Manuel Scorza (1928-1983)
Manuel Scorza Torres fue un novelista, poeta, político y editor peruano de la Generación del 50, atento a los fenómenos sociales y observador de los problemas del Perú de la época que le cupo vivir. En su poesía caben la imagen tradicional y la surrealista, la exaltación épica y la intimidad lírica, lo social y lo amoroso. Recibió el Premio Nacional de Poesía en 1956.
Crepúsculo para Ana
Solo para alcanzarte escribí este libro.
Noche a noche,
en la helada madriguera
cavé mi pozo más profundo,
para que surgiera, más alta,
el agua enamorada de este canto.
Yo sé que un día las gentes
querrán saber por qué hay tanto rocío en las praderas,
yo sé que un día
irán ansiosas a los campos,
seguirán los hilos de los prados,
y a través de las florestas
llegarán hasta mi pecho,
y comprenderán,
-lo siento, estoy sintiéndolo-,
que es mi amor quien platea por ti el mundo en las mañanas,
y verás esta hoguera.
Desde ciudades enterradas,
desde salones sumergidos,
desde balcones lejanísimos,
verás este amor,
y escucharás mi voz
ardiendo de hermosura,
y comprenderás que solo por ti he cantado.
Porque solo por ti estoy cantando.
¡Solo por ti resplandece
mi corazón extraviado!
¡Solo para que me veas,
ilumino mi rostro oscurecido!
¡Solo para que en algún lugar me mires
enciendo, con mis sueños, esta hoguera!
Noche a noche,
en la helada madriguera
cavé mi pozo más profundo,
para que surgiera, más alta,
el agua enamorada de este canto.
Yo sé que un día las gentes
querrán saber por qué hay tanto rocío en las praderas,
yo sé que un día
irán ansiosas a los campos,
seguirán los hilos de los prados,
y a través de las florestas
llegarán hasta mi pecho,
y comprenderán,
-lo siento, estoy sintiéndolo-,
que es mi amor quien platea por ti el mundo en las mañanas,
y verás esta hoguera.
Desde ciudades enterradas,
desde salones sumergidos,
desde balcones lejanísimos,
verás este amor,
y escucharás mi voz
ardiendo de hermosura,
y comprenderás que solo por ti he cantado.
Porque solo por ti estoy cantando.
¡Solo por ti resplandece
mi corazón extraviado!
¡Solo para que me veas,
ilumino mi rostro oscurecido!
¡Solo para que en algún lugar me mires
enciendo, con mis sueños, esta hoguera!
¡El Mudo,
El Amargo,
El Que Se Quedaba Silencioso,
te habla ahora a borbotones,
te grita cataratas, inmensidades!
Algún día amarás,
alguna vez
en las lianas de la ternura enredada
comprenderás que cuando el dolor nos llega
es imposible hablar;
cuando la vida pesa, las manos pesan:
es imposible escribir.
Hasta que con los años las escamas se nos caen.
Y un día, al volver el rostro,
vemos a lo lejos,
como remotos barcos encallados,
cosas que creíamos llevar dentro,
y miramos que son musgo los amores más ardientes.¡El hombre enceguecido
no escucha las campanadas silenciosas de la hierba,
hasta que encuentra en los caminos,
como culebra, su antigua piel,
y reconoce entre las ruinas
su vieja máscara oxidada,
y descubre agujeros rotos
do eran ojos fulgurantes,
porque el tiempo crudelísimo
injurió el Rostro Puro,
y los años nos pusieron
anteojos de melancolía,
con los ojos que se mira la ruina,
el otoño,
la grosura de las mujeres!
Surge entonces
el Dolor inextinguible,
cual surge ahora esta voz
que llora por los días hermosos,
cuando la vida era azul.
Porque todo lo que nace ha de morir.
¡No digo más porque me entiendes!
Tú sabes que solo quiero
que, en algún lugar, leas esta carta,
antes que envejezcan los carteros
que te buscan
a la salida de las iglesias,
entre las recién casadas,
a la hora del jazmín rendido.
¡Quiero que el rayo de mi ternura
traspase con lanza a los que no conozco,
y salte noche hirviendo
a los ojos de los que abran este libro,
y en algún lugar
un día de este mundo,
me oigas
y te vuelvas,
como quien se vuelve extrañado
al sentir detrás el resplandor de un incendio,
y comprendas que estoy ardiendo por ti,
quemándome
solo para que veas,
desde tan lejos, esta luz!
El Amargo,
El Que Se Quedaba Silencioso,
te habla ahora a borbotones,
te grita cataratas, inmensidades!
Algún día amarás,
alguna vez
en las lianas de la ternura enredada
comprenderás que cuando el dolor nos llega
es imposible hablar;
cuando la vida pesa, las manos pesan:
es imposible escribir.
Hasta que con los años las escamas se nos caen.
Y un día, al volver el rostro,
vemos a lo lejos,
como remotos barcos encallados,
cosas que creíamos llevar dentro,
y miramos que son musgo los amores más ardientes.¡El hombre enceguecido
no escucha las campanadas silenciosas de la hierba,
hasta que encuentra en los caminos,
como culebra, su antigua piel,
y reconoce entre las ruinas
su vieja máscara oxidada,
y descubre agujeros rotos
do eran ojos fulgurantes,
porque el tiempo crudelísimo
injurió el Rostro Puro,
y los años nos pusieron
anteojos de melancolía,
con los ojos que se mira la ruina,
el otoño,
la grosura de las mujeres!
Surge entonces
el Dolor inextinguible,
cual surge ahora esta voz
que llora por los días hermosos,
cuando la vida era azul.
Porque todo lo que nace ha de morir.
¡No digo más porque me entiendes!
Tú sabes que solo quiero
que, en algún lugar, leas esta carta,
antes que envejezcan los carteros
que te buscan
a la salida de las iglesias,
entre las recién casadas,
a la hora del jazmín rendido.
¡Quiero que el rayo de mi ternura
traspase con lanza a los que no conozco,
y salte noche hirviendo
a los ojos de los que abran este libro,
y en algún lugar
un día de este mundo,
me oigas
y te vuelvas,
como quien se vuelve extrañado
al sentir detrás el resplandor de un incendio,
y comprendas que estoy ardiendo por ti,
quemándome
solo para que veas,
desde tan lejos, esta luz!
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