miércoles, 24 de mayo de 2017

Fútbol peruano

Lolo Fernández (III)

 

EMPIEZA LA LEYENDA

A las 3 y 40 de la tarde se inicia el partido. Sacan los aliancistas.

Alianza quiere ganar. Hace temblar a la defensa crema con ataques insistentes y precisos. Un remate del 'Feo' Salinas se estrella en el parante. Suena a voz de alerta.

Goyeneche y Heredia se desplazan con soltura por el medio campo y hacen lo que quieren.

Los universitarios están sorprendidos, desconcertados. Lolo falla una jugada de taquito y las risas burlonas no se hacen esperar. Pero es sólo el principio.

Salinas vuelve a inquietar la portería universitaria con otro tiro que choca en el parante izquierdo y casi, casi gol.

Lolo vuelve a fallar en una nueva jugada y es pifiado por las tribunas. El centro forward no se inmuta. Invoca a Santa Rosa de Lima. No puede ser, piensa, debo entonarme, no quiero defraudar a nadie.

La presión popular parece surtir efectos y darle la razón a quienes se oponían a la inclusión del veterano jugador.

El partido se muestra inicialmente adverso a la U. Todo parece indicar que quienes comerán rico, beberán harto y bailarán toda la noche serán los callejoneros de La Victoria y de los Barrios Altos.

A los 27 minutos, la 'Lora' Gutiérrez recibe una pelota en el centro del campo y avanza sorteando a dos rivales, espera a que 'Toto' Terry avance por la izquierda y arrastre a Delgado. Este pica el anzuelo y persigue al blanquiñoso adversario. Lolo está solo en el centro, para él va el pase.

Lolo no pierde tiempo, con suavidad coloca la bola en un ángulo inalcanzable para el arquero Heraclio 'Cholo' Paredes.

Lolo mira la pelota adormilada en el fondo del arco, da media vuelta y camina de regreso al centro del campo con la cabeza gacha, acomodándose su redecilla negra. Las tribunas se muestran sorprendidas. Entonces...

... Y entonces, la historia empieza a cambiar.

El gol de Lolo remueve las tribunas y las conciencias de un público todavía incrédulo.

¿Que una golondrina no hace verano? De acuerdo, oiga usted, pero sí lo anuncia. ¿Que no? A que sí.

Veamos el segundo tiempo.

Apenas iniciado los segundos 45 minutos, con la U en campo norte, Gutiérrez recibe una pelota desde atrás, varía la estrategia, se la pasa a Terry, este la baja con la cabeza, amaga hacia la izquierda, la centra para Fernández.

Suavemente enviada, la pelota recibe apenas una caricia de chimpunes que esta vez parecen rejuvenecidos, no llevan dinamita, sí mucha precisión.

Por segunda vez el Cholo Paredes no alcanza ni siquiera a manotear la pelota que se dirige por el ángulo descubierto camino a las redes. Gol de Lolo. Van dos. Y van tres minutos.

Las tribunas vuelven a encenderse. La barra aliancista se suma al júbilo masivo. Se oye la música. La alegría invade el Nacional. Todos, universitarios, aliancistas y demás se rinden ante el ídolo. Las banderías partidarias quedan atrás.

Lolo, sin embargo, parece no haberse dado cuenta de lo que ha hecho y retorna al centro del campo ajustándose el cinturón de su pantaloneta.

A los 5 minutos, solo los admiradores del club íntimo celebran el gol que 'Huaki' Gómez Sánchez anota en la portería universitaria.

Van jugados 26 minutos del segundo tiempo. Un ataque aliancista. Felix 'Chupón' Castillo lleva la pelota, ingresa al área, amenaza a Zegarra. Juan Castro lo contiene a costa de foul. Mackenna cobra penal.

'Chocolatín' Heredia es el encargado de cobrar la falta y empatar el partido. La popular vuelve a celebrar.

El partido está empatado.

Universitario vuelve al ataque, Lolo lleva la pelota, voltea buscando a un compañero, pero algo observa, detiene el juego, patea la pelota fuera de la cancha, retrocede, ¿qué pasa?

Lolo ha visto a Goyeneche caído en el campo retorciéndose de dolor y va en su ayuda. Primero es el amigo, después el juego.

