lunes, 24 de septiembre de 2018

Los mil y un roches (La sublime infiel)

Por César Augusto Dávila


Hace algunos años, un famoso escritor que viajaba de incógnito en busca  de Macchu Picchu, me hizo el sorpresivo honor de invitarme en secreto a un trago-party al cual asistieron dos o tres celebridades de nuestra pluma 'especializada en misterios'.

Siendo yo el menos encopetado de tan rumboso merengue, tuve el buen tino de escuchar en silencio una historia de trágico amor infiel que, según el ilustre visitante, tuvo lugar en Afganistán, quizás por esos tiempos en que Scherezade evitaba perder la mitra contándole truco y medio al curioso Harún al Raschid, allá en el Bagdad de la lámpara maravillosa.

Entonces pues, dicen que dijeron que un rico comerciante atinó a contemplar en cierta fulera tenducha,  lo que a su peregrino juicio, resultó ser 'la mujer más hermosa del mundo'. Ante lo cual,  dicho sapolín, apelando a viejas costumbres islámicas preterruca, dejó de lado cualquier cireo romántico y de frentón se le mandó al papi de la interfecta con una propuesta matrimonial, que incluía un rebaño de camélidos cargados de joyas, monedas de oro y otras coqueterías que el futuro suegro aceptó al toquepala, sacando la cuenta de lo que significaba ligar un yerno así de rumboso y no los misios que a uno le suelen tocar en suerte en nuestros cristianos tiempos. ¡Alabado sea Alá!

Notificada del asunto, la bella pérfida aceptó sin chistar, pues en aquellos tiempos y en tales latitudes cualquier desobediencia a padre o marido ameritaba un degüello sobre el puchero, sin dudas ni murmuraciones.

Ya a solas con el futuro montante -que al parecer de pinta andaba medio caifaz, pero de bille era súper coquetón- sincronizada con el muezín, que solía cantar la gloria de Alá, único Dios y Mahoma su carreta, la más buenamoza del bolondrón puso sus condiciones, las cuales consistían en dormir en habitaciones separadas y para aquello del chuculún, esto solo tendría lugar cuando ella estuviera de humor, como estilan las gatas, apenas se les alborota el sueño sobre el tejado caliente.

El pata, ya embarcado en la pomada, atracó caballero nomás.  Y la boda se celebró entre bombardas y cascabeles.

Bueno, todo lo dicho hubiera estado 'a la par con Londres', como decía mi abuelo materno, acariciando su leontina de oro, a no ser por un 'pequeño detalle', destapado  algo así como seis años más tarde.

Un lengualarga chupamedias alertó al poderoso caballero en el sentido de que su  hermosísima esposa solía aprovechar cuando el dueño del circo, es un decir, agarraba el ronque, para salir por una falsa portavianda a chapar misma leona enfurecida, con un feligrés que era su gil desde antes del fabuloso casorio.

Ahicito nomás el cornúpeta consorte no aguantó el salto y se  dispuso a planchar su machucado honor, como se dice en criollo de la zambería.

Y a continuación -tras el correspondiente corte comercial de cualquier telellorona- esperó a que la infiel terminara de consumar uno de sus tantos capítulos de apachurre, para ingresar al patadón de puerta en el jabe del atrasador, y en menos de lo que canta un moro cortarle la peluca  cráneo included, al filo de su espada sarracena, guárdame esa flor.

Y luego, tras limpiar su honra -y de pasada la chaira vengadora-, regresó solapín nomás, a su mancillado hogar, para dormir el quieto sueño de los fieles, tal y como manda El Corán a  los justicieros de su colle. Y todo iba bien -o por ahí-  hasta que en el curso de un paseo dominical, tan feliz pareja pasó en coche por el jato del antiguo atrase, ante cuya visión la potisuelta sintió que se le movía el chocolate y dijo: "Alejémonos de este lugar inmediatamente", motivando que quién sabe por qué el ayer deshonrado perdiera el dominio de los mufles y saliera acotando: "En otros tiempos, no tenías tanta prisa", dejando al descubierto el calentao por tanto tiempo sombreado.

En conclusión, una noche de esas, al volver a su casita, el marido encontró a sus tres calatitos degollados con la misma zumbante espada con que había ejecutado su venganza y mientras cerraba la bocamanga abiertota por la sorpresa, salió de debajo de la cama su infiel esposa, que le asestó un tremendo sablazo por la retaguardia, obligándolo a salir embalado antes que le rebanara la testa con turbante y todo.

Pero como en tierras de Alá la venganza es todo un credo, cuentan quienes lo supieron que el honorable cornúpeta vagó por el arábigo territorio durante mucho tiempo, buscando a 'la más hermosa del mundo', sin encontrarla, desde luego. Ella se ha convertido, pues,  en legendaria belleza inencontrable, salvo para los dones mágicos de la literatura, cuya gracia hoy os obsequio, mis queridos cuchi cuchis.

 

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