sábado, 27 de mayo de 2017

Piolinadas

Un pequeño 'olvido' anatómico

 El conocimiento del cuerpo humano ha llegado a extremos inimaginables, al punto que ya (casi) ninguna de sus partes, por ínfima que sea, nos es desconocida ni carece de nombre propio o código de identificación, al punto que hoy conocemos hasta la estructura molecular del ADN, y la información contenida en ella, lo que se denomina genoma humano.

No existe (casi) ninguna parte de nuestro cuerpo, repito, que carezca de nombre, aunque éste no se conozca o no sea recordado permanentemente. Son los casos, por ejemplo, de cada uno de los pelitos de las fosas nasales, a los que se conoce como vibrisa; el hueso en forma de diente situado delante de la rodilla, llamado patela, y las aberturas en forma de embudo que comunica la cavidad nasal con la faringe, denominadas, cada una, coana. Y así por el estilo.

He consignado ex profesamente la palabra 'casi' porque he descubierto, por mera casualidad, soy sincero en decirlo, que nuestros anatomistas se habrían 'olvidado' de bautizar o darle nombre a una parte del cuerpo humano, cuyos cinco componentes se mantienen 'moros'. Pongo el condicional, porque quizás haya por ahí quien -ojalá- me demuestre lo contrario.

 

Esperando ser bautizados.

Reparé en la falta de esos nombres cuando hace unas semanas, al verme afectado por hongos en mis pies, recurrí al servicio médico telefónico para hacer una consulta al respecto. Me di con la sorpresa que para explicar mi dolencia al doctor que me atendió, debí recurrir a números ordinales para referirme a aquellos, partiendo del llamado 'dedo gordo': el segundo, el tercero, el cuarto y el (mal) llamado 'meñique' del pie.

Recordemos que cada uno de los dedos de la mano tiene un nombre específico: pulgar (no porque con él se maten las pulgas, sino del latín pollicäris, del dedo gordo); índice (que debe su nombre porque con él se señala); cordial, de en medio o del corazón; anular (porque en él se coloca el anillo de bodas), y auricular (dizque porque se le usa para limpiarnos el oído) o meñique (por ser el más pequeño).

En este caso es fácil indicar por teléfono que tenemos una afección en el intersticio del anular con el auricular, o entre el índice y el cordial. Pero cuando se trata de los dedos del pie, ¿cómo debemos identificarlos?

En el medio familiar, conocemos sólo al dedo gordo y al meñique que, repito nuevamente, no son propios, porque son nombres que corresponden a los de la mano.

Los responsables de dar nombre a cada una de las partes de nuestro cuerpo, 'bautizaron' hasta los huesecillos del oído (martillo, yunque, estribo), pero se olvidaron de los dedos del pie, más grandes y visibles, y con los que más trato directo tenemos a diario.

Por lo pronto, adelanto que no he encontrado esos nombres en los diccionarios médicos Roche, AZ y Teide; ni en el 'Diccionario de la Salud infantil', el 'Diccionario Médico-práctico para el hogar'; ni afines, como 'El Manual Merck', 'Traumatología del  deportes' y 'Lesiones deportivas', entre otros; obras que debí revisar íntegramente, es decir, de principio a fin, como parte de un trabajo especial de investigación que me fue encargado.

De ahí la pregunta: ¿Qué se puede hacer en este caso?

Se reciben sugerencias. 

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