogía.
¿Habrá otro, entre sí decía,
más pobre y triste que yo?;
y cuando el rostro volvió
halló la respuesta, viendo
que otro sabio iba cogiendo
las hierbas que él arrojó.

Quejoso de mi fortuna
yo en este mundo vivía,
y cuando entre mí decía:
¿habrá otra persona alguna
de suerte más importuna?
Piadoso me has respondido.
Pues, volviendo a mi sentido,
hallo que las penas mías,
para hacerlas tú alegrías,
las hubieras recogido.



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