martes, 23 de mayo de 2017

Actualidad

¿Acoso sexual o Cupido travieso?

 Hace algunas semanas un conocido actor de telenovelas brasileño fue despedido acusado de haber acosado sexualmente a una joven encargada del vestuario.

El caso nos recuerda que el tema fue motivo de un arduo debate en nuestro país que se tradujo en la Ley 27942 de Prevención y Sanción del Hostigamiento Sexual en centros laborales públicos y privados, incluyendo los ámbitos educativo, militar y policial.

Volvamos a retomar el tema y dilucidar algo que sigue flotando en el ambiente: ¿cuándo un acoso u hostigamiento sexual resulta tal?

Desde hace décadas preocupaba (ahora parece que no tanto) a los empresarios de todas las latitudes las afecciones amorosas que se suscitan entre personas que trabajan juntas y pasan la mayor de su tiempo de cada día (ocho horas cuando menos) compartiendo actividades, responsabilidades y situaciones comunes.

Ese panorama hace que no sea necesario salir de la oficina o de la fábrica y dirigirse al cine, un restaurante, a la iglesia, una fiesta, al bingo o al gimnasio, para conocer a una persona. En la empresa, la pareja se encuentra, literalmente, al alcance de la mano.

Ante este panorama, ¿puede una norma empresarial, un reglamento de trabajo o cualquier disposición legal impedir o evitar que dos personas se enamoren, por la simple razón de estar trabajando juntos en una misma oficina? El travieso Cupido nunca pide permiso para hacer de las suyas.

Por lo general, hombres y mujeres que trabajan juntos entablan amistad o se echan miraditas durante la jornada. Surgen, entonces, las preguntas sobre en qué momento se configura un acto de acoso sexual; cuándo una relación es coercitiva o abusiva; y cuándo es una relación afectuosa y agradable, y aceptada mutuamente. Nadie se pone de acuerdo: ni empresarios, trabajadores, ni abogados.

            En Estados Unidos, por ejemplo, en la segunda mitad del siglo pasado se despedía intempestivamente al jefe y subalterno que establecían una relación amorosa entre ellos. La tradición no logró impedir que ello ocurriera. Los romances, oficialmente prohibidos, continuaron produciéndose con la misma intensidad y frecuencia, y en muchos casos las empresas no se daban por enterada, sobre todo si el jefe (o gerente) era muy apreciado o tenía cierto poder dentro de ellas.

Ante esa realidad, firmas como IBM, AT&T Corp., Corning Inc., Xerox Corp. y Fleet Financial Group, decidieron enfrentar el problema inteligente y realistamente, pues a su entender "tratar de controlar un romance es como pretender controlar el clima". Por esa razón, no iban a despedir a un jefe capacitado ni desprenderse de un gerente con experiencia, por el solo hecho de tener relaciones con una secretaria.

Actualmente, los jefes de esas organizaciones tienen más libertad para establecer relaciones con un subordinado, siempre y cuando estos no dependan directamente ni formen parte de la cadena de mando de aquellos.

La firma AT&T, por ejemplo, tiene más de 8,000 empleados casados entre sí y un número desconocido de otros que alguna vez han salido juntos. Los ejecutivos no prohíben esas relaciones: la manejan con inteligencia.

            Confían en que las mujeres se muestren reservadas al respecto. Pero no siempre ocurre así: el tema suele ser motivo de conversación entre amigos que pregonan ser unas 'tumbas'… pero estas se abren, difunden el secreto y salta el escándalo.

            Además muchas secretarias suelen comportarse como segundas esposas para sus jefes, realizando funciones personales: servirles una taza de café, preocuparse por sus prendas u objetos personales enviados a la lavandería. Muchas veces la cosa deviene en romance, y no hay cómo evitarlo.

            El asunto puede derivar en una denuncia de acoso sexual inexistente cuando él o ella denuncia a su pareja por despecho o por celos, al haber elegido a otra pareja o haber dejado a la inicial por cualquier motivo.

            Muchas empresas solían cortar por 'lo más sano' y, como la soga se parte por lo más delgado, despedían a la empleada, por ser menos indispensable, convirtiéndola en el chivo expiatorio. Esta política, injusta y poco realista, ha sido dejada atrás, pues ahora se reconoce que existe una cuestión de jerarquías y que, en todo caso, son dos las personas involucradas.

En todo caso, las relaciones entre jefes y subalternos no es algo que puede mantenerse mucho tiempo en secreto. Más temprano que tarde la verdad se llega a conocer. Lo que siempre generará dudas es en qué casos y en que circunstancias de trata de un acoso sexual, y cuándo de una declaración de amor sincera. Vaya uno a saber.

 

 

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