Las tribunas aplauden el gesto. Es todo un señor, amigos. De los que pocos quedan. ¿Lo habían olvidado? Pues, no lo olviden.

Transcurridos 30 minutos la garra crema empieza a aflorar. A ganar el partido, es la orden emanada de nadie sabe dónde, hay que ganar este partido. Hay que hacerlo, la historia lo demanda, es muy importante terminar en triunfo.

Avanza la U, Juan Castro recibe un pase sorpresivo que no desaprovecha. Bolea la pelota, el Cholo Paredes se descontrola y el '¡Dale U!' de la preferencial lo vuelve a la realidad. Universitario se ha puesto en ventaja nuevamente.

Faltan cinco minutos para el final, la cosa parece quedar 3 a 2 a favor de los cremas.

Osorio está con el balón, corre por el ala derecha, burla a Lobatón, esquiva a Heredia, se desprende de Delgado, levanta la cabeza, ve a Lolo corriendo por el centro, le da un pase rasante. Las tribunas contienen la respiración.

Lolo mide la distancia, ve la pelota avanzando hacia él, no titubea, dispara un cañonazo que retumba en el estadio silenciado, a la expectativa.

Paredes se lanza en vano, queda tirado en su portería. La pelota descansa en el fondo de las redes. ¡Gooolll! nuevamente, gol de Lolo.

Lolo retorna al centro del campo, la cabeza baja mirando sin mirar el césped, muestra inequívoca de su modestia de siempre. Genio y figura, pues.

Las cuatro tribunas se inclinan reverentes, se rinden ante la grandeza de ese hombre con chimpunes de oro, que una vez más las ha hecho vibrar de alegría, de emoción, aunque en algún momento, malhaya la hora, dudaron de él.

 El grito de gol que brota de las cuatro tribunas, es un grito de liberación de las ganas contenidas, de emoción por los anhelos hechos realidad, de admiración y sometimiento a esa figura señera del balompié nacional; es una exclamación de reconocimiento de los errores cometidos, y de disculpas por el mal pensamiento de haber puesto en duda la genialidad de su genio de carne y hueso.

La ovación se prolonga por largos minutos, por todo el tiempo que Lolo, obligado por la multitud, demora en dar la vuelta olímpica. 

"Gracias, gracias por todo", agradece el ídolo. "No es para tanto", dice, contiene las lágrimas, lo levantan en hombros. Un hincha que corre a su lado le responde: "Qué cosa dice usted... esto es poco para tanto."

Esos miles de ojos abiertos de par en par aún se resisten a creer lo que han visto esta tarde en el gramado del Nacional. Esas miles de bocas corean el nombre de Lolo a pulmón abierto. Es la apoteosis.

El público ha olvidado el resultado del partido. Total, para lo que importa eso frente a lo visto esta tarde.

Lolo despierta en el camerino mientras se cambia el uniforme. Tres goles son suficientes, piensa, ahora sí es tiempo de despedirme del fútbol, tengo 40 años, no creo que pueda repetir lo de esta tarde, mejor me retiro; se lo dirá a sus hermanos que lo esperan en la puerta del estadio.

Se acerca a Carlos Cillóniz, le transmite su decisión. Cillóniz la retransmite a los dirigentes que lo acompañan.

El retiro de Lolo es noticia de primera plana en los diarios de la capital. Se retira un caballero del deporte. Un conductor cerebral y un artillero efectivo.

La directiva universitaria se apresta a organizar el partido de la despedida definitiva. La fecha del último adiós. Debe ser a lo grande. Es lo justo y lo correcto.

Lolo ha colmado las expectativas de su familia, ha satisfecho a sus amigos, ha hecho retractarse a sus críticos, ha complacido a sus seguidores y ha cumplido con el Perú, con los peruanos y con todos los amantes del fútbol.

El lunes 31, El Comercio titula a todo lo ancho de página: "'Lolo' electrizó ayer como en sus mejores tiempos."

Ha dejado de ser hombre para convertirse en leyenda.

 

(Nota del Editor: el autor de este relato es hincha acérrimo del club Alianza Lima.)

 

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